11-M, una historia en imágenes de víctimas, héroes y villanos

La imagen tomada por Pablo Torres que dio la vuelta al mundo. ©Pablo Torres

La imagen tomada por Pablo Torres que dio la vuelta al mundo. ©Pablo Torres

La imagen tomada por Pablo Torres que dio la vuelta al mundo. ©Pablo Torres

El dolor y el duelo han sido tan grandes que, en estos diez años transcurridos desde el 11-M, nadie se atrevía a organizar una exposición del salvaje atentado en los trenes de Cercanías de Madrid. Ahora, la sala de la escuela de fotografía EFTI muestra la obra de Pablo Torres, que estuvo a punto de ser él mismo víctima de los explosivos. Un impactante recorrido en imágenes, desde el tren reventado de Atocha al piso de Leganés que dinamitaron los terroristas.

11 de marzo de 2004. Pablo se dirige a la estación de tren de Villaverde Bajo para ir al trabajo. Como cada mañana se para en el quiosco a comprar el periódico, pero hoy se entretiene unos minutos hablando con Loli, la quiosquera. Las elecciones generales son el domingo siguiente y especulan sobre si volverá a ganar el PP o será el PSOE quien recupere el Gobierno. Cuando llega a la estación, el tren se acaba de ir y tiene que esperar cinco minutos a que pase otro. Piensa: bueno, no pasa nada, son solo cinco minutos. Pero son esos cinco minutos los que hacen que no coja el tren que estallará al llegar a la estación de Atocha. El suyo, al llegar a Madrid, se queda a unos metros de la zona de llegadas junto a los que vienen de Alcalá y Aranjuez. Mientras espera sin saber qué pasa, mira por la ventana y ve un tren con el techo reventado; piensa que se ha caído la catenaria y ha matado a alguien. Hace una foto del vagón. Pero al mirar más detenidamente, se da cuenta de que todos los vagones están destrozados. Entre todos los pasajeros logran abrir las puertas y, cruzando las vías, llegan a un talud desde donde ven una escena que no se les olvidará nunca.

Así fue como Pablo Torres (Miguel Esteban, Toledo, 1954), periodista y fotógrafo, fue testigo de excepción de los atentados del 11-M y realizó una serie de fotografías, parte de las cuales se exponen ahora en El 11-M, diez años después, en la escuela de fotografía EFTI.

Pablo recuerda así ese momento: “Llevaba mi cámara pequeña digital, una Fuji compacta que me habían regalado por Reyes. La saqué y como no me manejaba todavía muy bien con ella, la puse en automático. Crucé las vías y al llegar y ver eso me quedé impactado, y eso que yo había trabajado siete años en sucesos en el diario Pueblo y había visto muertos de todos los colores; pero esto era un escenario de guerra; me recordaba a los Desastres de la guerra de Goya. Yo llegué sobre las 7.30 y estuve hasta las 9. No quise quedarme más porque me empecé a angustiar, no había cobertura y no podía contactar con mi familia, que no sabían si estaba vivo o muerto, mientras que yo estaba haciendo fotos… Al final pude hablar con mi hija. Al rato pasó un policía y dijo que nos fuéramos porque creían que había otra bomba por explotar. Me marché, porque pensé que, ya que me había librado por casualidad de viajar en aquel tren, no debía tentar a la suerte una segunda vez. Fue el azar. Hice las fotos desde un talud, no bajé a las vías para meterme entre la gente ni por supuesto entrar al tren. Hay dos cosas que me llamaron la atención: el olor, una mezcla de olor a carne y plástico, y el silencio. Un silencio tremendo; en algún momento pregunté algo a alguno de los heridos y no contestó, porque yo creo que no me oía porque tenía los tímpanos rotos”.

Entre esas fotos está una que fue portada de El País y por la que le concedieron el Premio Ortega y Gasset de Periodismo Gráfico 2005. «Es una foto en la que hay de todo. Hay muertos, heridos, solidaridad de gente sacando a los heridos, civiles ayudándose unos a otros. Es para mí el resumen de lo que es el 11-M, luego cuando ves que ilustran el 11-M con una foto de un tren vacío con un boquete, yo pienso que eso no es el 11-M, que puede ser el 12-M o el 13-M, pero no el 11. En esa imagen hay un pedazo de pierna en primer plano que algunos medios quitaron con Photoshop y por lo que algunos me criticaron, pero al hacer la foto yo ni me fijé, estaba pendiente de un chico asomado a una ventanilla que resultó que estaba muerto porque le faltaban las piernas. Hay imágenes mucho más fuertes que no he querido llevar a la exposición. Cuando me preguntan si no me dieron ganas de dejar la cámara y ponerme a socorrer a los heridos, yo pido que se fijen en la foto: cada uno de los heridos está atendido por alguien. Es también la fuerza de la imagen. Habla no solo de tragedia, sino también de ayuda, de solidaridad. Luego conocí a la mayoría de esa gente que ayudaba, porque unos días después empecé a localizarlos para un libro sobre los supervivientes del 11-M y un documental que hizo Pedro Costa que se llama Historia de una foto y que se puede ver en la exposición».

Estas once imágenes forman parte del primer apartado de la exposición, El Atentado, que se completa con fotografías realizadas en el polideportivo de la calle Téllez adonde llevaban a los heridos. “Ahí está una de mis favoritas, que he querido incluir, aunque está movida. Son dos hombres sentados apoyados en la pared con cara de tronados, no sabían lo que había pasado, se imaginaban que era un accidente, la onda expansiva les había quitado los pantalones”.

© Pablo Torres

© Pablo Torres

Atocha y otros espacios es el segundo apartado, que refleja las muestras de duelo que se sucedieron en todas las estaciones donde estalló una bomba. Cada persona dejaba lo que podía. Velas, flores, escritos, fotos. Supervivientes y héroes está dedicado a los heridos y la gente que estuvo ayudando a los afectados. “Localicé a muchos de los que aparecen en las fotos, como las enfermeras Nieves y Nancy. Paquita, la guineana. Lourdes, la ecuatoriana que está tumbada en primer término de la foto. O Sergio, sentado a pocos metros. Enrique García, un chico que ayudó a sacar a un montón de gente. Y los heridos fotografiados en los hospitales, como Zaira Obaya, que perdió la mitad de la cara, y Carmen, su ángel de la guarda. O el capellán que era músico y perdió el brazo derecho. También aparece una chica de Parla que estaba con dos amigas en Atocha que murieron y un hombre que se despertó cuatro días después en el hospital y, al ver las noticias en la tele, preguntó que qué era lo que había pasado en Madrid. Con algunos de ellos formamos un grupo y nos reuníamos en Atocha, lo hacíamos para tratar de estar juntos, incluso tuve que declarar en algún juicio y llevar mis fotos porque el juez no se creía que algunos de ellos fueran víctimas. Yo no me declaré víctima y nunca he cobrado por ningún acto relacionado con el 11-M en el que he participado, incluida esta exposición”.

El apartado Terroristas en Leganés cierra la muestra; en él se ve cómo quedó el edificio donde estaba el piso de Leganés (Madrid) que dinamitaron los terroristas cuando la policía intentó detenerlos. “Hice las fotos mezclado entre la gente para tener su visión”. También es un homenaje al trabajo de los bomberos, la policía, la Cruz Roja y los servicios auxiliares que se pasaron ahí horas y horas.

Treinta y cuatro fotografías forman esta exposición, la primera sobre el 11-M que se hace en Madrid. Su autor, Pablo Torres, trabajó como fotógrafo y redactor en el diario Pueblo hasta 1983, luego pasó a formar parte de la redacción de la revista Carta de España, donde escribe y hace fotos para los españoles que residen fuera de nuestro país.

© Pablo Torres

© Pablo Torres

“Yo quería hacerla, porque creo que el pueblo de Madrid se la merece, pero ha sido muy difícil encontrar una sala para exponer. Diego Caballo, antiguo miembro de la Agencia Efe, y yo recorrimos varios sitios, pero cuando lo proponíamos nos miraban como si le enseñaras un crucifijo a un vampiro y nos decían que no, que no la hacían porque se sufre mucho al verla. Al final encontramos a José Luis Amores, de EFTI, que nos dio su apoyo. Yo no entendía las negativas, porque ya han pasado diez años; el duelo está bien, pero diez años de duelo es mucho duelo y vivir como víctima es horroroso para cualquier persona; psicológicamente te destruye. A la gente hay que recuperarla e incorporarla a la sociedad. La gente tiene que vivir. No podemos estar continuamente lamentándonos. ¿Qué le puedes decir a unos padres que han perdido un hijo? ¿Lo siento? No le puedes decir nada. No tienen consuelo y yo entiendo su dolor, pero no puedes vivir así porque ese dolor te corroe, te anula y te acaba matando como persona”.

Sobre la teoría de la conspiración y de la colaboración de ETA, Pablo Torres es claro y directo: «Es una teoría delirante. Yo creo que está montada para justificar la mala actuación que tuvo Aznar ese día, que en lugar de estar visitando a los heridos en los hospitales, se dedicó a llamar a los directores de periódicos para convencerles de que el atentado era obra de ETA. ¿Cómo se puede ser tan inhumano?”.

‘El 11-M. Diez años después’. Hasta el 3 de abril. EFTI. Fuenterrabía, 4-6. Madrid. De 9.00 a 22.00 h.

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