Samuel Titos: Dover, el punk-rock, Lina Morgan y la escultura

Samuel Titos, bajista de Dover, ante una serie de carteles que forman parte de su exposición individual en Madrid. Foto: Roberto Villalón

Samuel Titos, bajista de Dover, ante una serie de carteles que forman parte de su exposición individual en Madrid. Foto: Roberto Villalón

Antes que músico fue artista. Samuel Titos, el bajista de la banda Dover, retoma su pasión por las Bellas Artes e inaugura su primera exposición individual en Madrid. Una inquietante colección de objetos que guarda en su orden el caos, la confusión y la agitación del punk que lleva en sus venas.

Lo habitual es verlo agarrado a un bajo con el pelo largo sobre la cara, al más puro estilo Kurt Cobain, dando caña sobre el escenario y apurando tercios de cerveza entre tema y tema. Estos dos últimos años se ha recorrido España casi entera con Dover, sus compañeros de la banda, celebrando el 15 aniversario del disco que hizo de ellos un fenómeno en España, Devil Came To Me. Pero en esta ocasión no se sienta delante de una grabadora para promocionar su próximo concierto o su nuevo disco. Samuel Titos, el músico de 40 años que se convirtió en bajista de Dover en mayo de 2005, inaugura su primera exposición individual en la galería Swinton and Grant de Madrid.

Samuel Titos (Córdoba, 1974) se licenció en Bellas Artes en la Universidad de Sevilla, así que antes que músico se podría decir que es artista plástico. “Lo primero es dibujar”, explica sentado junto a varias de las piezas que componen Schlagen Richten Collection, nombre con el que ha bautizado la muestra. “Cuando eres pequeño, todos los niños dibujan de manera instintiva. Todos los niños son artistas. De pequeños todos tenemos una inclinación natural a manchar y dibujar. A mí siempre me gustó desde que era un niño mirar enciclopedias y hacer recortes de cómics, por ejemplo”.

Su contacto con la música también le viene de la niñez. Aprendió a tocar la guitarra clásica en unas clases particulares a las que le apuntaron sus padres. “Aquello no me interesaba nada, la verdad, pero fue el pasaporte para que más tarde entraran el punk, el rock y el heavy”, afirma. “Musicalmente no fui al conservatorio. Tengo una formación más académica en Bellas Artes que en la música. La música para mí siempre estuvo mucho más enfocada al rock y a aprender tocando con grupos y haciendo muchos directos”.

Schlagen Richten Collection

Esculturas, tótems, terracotas y carteles pegados ordenadamente en las paredes a modo de una propaganda extraña llenan la planta baja de la Swinton. Todo parece guardar una estudiada estructura. Las esculturas se agrupan como si estuvieran catalogadas por las distintas edades de una extraña civilización. O por las diferentes escalas  y clases sociales de una cultura remota ya desaparecida y hallada por Samuel entre cubos de basura y contenedores de la gran ciudad.

¿Cuál es el mensaje último de esta exposición? “Es complicado resumirlo. Quería dejarlo todo abierto. No explicar qué pasa”, afirma el artista. “Quiero que el espectador sienta a la vez una comprensión inmediata de lo que está viendo en la primera aproximación, pero que al mismo tiempo, si profundiza, comience a no entender nada. Un poco como las letras de los Pixies, en las que coges un sentimiento general de las canciones y nada más. Las letras no empiezan, continúan y desembocan en algo de forma tradicional. Son más como un collage en el que sobrevuela una idea que, finalmente, si intentas atrapar, se esfuma”.

Música y arte combinadas resultan ser una constante en toda la conversación que mantenemos con Samuel. “Es el prejuicio del propio espectador el que llena de sentido lo que está viendo en esta exposición. La propia confusión que uno traiga creo que se potencia al ver las obras. Me gusta mucho el punk y eso quiere decir confusión y agitación. Pero en este caso quería hacer algo muy punk pero que estuviera servido de una manera muy ordenada”.

¿Cómo fue tu primera aproximación al punk?, le preguntamos. “Fue un viaje que hice a Londres a finales de los ochenta con mis padres. Entonces veías punkis por la calle y carteles de conciertos… No era muy consciente de que aquello era un movimiento cultural, pero enseguida empecé a escuchar a los Sex Pistols  y a los Ramones… Todo tenía otro sabor. Eran cintas de casete que te pasaban los colegas o un disco que veías en el catálogo de las tiendas tipo. Todo era muy diferente entonces”, explica. Y continúa: “Muchas veces ni siquiera podía escuchar el disco que me iba a comprar después de ahorrar, pero por la foto de la carátula me hacía una imagen de cómo podía sonar. No tenía acceso a escuchar esa música. Aquello era otra época. Y de alguna manera en tu cabeza vas creando un mundo propio. Te vas haciendo una fotografía muy personal de lo que es el punk-rock a base de retazos de información. Era una época muy creativa”.

El artista Samuel Titos rodeado de parte de las esculturas de su exposición en Madrid. Foto: Roberto Villalón.

El artista Samuel Titos rodeado de parte de las esculturas de su exposición en Madrid. Foto: Roberto Villalón.

Es decir, ¿crees que ahora no son buenos tiempos para la lírica? “Se busca una satisfacción inmediata. Ahora decides si una canción te gusta o no en los tres primeros segundos, porque puedes pasar a la siguiente inmediatamente y así casi hasta el infinito. Antes, si te habías comprado un disco y en la primera escucha no te convencía, le dabas muchas más oportunidades antes de decidir si sí o si no… No sé si es bueno o malo tener esta cantidad de acceso a ver y oír cosas que tienen la gente joven o los músicos y los artistas en este momento… Cuando tienes mucha información te paralizas y eres menos selectivo. La cantidad de información es muy difícil de asimilar”, explica. “Pero por otro lado cuando quieres chequear algo sabes que en el 90% de las ocasiones lo encontrarás. Ahora es todo muy inmediato y creo que es mucho más difícil lograr la concentración necesaria. Para un nativo digital, por supuesto, nuestra forma de entender el mundo le parece impensable. Pero, lo que es cierto, es que ellos no vivirán nunca esa sensación de comprarte un disco sin saber muy bien si te va a gustar o no. Un poco por la carátula, por referencias de discos anteriores o consejos de amigos… Es complicado hacerse una idea de cómo ven las cosas los jóvenes hoy. Pero creo que el disfrute del arte y de la música en el momento que estamos viviendo es mucho más superficial y efímero de lo que mi generación vivió en la adolescencia”.

Y para terminar desvela uno de los secretos más punkis que guarda la Schlagen Richten Collection. “La mayoría de los elementos que forman estas esculturas son cosas encontradas en la basura. El Rastro, cuando ha terminado y aún no han limpiado las calles, es un lugar inagotable de tesoros. Pero muchas de las piezas que ves están construidas, por casualidad, con vestuario de vedettes que actuaron en el teatro La Latina de Madrid. Vivo cerca y hace un par de años acometieron unas obras de remodelación y en el contenedor que dejaron enfrente encontré verdaderas joyas. Trajes enteros, pedrería, libros, pases de mano, trozos del propio teatro antiguo. Un lujo para un escultor”. Y como un niño que quiere descubrir su última travesura va hacia la pared, despega la esquina de uno de los posters con propaganda extraña parte de su exposición y enseña la parte de atrás. Es una foto enorme de Lina Morgan. “Había decenas tirados en ese contenedor. Así que si te llevas una de las obras, te llevas arte por partida doble”.

‘Schlagen Richten Collection’ de Samuel Titos se expone en la Swinton and Grant gallery de Madrid hasta el 26 de julio. C/ Miguel Servet, 21. Martes – Viernes: 11.00 – 22.00 / Sábado y Domingo: 12.00 – 22.00

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