Two door cinema club. Un trío con dos puertas

TWO DOOR CINEMA CLUB ES UN GRUPO AL QUE LA FAMA PUEDE PASARLE UNA MALA JUGADA. UTILIZADOS SISTEMÁTICAMENTE PARA ANUNCIOS Y CORTINILLAS TELEVISIVAS, SU MÚSICA CANTARINA HA CONVENCIDO A MEDIO MUNDO.

MANUEL CUÉLLAR, Madrid

El pasado 25 de agosto, New Musical Express (NME), una de las publicaciones musicales más prestigiosas del mundo, se hizo eco de la siguiente noticia: Tres chavales del norte de Irlanda, que se hacen llamar Two door cinema club (TDCC), habían tenido que añadir un concierto más en la sala 9:30 de Washington D. C, después de que el equipo del presidente Barack Obama hubiera comprado todas las localidades de la primera actuación de la banda en la capital estadounidense prevista para el 2 de octubre. NME citaba como fuente al tabloide británico The Sun, pero la presunta noticia adquirió tales dimensiones y fue replicada por tantos medios que Alex Trimble, cantante del grupo, se vio obligado a desmentirla tres días después utilizando la BBC como amplificador. “No sabemos si Obama es fan nuestro o no, pero cuando vimos la noticia publicada en periódicos de India, Australia y China, pensamos que era el momento de hacer algo”, dijo entonces Trimble que casi un mes antes había tenido, además, el honor de cantar al paso de la antorcha olímpica casi al final de la ceremonia inaugural de los juegos en Londres.

La anécdota sobre Obama, ofrece una pista de la dimensión del fenómeno en el que se han convertido (o muchos desean convertir) estos tres amigos que apostaron por los instrumentos en lugar de la universidad y que con 23 años recién cumplidos y un segundo disco, Beacon, lanzado a principios de septiembre, van camino de instalarse en la categoría de penúltimo pelotazo musical llegado desde Irlanda.

El caso de TDCC se podría calificar, cuando menos, de curioso. Su posición vital como banda trasciende el lugar común de La reválida del terrorífico segundo disco en el que un grupo se la juega, pues lo cierto es que su primera entrega Tourist history (2010)tuvo un paso más que discreto por el termómetro de las listas de éxitos y no logró llegar ni al puesto número 20 tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos, según Billboard. Sin embargo, aquella primera zambullida en la piscina de tiburones de la industria musical, logró el lanzamiento de cinco singles, llegar a disco de oro y hacerse con el premio Music Choice al mejor álbum de Irlanda. Era un disco saltarín, popero, alegre y desenfadado que poco a poco logró que el nombre de TDCC se transmitiera de boca a oreja. Pero, sobre todo, en lo que coincidía la mayoría de los críticos era en adjudicarles unos directos explosivos, trepidantes y divertidos. Caminaron el camino pasito a paso y escenario a escenario.

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Lo primero que sorprende al observarlos sentados en un sofá del lobby de un hotel es lo insultantemente jóvenes que son. Alex Trimble (voz, guitarra y programaciones) y Sam Halliday (voz y guitarra) parece que fueran al sacar el tirachinas en cualquier momento. Tienen esa pinta de haberse escapado de alguna de las aventuras de Daniel el travieso tan repeinados, con bermudas de colores y esa mirada de ir a romper todos los platos que se les pongan por delante. A ellos se une el bajista Kevin Baird, que juega en otra división: la del malote tatuado con vaqueros de color negro y camiseta blanca. “Esto es para una revista dominical de un periódico, así que lo puede leer tu abuela o tu madre. Pues urge una biografía rápida, ¿verdad?”, dicen entre los tres lanzándose miradas cómplices. Abre fuego Halliday: “Nos conocimos cuando teníamos 14 o 15 años en el instituto. Estábamos todo el día escuchando el mismo tipo de música. Nos encantaban los grupos del movimiento del post-punk. Empezamos a tocar muy pronto. Primero éramos cuatro, Patrick era nuestro batería y hacíamos versiones. Nos llamábamos Life without Rory, sí tuvimos ese nombre de mierda durante casi un año y medio. Entonces Patrick dejó la banda, queríamos hacer nuestra música, y como ninguno de nosotros sabía tocar la batería, pues empezamos a utilizar ordenadores y máquinas de ritmos (para los directos llevan a un batería contratado)”.

Dieron conciertos, conciertos y conciertos hasta que un buen día la barita mágica de lo cool decidió darles un toquecito en el flequillo. La discográfica Kitsuné, -que ellos califican como “un pequeño sello francés”, en palabras de Alex Trimble- apostó por el trío. Dicen que todo lo que se acerca a Gildas Loaec y Masaya Kuroki -fundadores en 2002 de una tienda con firma de ropa en París y que también edita música- se convierte, de inmediato, en Moderno, sí, así con mayúsculas. “No firmamos un contrato de mucha pasta”, asegura Baird, “nos fundimos todo el adelanto que nos dieron en la grabación del disco así que, cuando lo terminamos, volvimos a no tener un duro en el bolsillo, pero al menos teníamos algo grabado”. Primero fue un EP con cinco temas titulado Four words to stand on y después, el primer LP.

No se puede ser el más cool de la galaxia cool llamándote La vida según Rory, así que se pusieron a pensar. “Hay un cine en el barrio donde nos criamos de pequeños que se llama el Cine Tudor. A Sam, sin saber muy bien porqué, le dio por pronunciarlo mal y funcionó. (Fonéticamente Two y door se pronuncian prácticamente igual que Tudor). Era un lugar en el que habíamos pasado tan buenos ratos siendo enanos que resumía bien nuestros orígenes. Así salió el nombre”, explica Alex Trimble.

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La magia Kitusuné hizo su efecto: lanzamiento del EP en enero de 2009. Para diciembre, antes del lanzamiento de su larga duranción, ya eran señalados por la BBC como una de las grandes promesas de 2010 junto a Hurts, The drums y Delphic, entre otros. A partir de ese momento, los acontecimientos se precipitaron y TDCC eran requeridos en escenarios de todo el mundo. Han tocado en festivales como Benicassim, Glastonbury, Coachella, Lollapalooza, y Bonaroo por poner algunos ejemplos; han realizado giras por Estados Unidos y Europa, así como paradas en Japón, Corea, Indonesia, Singapur y Australia. Mientras, su música era utilizada para decenas de campañas de publicidad, teleseries y promociones. Definitivamente se convirtieron en los chicos del momento.

La pregunta es obligada. ¿Hasta dónde quiere llegar TDCC? ¿No os da miedo caer en lo ultracomercial demasiado pronto? “Seamos serios. Una banda que dice que para mantener su halo indie no quiere tocar en grandes estadios con un montón de público cantando sus canciones y gritando su nombre, directamente está mintiendo”, asegura Trimble. “Esa forma de ver las cosas es muy, muy antigua. Si careces de ambición, la carrera no tiene sentido. Nosotros creemos en tocar cada vez mejor en directo. Queremos que cuando volvamos a tocar a una ciudad en la que ya hemos estado, el local sea cada vez más grande. Cuando componemos o grabamos ni se nos pasa por la cabeza en el número de discos que vamos a vender. Beacon, por ejemplo, es mucho menos comercial que el primero sin duda. Es más interesante: hay canciones que son más electrónicas, pero también hemos querido incluir otras influencias como el rock, el hip hop de los noventa o el sonido de la era Motown. Es muy variado”. A Beacon le robó el número uno del Reino Unido Come of age, lo nuevo de The Vaccines, y se situó justo por debajo. El trabajo de TDCC grabado en Los Angeles ha cumplido expectativas y deja abierta la incógnita, esta vez, para la tercera entrega, donde los tres chicos de Bangor tal vez vean sus plegarias atendidas.

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