Sitges 2015: secta y paranoia encumbran ‘The Invitation’

Fotograma de la película ‘The invitation’.

Fotograma de la película 'The invitation'.

Fotograma de la película ‘The invitation’.

Hoy os damos cuenta de otras cuatro buenas cintas que han pasado por el Festival de Sitges, incluyendo la inquietante y opresiva ‘The Invitation’, que recibió el Premio a la Mejor Película. Pudiendo premiar a directores consagrados en el género del terror o de lo fantástico que han presentado en el Sitges trabajos con su estreno ya asegurado, el jurado del certamen prefirió otorgarle el máximo reconocimiento a una obra nacida para fortalecer el circuito de cine independiente norteamericano.

POR GERARD EUGENI MUR SOLÉ

Sin ser una obra excelente, es una merecida y acertada elección que dará un empujón a una directora, Karyn Kusama, que hasta el momento había pasado bastante desapercibida (Jennifer’s Body). El hecho de ser una cinta indie dirigida por una mujer no tuvo el menor peso al tomar la decisión. Simplemente, según el actor Carlos Areces, miembro del jurado, este filme fue el que más consenso cosechó entre sus compañeros de deliberación. «No era la preferida a escala personal, pero todos la teníamos situada entre los tres primeros puestos de nuestro ranking». Durante la rueda de prensa del palmarés hubo curiosidad por saber los motivos que les llevaron a reconocer The Invitation y dieron uno tan eficaz como inequívoco: recluta tu atención hasta los últimos minutos.

La película es un convincente trabajo de aprisionamiento. Te capturan rápidamente las sospechas que el protagonista va gestando sobre las razones por las que su ex mujer –con la que tuvo un hijo que falleció– le ha invitado a cenar junto a su actual novia y el grupo de amigos del instituto después de años sin encontrarse. Aunque de entrada el argumento de la reunión de colegas que acaba convertida en un infierno no es de lo más original, en el caso de la ganadora lo que la hace singular y turbadora es la asfixiante atmósfera que se va creando gracias a la actitud de Will, el personaje principal. El actor Logan Marshan-Green acapara muchos minutos de metraje. Siempre con la misma postura: plantado mirando por la ventana, se queda absorto valorando la credibilidad de sus presagios. Un recurso muy bien utilizado por la directora, porque las dudas de Will sobre cómo acabará el encuentro contagian al espectador, que también empieza a no estar seguro de si todo es una amarga paranoia o en realidad hay algo oscuro. No ayuda a rebajar sus sospechas que su ex mujer y el marido confiesen durante la cena que han entrado en una secta para poder superar –ella– la muerte del hijo. Así, secta y paranoia se apoderan de una extraña velada que deja al protagonista como un maniaco al que no sabemos si darle o no la razón.

Otra película que también salió muy bien parada en el palmarés es The Final Girls, de Todd Strauss-Schulson, que ganó el Premio Especial del Jurado y el reconocimiento al mejor guion. M. A. Fortin y Joshua Miller son los artífices de este original juego de cajas que cuenta la historia de Max, una adolescente que pierde a su madre en un accidente de tráfico. Las dos se reencontrarán cuando ella y su grupo de amigos, mientras huyen de un incendio en la sala de cine, queden atrapados en una de las cintas slasher -subgénero del cine de terror estadounidense que se resume en: psicópata asesinando a jóvenes a diestro y siniestro- en la que, precisamente, actúa su progenitora, actriz de profesión. Desde el momento en que caen en la ficción de Campamento Baño de Sangre 1, todo se convertirá en una espiral de maniobras para evitar que se cumpla el guion de la película, que ya conocen y no es nada tranquilizador. En The Final Girls aparecen todos los personajes distintivos del slasher: la rubia tontaina, el fardón salido, la chica rara, el afroamericano sabiondo y el asesino con el rostro escondido tras una máscara que carga con una historia trágica de acoso escolar. Strauss-Schulson y sus guionistas homenajean así a este subgénero que tantos sobresaltos nos ha provocado y lo hacen con gracia, desde el humor y la imaginación. El director recurre a ingeniosos detalles visuales como flashbacks que desatan los protagonistas para salvarse de la ficción de la que no pueden escapar y los créditos finales. Cajas dentro de cajas.

Se quedó sin premios, inexplicablemente, el thriller de carretera Cop Car. Jon Watts –el próximo director que encabezará una superproducción de la saga Spiderman– ha rodado una estupenda y sencilla película a la que no le faltan temas subyacentes: la inocencia de la infancia, la familiarización de las armas y la doble moral de la policía. Dos chavales preadolescentes salen a los áridos campos que rodean su pueblo para buscar una gran aventura. Lo primero que encuentran es un coche de policía abandonado que les incita a cometer una ingenua y excitante travesura: explorar el vehículo y conducirlo por carreteras despobladas. Lo segundo con que se topan es con su propietario, un malintencionado y nada empático sheriff (Kevin Bacon), que no permitirá que dos críos le echen a perder el plan que tenía urdido y que implica el tráfico de drogas como cometido. Grisácea y sobria, Cop Car es un buen ejemplo de cómo una idea simple puede convertirse en un portentoso resultado con intención de estimular la reflexión.

La que, por muy bien resuelta que esté, no pudo llevarse ningún galardón fue la argentina El Clan, de Pablo Trapero (Carancho). Estuvo programada para la sesión sorpresa –elección criticada por su ausencia de terror y fantasía- y no entraba en concurso. Aunque no hay duda de que los premios le continuarán llegando. De momento ya atesora uno de gran prestigio: el León de Plata de la pasada Biennale para la mejor dirección. En su último trabajo, Trapero ha querido trasladar a la pantalla la historia de los Puccio, una familia bonaerense que en la década de los ochenta intentó ascender económicamente secuestrando a empresarios. El núcleo familiar al completo sabía lo que se cocía en casa, pero nadie se atrevió a detener al patriarca por una razón ruin: no les faltaría dinero. El director narra este pasaje de la crónica negra argentina sin caer en la gravedad o la conmoción. Sencillamente, constata y documenta con un tono realista lo que pasó. Por ejemplo, prefiere eludir una música que subraye los momentos más siniestros e incluye en varias partes, sin desentonar, a The Kinks como protagonistas sonoros –con la inimaginable Sunny Afternoon–. En ese sentido, tampoco es pesada la atmósfera a pesar de que el guion daba para un mayor tormento del espectador. El único que llega a acojonar es un magnífico Guillermo Francella en el papel de Arquímedes Puccio. Con su mirada fija y amenazante, toda la familia está destinada al silencio y la obediencia. La película llegará a nuestras pantallas el próximo 13 de noviembre precedida de un gran éxito en su país, donde superó la cifras alcanzadas por Relatos Salvajes.

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Comentarios

  • Alex Mene

    Por Alex Mene, el 22 octubre 2015

    Buen artículo. Habrá que ir a ver todas esas interesantes películas y dejarse llevar por esos cuentos de terror.

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