San Sebastián, entre lo desternillante y lo siniestro con ‘El autor’

El actor Javier Gutiérrez protagoniza 'El autor' de Martín Cuenca.

El actor Javier Gutiérrez protagoniza ‘El autor’ de Martín Cuenca.

El actor Javier Gutiérrez protagoniza El autor de Martín Cuenca.

El actor Javier Gutiérrez protagoniza El autor, de Martín Cuenca.

Arranca la 65 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián con un par de pesos pesados dentro de la Sección Oficial. ‘El autor’, del español Manuel Martín Cuenca, una comedia negra sobre el proceso creativo, está basada en la primera novela de Javier Cercas. También con una novela como punto de partida, pero esta vez de Marguerite Duras, se pudo ver ayer la demoledora, conmovedora y angustiosa ‘La doleur / Memoir of pain’, del francés Emmanuel Finkiel, con una magnífica interpretación de Mélanie Thierry que bien podría verse premiada en esta edición del festival. Un año más presentamos a los lectores de ‘El Asombrario’ las claves de las películas que más nos han impresionado en el festival donostiarra y que marcarán buena parte de la temporada cinematográfica.

El autor. Manuel Martín Cuenca. España. Sección Oficial.

Lo más relevante de la nueva propuesta de Manuel Martín Cuenca no es el nudo, sino los elementos de la escenografía que acompañan la trama, lo que te completa mentalmente el cuadro. Las tiras de papel agitándose en la máquina de aire acondicionado, el chirrido del ventilador, los animales disecados… En El autor los giros sutiles de la trama son lo más, y el nada sutil e imprevisible final, el mejor. La película se narra con humor, que es un arma de conquistar almas. Lo mejor de la película es el guión y lo menos logrado algunos clichés que buscan su justificación en el tono de sátira general de la pieza. El autor ganó el premio Fipresci de la crítica en el festival de Toronto, celebrado recientemente. Martín Cuenca es el primer director español en lograrlo. El almeriense lleva ya cuatro citas en San Sebastián, la última con Caníbal (2013).

Como ocurre con mucho del cine español moderno más interesante (pienso en Carlos Vermut), por un momento sales de El autor pensando que podría haber sido otra gran película de Pedro Almodóvar, así de alargada es la sombra del director manchego. «Al espectador le gusta que le den la razón, pero cuando no le dan esa razón es cuando más se da cuenta que aprende», dijo Manuel Martín Cuenca en la rueda de prensa posterior. La película está basada en la primera novela de Javier Cercas. “Adaptar una novela es respetar su esencia, quedarnos con su almendra, el núcleo, pero yo haciendo el guión no la releí. Justamente no hay que respetar la letra de una novela si quieres respetar su espíritu”. «Manuel Martín Cuenca no se repite como director, después de haber hecho Caníbal podía haber seguido explotando ese territorio y no lo ha hecho. Se reinventa con cada película», continuó el guionista Alejandro Hernández. “Todo esto tiene sentido si alguien me está escuchando y pone dinero para la siguiente película”, finalizó el director refiriéndose a la presentación de la película en este festival.

El objetivo del protagonista de esta cinta que se desarrolla en la ciudad de Sevilla es ser un novelista de prestigio. Para eso está dispuesto a hacer lo que haga falta, incluso influir en la realidad como él mejor entiende que le conviene a su novela. Mi personaje es “obsesivo como todo creador». «No me gusta justificar, sino defender a los personajes que hago. En este caso nos pusimos en manos del mejor director de actores del cine español», dijo el protagonista Javier Gutiérrez en la comparecencia ante los medios. “Nunca he disfrutado tanto en el proceso creativo», apostilló el actor, que ya fue galardonado en este mismo certamen con la Concha de Plata al mejor actor en 2014 por su interpretación en La isla mínima. Sin embargo, en esta ocasión algo le falta a su interpretación para que el espectador caiga rendido a sus pies. Alrededor de él, los secundarios aportan luz a una historia que juega a lo del regador regado. Incluso hay uno, interpretado por Antonio de la Torre, que hace poner a Gutiérrez las pelotas encima de la mesa, literalmente. “Mi madre se va a coger un sofocón cuando vea ese momento”, admitió el actor.

La película mezcla lo desternillante y lo siniestro. Juega bien con el desconcierto y la perplejidad, aunque es muy brusca en la elección de algunos encuadres en los cambios de secuencias, sobra esa necesidad de aportar marca de autor. Y es brillante por momentos, como en la secuencia de postal en el mirador al atardecer, culmen del coitus interruptus de una relación que el espectador está deseando que culmine. La mexicana Adriana Paz está excelente en el papel de Irene; y la música de José Luis Perales, principal elemento irónico que sirve para cohesionar todo el filme, tiene ese efecto de meterte de lleno en el universo de la película ya desde los créditos de inicio. (L. R.)

La doleur / Memoir of pain. Emmanuel Finkiel. Francia. Sección Oficial. 

“De todas las mujeres que esperan, yo soy la más cobarde”. Lo dice la actriz Mélanie Thierry, seria candidata a ganar una Concha de Plata por su interpretación en La Douleur / Memoir of pain, película del francés Emmanuel Finkiel que concursa en esta 65 edición del festival de San Sebastián. Finkiel firma también el guión que, a su vez, está basado en la novela autobiográfica de Marguerite Duras de 1985 El dolor.

En el verano de 1944, en una Francia ocupada por los nazis, el marido de la escritora, Robert Antelme, es detenido por formar parte de la Resistencia. Duras, que también formaba parte de la organización, se transforma entonces en una mujer de acción utilizando su ascendente sobre el policía colaboracionista Rabier para tratar no sólo de defender en la distancia a su marido, sino también para conseguir información privilegiada de los planes de la Gestapo.

Finkiel ha construido una película devastadora que deja sin aliento pese a su extenso metraje (126 minutos). Filma la desolación absoluta producida por la guerra y el fanatismo. Y desde la pantalla nos llega un canto a lo que nunca más debemos dejar que vuelva a ocurrir. Gran parte de la culpa de esa efectividad la tiene el discurso narrado en monólogo interior de los sentimientos de la propia Duras.

Durante la ocupación alemana ella se nos presenta como una suerte de contenida Mata Hari intelectual que seduce y se deja seducir por el mismo policía que dirigió la investigación que terminó con la detención de su marido. Es en esta primera parte de la película cuando vemos las aguas de la costa retirarse mar adentro presagiando el maremoto que llegará más adelante cuando la guerra termine. En la Francia ocupada no hay espacio para la reflexión. Solo para la acción.

Todo comienza a cambiar cuando se sabe que los aliados derrotarán a los alemanes. Finkiel sitúa entonces una de las escenas más logradas de la película. Esa en la que la heroína vuelve a infiltrarse, por última vez, en el epicentro mismo de los colaboracionistas y solo ella sabe que todos ellos ya no son otra cosa más que cadáveres. Ellos tan solo lo intuyen, pero siguen bailando al son de la orquesta como si estuvieran en la cubierta del Titanic. El alcohol, tan presente en la obra de Duras, la llena de coraje hasta lograr que pierda el miedo y el pudor, besando, en una memorable secuencia, los labios del fornido policía.

Entonces comienzan a llegar los primeros signos de la marejada. Casi es peor la posguerra que la guerra misma. Duras se ha convertido en una de miles de mujeres que esperan. De mujeres que desesperan aguardando el regreso de sus seres queridos. “De todas las mujeres que esperan, yo soy la más cobarde”, confiesa entonces adivinando el suplicio y el dolor que acecha. Es cobarde porque es incapaz de olvidar. Llegan noticias de las atrocidades cometidas por los nazis durante la guerra. De la frialdad de las tremendas matanzas. De las condiciones de vida en los campos de concentración. Los personajes que vuelven del infierno son incapaces de expresar con palabras la realidad de una maldad absoluta que se convirtió en cotidiana en el pasado más reciente y que ahora regresa a la orilla como una ola de implacable violencia. Y en la cresta de esa ola, a una altura de vértigo, está la espera. El optimismo y el pesimismo en una batalla febril y encarnizada hacia la locura.

Finkieln utiliza recursos cinematográficos como el desenfoque, los primeros planos o los personajes que se observan a sí mismos desde fuera para subrayar el dramatismo del horror invisible en el que transcurre la acción de esta dura y necesaria película. (M. C.)

Call Me by Your Name. Luca Guadagnino. Italia-Francia. Sección Perlas.

Call Me By Your Name, dirigida por el italiano Luca Guadagnino, con guión de James Ivory, exhibida en la sección Perlas, empieza pareciendo una inocua película sobre el despertar sexual de un joven de 17 años en algún lugar del norte de Italia en verano de 1983 y termina siendo una desgarradora historia de amor homosexual entre Elio y Oliver en los tiempos, cercanos, en los que no era habitual ver a dos hombres cogidos de la mano por la calle. La secuencia del padre de Elio en que habla con su hijo aún impactado por el dolor de la pérdida constituye un momento climático superior, no en esta película, sino en el cine en general. Estrenada a principios de año en Sundance y con exitosas presencias en festivales como Berlín y Toronto, el filme de aire naturalista se desarrolla con luminosa delicadeza en la forma en que relaciona a los distintos personajes de la historia y en su puesta en escena. Una joya que, casualidades del destino, podría ser, una década antes, la versión italiana a la española Verano 1993, con la cual guarda algunas similitudes. (L. R.)

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