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‘Mia madre’, otra elegía magistral de Nanni Moretti

Por Antonio García Maldonado, el 20 de enero de 2016, en General

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Fotograma de 'Mia Madre'

Fotograma de ‘Mia madre’.

El director italiano Nanni Moretti regresa con una elegía a la madre que agoniza. ‘Mia Madre’, que pasó con éxito de crítica y público por los festivales de Cannes y San Sebastián, es un retrato universal de la soledad, una película intensa y desgarradora, con un guion contenido en torno a lo inevitable, eso para lo que nunca nadie encontró entrenamiento: perder a su principal seña de identidad.

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Durante los últimos años he leído varios libros elegíacos sobre lo que supone a un hijo la pérdida de la madre. Richard Ford, Tahar Ben Jelloun, David Rieff, entre otros. También algunas cartas o poemas, como los de Albert Camus o Fernando Pessoa. Menos Michel Houellebecq, todos los autores que he leído estos años han pintado un recuerdo candoroso, agradecido, de sus madres. Comprensivo con lo que, en sus juventudes, veían como un exceso de celo vigilante que los desesperaba, o con la moral conservadora que intuían en cada comentario que contradecía sus veleidades.

El hijo busca, de alguna forma, una redención, consciente del esfuerzo inmenso que es la crianza y educación que él supuso. Para la mujer es uno de las pocas consecuencias positivas del machismo arcaico: si la mujer estaba en la casa al cuidado de los niños, y el padre representaba la autoridad, no es de extrañar que en la literatura, en las artes en general, abunden mucho más las elegías a madres que a los padres, que más frecuentemente han sido objeto de cartas reprobatorias, como dejó bien sentado Kafka («Tú sólo puedes tratar a un niño de la misma manera con que estás hecho, con fuerza, ruido e iracundia, y esto te parecía además muy adecuado»). Las madres han sido mucho más lloradas que los padres.

Por suerte aún disfruto de mi madre, así que soy incapaz -de otra forma que no sea con un ejercicio imposible o insuficiente de empatía- de saber cómo se vive dicha pérdida. Quizá por eso, la frase que más recuerdo sobre este tema no es la de un hombre que llora a su madre muerta, sino la de un escritor joven, Rodrigo García, en Borges –un librito de edición casera que encontré en Buenos Aires–, donde el autor imagina qué puede suponer que su madre muera, en un futuro que aún no ve cercano:

“Cuando se muera mi madre, se va a morir mi memoria, porque mi madre sabe el día y la hora y la cara que puse delante de todo lo que me ha pasado en la vida. Cuando se muera mi madre, no voy a saber nada, por la poca importancia que le di a mis pasos –los tomé como lo que son, pasos– y ya está”.

Moretti despide a su madre

Mia madre, la nueva película de Nanni Moretti, es una elegía que nace de la propia experiencia del director italiano. Su madre –a la que sacó en algunas de sus películas en escenas memorables– murió mientras él rodaba su anterior película, Habemus Papam (2011), de modo que la historia de Margherita, directora de cine algo tiránica en pleno rodaje, es, en gran medida, la suya. El propio Moretti así lo ha admitido en diversas entrevistas. El director de Caro diario se ha reservado un papel secundario, el del hermano de Margherita, Giovanni. Ambos afrontan la muerte de la madre de forma distinta, en un contrapunto interesante sobre las maneras de asumir la muerte cercana, a veces disímiles en hombres y mujeres. La película, que previamente no había recibido buenas críticas en Italia, se presentó en el pasado Festival de Cannes con elogios y nueve minutos de aplausos.

Y no es para menos. Mia madre es una película intensa y desgarradora, con un guion sin grandes giros. La ambientación es contenida, el desenlace final queda claro desde el principio. No hay escenas subrayadas con frases o música melódica. Todo lo que vemos son formas de ser puestas en escena ante el hecho inevitable de la muerte de la madre. El mundo de Margherita se viene abajo cuando le comunican qué va a ocurrir con su madre, como la película que es incapaz de rodar, con una excéntrica estrella de Hollywood (John Turturro) que representa la inmensa frivolidad en la que se convierte el mundo cuando sólo tenemos en mente uno de los dramas esenciales por los que todos estamos llamados a pasar, si es que no morimos nosotros antes. Impagable su baile con una de las figurantes de la película que rueda Marguerita.

Por su universalidad, el retrato del desconcierto y la soledad ontológica que retrata, Mia madre me parece aún más interesante que la extraordinaria La habitación del hijo (2001), por más que ésta tratara el drama por excelencia que es sobrevivir a un hijo. Grandísima película.

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