«Suecia exporta música porque los rockeros dan clase en las escuelas»

El periodista Diego A. Manrique. Foto: Óscar Carriqui.

El periodista Diego A. Manrique. Foto: Óscar Carriqui.

Ingenioso, mordaz, dueño de una fina ironía, Diego A. Manrique (Burgos, 1950) es el crítico musical español más prestigioso de los últimos 40 años. Sus crónicas son la combinación perfecta entre información y opinión. Prueba de ello es el Premio Nacional de Periodismo Cultural con el que fue galardonado en 2014.

Por BÉNETO BUENO

Lo primero, enhorabuena por el Premio Nacional de Periodismo Cultural. Hace poco mostrabas tu incre­dulidad por que te lo hubieran concedido siendo un periodista musical. ¿Por qué esa incredulidad?

Hombre, la música popular no está especialmente valo­rada en España. Ese premio parecía destinado a periodistas que patrullan el territorio de la literatura, de ahí mi incre­dulidad. Me cayó totalmente por sorpresa; ni me presenté ni sabía que alguien fuera a presentarme como candidato.

¿Crees que para recibir este premio y que tu labor de tantos años fuera valorada ha sido necesaria la publi­cación de tu libro ‘Jinetes en la Tormenta’?

Supongo que ha sido decisivo: el libro es un soporte maravilloso… y respetable. Tuve la fortuna de que Jinetes en la tormenta se vendiera bien, y seguro que eso aumentó mi visibilidad. Yo dudaba de su comercialidad: casi todos los textos incluidos están disponibles gratuitamente en la web de El País. Pero procuré aumentar su utilidad como libro de consulta: se añadió un doble índice, de nombres y de títulos.

Respecto a ‘Jinetes en la Tormenta’, ¿está todo o hay algo que por pudor has dejado en la chistera?

Procuré añadir a cada texto un pequeño prólogo, donde contaba algo inédito sobre las entrevistas o el impacto de los artículos. Y dudé mucho al incorporar dos anécdotas. La primera, una entrevista a Lou Reed, que terminó con él acariciándome la rodilla. Lo conté matizando que pienso que no había ninguna intención erótica. En la segunda, creo que me equivoqué al recriminar a Álvaro Secretos Urquijo que viviera en el campo. Quizás lo hice por un poso de rockismo: eso de que el músico debe reflejar la experiencia urbana y ser parte de una comunidad rockera… Disculpas, Álvaro.

¿Crees que debería haber una educación básica musi­cal en los colegios (más allá de la música clásica) que estimule el conocimiento y la escucha de discos?

Sin duda. Tengo una teoría para explicar que Suecia sea un país netamente exportador de música y es la educa­ción en los colegios, que en muchos casos está a cargo de antiguos rockeros. Eso también explicaría que Suecia sea una especie de Parque Jurásico musical, donde sobreviven todas las tendencias del pasado…

En tu experiencia entrevistando a artistas, ¿los más grandes son los más profesionales?

En general, sí. Las superestrellas tienen equipos muy bien engrasados y saben que no se gana nada puteando al periodista. Su discurso suele estar bien desarrollado, saben disfrazar su lobo interior (si lo hubiere) bajo piel de cordero y entienden perfectamente el ritual de la en­trevista: aparentar que abren su corazón, proporcio­narte titulares o anécdotas, hacerte sentir importante durante esos minutos…, el trueque de su tiempo por nuestras páginas.

A pesar de la entrada de nuevas fuerzas políticas, ape­nas se escucha la palabra “cultura” —y mucho menos “música”— en ningún debate. ¿Tienes la sensación de que independientemente de quién gobierne la cosa va a seguir igual?

Parte de la culpa la tiene el mundillo de la música. Nunca se ha hecho respetar tanto como, por ejemplo, el del cine. Y ni siquiera se ha concienciado a los comunicadores para que lo hagan… En una tertulia radiofónica, algunos participantes se ofendieron cuando me oyeron decir que “España es un país poco musical”. Ante su encrespamien­to, solo tuve que responder: “A los hechos me remito” y contar algunas particularidades de la situación española. “Pero hay mucho talento”, insistieron. “Y no hacéis nada por él”, respondí.

En esta era digital, ¿sigue siendo importante el papel para la publicación musical?

Tendemos a lo apocalíptico, siempre pensamos que X será reemplazado por Y y luego por Z. En realidad, se llega a una convivencia inestable. Habrá streaming y descargas, LPs y CDs. Y lo mismo con la prensa. Se están probando fórmulas inéditas como los Cuadernos Efe Eme, el concepto de libro-revista trimestral, de venta directa. Aunque esté en el filo de la rentabilidad, seguirá habiendo prensa de papel.

La pregunta del millón: ¿Cómo va a acabar o evolucio­nar el ‘chiringuito’ musical? ¿Desaparecerá, seguirán grabando álbumes los artistas, acabará siendo todo gratis, el crítico se convertirá en un prescriptor…?

Ya somos más prescriptores que otra cosa, aunque yo prefiero vernos de forma más romántica, como guías de safaris por territorios inabarcables. Quizás la industria termine en unas estructuras casi artesanales, como la tienda-editora-distribuidora de Jack White en Nashville.

¿Qué cosas puede cambiar la música, aparte del estado de ánimo de las personas?

La música te amuebla la soledad. Paradójicamente, también te ayuda a sentirte parte de un colectivo, de un subgrupo. Te da profundidad emocional, sentido de la historia y de la continuidad de unas tradiciones.

El acceso gratis a toda la música no está trayendo un mayor interés por esta, salvo en aquellos que ya lo tenían. ¿Y entonces?

No lo veo así. Hay todo un underground de fans, co­leccionistas, estudiosos que cuidan de preservar el legado de artistas y tendencias. Son verdaderos curators que están adquiriendo responsabilidades que antes estaban en manos de las discográficas y revistas. Comparado con la cultura de la escasez en la que crecí, esto es el paraíso. Seguramente no se puede sostener (aunque Jeremy Rifkin lo discute), pero la vida ahora como consumidor consciente resulta más fácil.

Sabemos que es difícil, pero ¿podrías hacer dos listas de tus 10 discos y 10 canciones imprescindibles? Por favor.

Ah, los discos de la isla desierta… Como soy fan de las canciones, pillaría colecciones de grandes éxitos. De los Four Tops en Motown, de los Searchers en Pye, de Louis Jordan en Decca, de José Alfredo Jiménez, de Gar­del, de Prince, de Jorge Ben, de The Byrds… No, al final también pillaría álbumes completos: Blonde on blonde, Revolver, Aftermath, Échate un cantecito, Face to face (Kinks), Ogringo (Bernard Lavilliers), Screamadelica (pero en la versión ampliada, con el EP de Dixie Narco). Reconozco que las canciones favoritas cambian día a día: hoy podría ser The ocean, de Richard Hawley.

Diego A. Manrique (Burgos, 1950) es un periodista musical galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Cultural (2014). Sus crónicas musicales han sido recogidas en el volumen Jinetes en la tormenta (Espasa, 2013).

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Comentarios

  • Pedro

    Por Pedro, el 11 junio 2015

    Como fan de la música Rock siempre estuve en la órbita de grandes periodistas musicales (de la prensa escrita), como es el caso de Diego A. Manrique o del que para mí es el más grande de todos, Jordi Sierra i Fabra. También les debo un cachito importante de mi formación a Carlos Tena y a Àngel Casas y su emocionante Musical Express. En la órbita que ellos y otros en las ondas me pusieron, claro. Radio Club 25, que en sus inicios, allá por el 79, y durante unos años, antes de perder su identidad y finalmente desaparecer, educó a jóvenes que como yo encendíamos la radio deseando ser penetrados por el gusto heterogéneo e inteligente de los locutores que programaban música con pasión y sabiduría, con independencia.
    Hoy a pesar de que según Manrique vivimos la posibilidad de encontrar cualquier cosa como consumidores de música no pienso que vivamos en un paraíso. Entiendo, insistiendo en la misma idea, que ahora es más fácil acceder a la información e, incluso, conseguir las piezas musicales más buscadas (siempre que uno pueda costearlo) en cualquier formato o soporte, pero no puedo olvidar que ese grupo de maestros y maestras musicales con que yo crecí y que me ayudaron a formarme como amante y conocedor de la música de nuestro tiempo, no ha sido objeto de ningún tipo de relevo generacional en la tarea de educar a quienes les necesitan hoy aunque no sean conscientes de ello, a pesar de que, por ignorancia seguramente, no lo vean necesario. Vaya mi eterna gratitud a esos jinetes de la tormenta que también fueron mis maestros, entre los que está siempre Diego A. Manrique. Gracias

  • Manuel

    Por Manuel, el 12 junio 2015

    Milagro!!!

    No le han preguntado por Radio 3.

    Grande, Manrique.

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