Whiskas

LECTURA

SERGIO C. FANJUL

Hoy Erika ha llegado más tarde de lo normal, cuando ya había acabado el telediario y yo ya había cenado, y al verla aparecer por la puerta con esa cara de cansancio me he preocupado un poco, pero he seguido trabajando en el ordenador como si nada, para no preocuparla a ella. Las ojeras tatuadas. Erika ha arrojado el bolso sobre el sofá y el bolso ha caído como el saco de arena de una trinchera, igual que, acto seguido, ha caído ella misma sobre los cojines.

– Estoy hecha polvo – ha dicho

Yo he dejado el teclado del laptop, donde estaba afilando unos informes importantes.

– Vaya, cariño, lo siento. Ahora podrás descansar. Qué bien que ya estés aquí.

Erika entonces se ha desnudado completamente y, como suele hacer al llegar a casa, ha empezado a olisquear las esquinas del salón, sobre todo aquella de la estantería que siempre está llena de pelusas. Después de olisquearlo todo, ha mordisqueado un poco, siempre a cuatro patas, la puerta del pasillo. A mí no me gusta que mordisquee la puerta del pasillo, que la deja llena de marcas de los colmillos, pero como si se lo digo se pone como una tempestad y me llena de arañazos, me callo y me vuelvo a meter en mis informes. Menos mal que al cabo de unos minutos se ha puesto a juguetear con ese muñeco de goma babado, creo que es un extraterrestre, cuya forma original ya casi no se reconoce. Luego, más calmada, ha abierto su ordenador y se ha puesto con el Facebook.

– Joder, hemos tenido un juicio terrible hoy- ha dicho Erika-. Uno de mis clientes, el empresario siderúrgico, ha perdido unos 200 millones de dólares por no sé qué vertidos tóxicos.

– Bueno cariño – he dicho yo- 200 millones no son tanto. Lo cierto es que esos putos ecologistas podían dejar ya sus denuncias impertinentes y ser solidarios con la producción, que es lo que hace falta para salir del hoyo económico, y no tanto salvar el medio ambiente.

– Eso ya lo haremos después, lo del medio ambiente – ha dicho Erika-. Ahora hay otras prioridades.

Me he levantado y he cogido la fregona para limpiar los orines que Erika ha dejado por las cuatro esquinas, incluso sobre su maletín de cuero, se lo perdono porque ha tenido un día muy malo. Después he buscado los paquetes de Whiskas.

– ¿Qué te apetece cenar cariño? – he dicho- ¿Cordero con verduras? ¿Atún y sardina? ¿Pollo?

– Creo que hoy tomaré atún y sardinas. Muchas gracias cariño, tengo la cabeza como un bombo, puto fiscal…

Le puse los Whiskas de atún y sardinas en su recipiente y la observe comer con fruición, la observé resoplar y salivar, y casi atragantarse con los Whiskas de atún y sardinas. Siempre me dice que están muy buenos, pero no sé, yo no me atrevo. Me serví en su lugar un whisky con dos hielos en vaso bajo y, mientras me lo iba tomando, observando a Erika comiendo, agachada sobre el plato, solo esperaba que mi esposa no se cagara fuera de la arena esa noche.

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