‘Un monstruo viene a verme’, de J. A. Bayona, conmueve San Sebastián

Lewis MacDougall y Sigourney Weaver en un fotograma de ‘Un monstruo viene a verme’.

Lewis MacDougall y Sigourney Wever

Lewis MacDougall y Sigourney Weaver en un fotograma de ‘Un monstruo viene a verme’.

La llegada de Sigourney Weaver ayer al Festival Internacional de Cine de San Sebastián levantó tanta expectación que su nombre se convirtió en trending topic de Twitter. La actriz recibirá hoy su premio Donostia y más tarde se proyectará la espectacular y conmovedora película Un monstruo viene a verme, de Juan Antonio Bayona, en la que la Weaver interpreta a la abuela del protagonista. Os dejamos, además, críticas-crónicas de otras dos interesantes películas que pasaron ayer por el festival: las entregas de Paul Verhoeven y Nacho Vigalondo.

Un monstruo viene a verme. Juan Antonio Bayona. España. Sección Oficial (fuera de concurso).

Juan Antonio Bayona lo ha vuelto a lograr. Un monstruo viene a verme es todo un despliegue de emoción y espectáculo que va directo, sin dar un solo rodeo, adonde tiene que ir: el corazón. Es tan conmovedora porque apela a sentimientos básicos y universales que cualquier espectador ha experimentado en algún momento de su vida: la duda, el miedo, la frustración, la ausencia, la esperanza, la rabia, el amor incondicional, la pérdida… Gran parte de la culpa de que la película de Bayona llegue a buen puerto la tiene el autor de la historia que se cuenta en ella. Patrick Ness firma no solo el libro en el que está basada la obra de Bayona, sino el propio guion de la película. A Monster call, título original de la novela, ganó en 2012 el premio al mejor libro infantil y juvenil en el Reino Unido.

Bayona sabe utilizar los grandes despliegues técnicos y de efectos especiales a favor de una conmovedora historia en la que los cuentos y fantasías tienen el poder de hacer vivible la vida real; el poder de servir de escudo, de defensa, ante la más dura de las realidades: la verdad. Pero también cuenta con una materia prima humana de primera calidad para llevar a buen puerto su obra: Lewis MacDougall, el chaval protagonista de la historia; Felicity Jones, su madre gravemente enferma, y Sigourney Weaver, su estricta abuela. Weaver montó un buen revuelo ayer a su llegada a San Sebastián, donde recibe su premio Donostia.

La película será un éxito allí donde vaya. Hace falta tener una coraza de postureo demasiado gruesa para que Un monstruo viene a verme no logre tocarte la fibra sensible. Habrá críticos que la tachen de comercial y efectista. Pero la verdad es que durante la proyección a la que asistió este cronista, el primer pase de prensa de la película en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, en una sala repleta hasta los topes de periodistas, no se escuchaba ni una mosca, salvo el mayoritario ruido de pañuelos enjugando lágrimas y sonando mocos. Emociona y mucho, eso es un hecho.

La versión de Bayona se inspira mucho en los dibujos que realizó Jim Kay para la edición original del libro de 2012. Hay fotogramas casi calcados de las ilustraciones, lo que habla del impacto que debió sufrir el director español la primera vez que el libro cayó en sus manos. Qué acierto que sea un monstruo quien se convierta en un gran amigo, y qué mejor amigo que un buen árbol. Confieso que tras ver esta película me declaro admirador incondicional de los Tejos. Quien tiene un árbol, tiene un amigo y quien tiene un amigo, tiene un tesoro.

Solo añadir y reconocer la enorme partitura que ha escrito Fernando Velázquez para esta película. Velázquez ya había trabajado con Bayona en El orfanato y Lo imposible, pero en esta ocasión su música ayuda, y cómo, a transportar las emociones como un eficacísimo vehículo.

Y finalmente una recomendación. No dejéis de ver los créditos finales donde Bayona ha logrado que tres amigos suyos, los componentes del grupo Keane, vuelvan a reunirse en un estudio para componer una canción para la película.

(M. C.)

Elle. Paul Verhoeven. Francia. Sección Perlas.

El director de Instinto básico (1992) dice que para la más intelectual de sus películas comerciales hasta hoy, este thriller psicológico Elle, tuvo en Ocho y medio (Federico Fellini, 1963), Las reglas del juego (Jean Renoir, 1939), y Sed de mal (Orson Welles, 1958) a sus directores de referencia. ¿Y Buñuel? La imagen de la protagonista Michelle (Isabelle Huppert) bajando con la pata quebrada al sótano recuerda tanto a Belle de jour (1967) y Tristana (1970) que extraña que no se refiera al director aragonés. Elle se iba a filmar en Boston (Estados Unidos), pero por su violencia se mudó a Francia. Y así entró en el partido Isabelle Huppert. La francesa -Premio Donostia 2003- vuelve a apabullar con una interpretación magistral. Diez años llevaba sin dirigir un largometraje de ficción el holandés, desde El libro negro (2006). ¿Aquí dirige Huppert o Verhoeven? El espectador duda por la soltura de movimientos de la francesa, por cómo la busca, sigue, encuentra y quiere la cámara. Verhoeven ha declarado en entrevistas todo lo que le aportó Huppert a su personaje desde el primer momento.

Si un tipo ha quedado con una tipa para violarla a porrazo limpio, algo atípico encierra esa relación. Pero Elle, basada en la novela de Philippe Djian Oh…, es más que solamente la explicación de lo que le ocurre a la pujante mujer de los negocios del videojuego con una infancia marcada por un suceso que deja en juego de niños cualquier historia para no dormir. Elle, que concursó en sección oficial del pasado festival de Cannes, es una película compleja (y sexi) en torno a relaciones humanas en el mundo actual, y aquí todas son radicales o perversas, casi todas sin salida. El ex con la profe de Yoga, el hijo en tumultuosa relación con su novia, el aparente sinsentido (¿parábola?) del hijo negro de ambos, la madre de Michelle con su semental a sueldo, ella misma con su amante, ella con su socia en los negocios, ella con su padre, con su violador… Que vivan siempre las películas sobre las relaciones humanas que interrogan con inteligencia al público adulto.

(L. R.)

Colossal. Nacho Vigalondo. Canadá. Sección Oficial Fuera de Concurso.

Que Nacho Vigalondo es un director raro con historias tirando a bizarras, aunque con el inestimable valor de apostar por llegar a un público amplio, no es nuevo. Con Colossal, protagonizada por Anne Hathaway, quizás le cuadre el círculo como nunca antes. Si fue bien recibida en el pasado festival de Toronto, su paso por San Sebastián tampoco ha dejado indiferente a nadie. “Antes que cineasta soy cinéfilo”, afirmó en la rueda de prensa convocada tras su pase a las nueve de la mañana en el cubo grande del Kursaal. “Y los directores que más me gustan siempre han generado tensiones. Un director debería esperar hacer siempre películas en el filo, como quien hace alta cocina. Esperar que guste a todo el mundo es como hacer fast food”.

Colossal es su película más grande y a ese altar le llevó el “sí, quiero” de Anne Hathaway. La estrella de Hollywood aceptó de forma «escandalosamente fácil». Con ella se le abrieron a la producción las compuertas a nuevas vías de financiación. El trayecto lo llevó a filmar en Vancouver con un equipo y elenco casi enteramente norteamericanos. “El título original iba a ser Santander», explicó. En la rueda de prensa, el director nacido en el pueblo cántabro de Cabezón de la Sal afirmó que la película estaba en su cabeza desde hace años, “faltaba la manera de encauzar en una historia esa idea de la maldad que se produce cuanto aprietas un botón y alguien muere al otro lado del mundo».

Anne Hathaway y Jason Sudeikis en Colossal. Foto: Voltage Pictures, Brightlight Pictures.

Anne Hathaway y Jason Sudeikis en ‘Colossal’. Foto: Voltage Pictures, Brightlight Pictures.

De las cosas interesantes de este filme sobre unos jóvenes transfigurados en gigantes que arrasan Seúl, es que supera el dilema de quien vuelve a su pueblo de origen después de fracasar la aventura en la gran ciudad. Así arranca esta película que también es una historia sobre la cobardía. «Hablar de un cierto tipo de masculinidad tóxica lo había hecho ya en anteriores trabajos, pero no desde la perspectiva de una mujer como aquí”, continúa. Los periodistas le presionan para que hable del significado profundo de Colossal. «Tiene cinco capas de significado, pero las películas deben poder contarse por sí mismas. Las etiquetas que explican las obras en los museos le hacen un flaco favor al arte”.

Para terminar, el director de 7.35 de la mañana (2003), corto nominado a los Premios Óscar, afirma que vive su carrera sin un plan trazado. «La película está vendida a una distribuidora en Estados Unidos y eso le va a dar una proyección mayor que todo mi cine anterior. Lo mismo me gustaría hacer una próxima película minúscula al lado de casa que hacer una más grande que esta, no tengo un camino prefijado». Sí adelantó Nacho Vigalondo, sin poder todavía avanzar más, que «algo flota en el aire y colmaría mi deseo de poder hacer televisión en Estados Unidos».

(L. R.)

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