Cultura: cómo sobrevivir al virus y fortalecer su sistema inmunológico

Teatro Pavón Kamikaze en Madrid.

Entre los afectados por el estado de alarma y la crisis posterior, las salas de teatro y conciertos.

Hace unos días el Ministerio de Cultura y Deporte lanzaba este mensaje: “Son días duros pero, gracias al sacrificio de todos y todas, los superaremos. Cada día que pasa estamos más cerca de pararlo, más cerca de volver a disfrutar de nuestras familias y amigos”. No podemos estar más de acuerdo. El mundo de la cultura se ha movilizado estos días con cientos de iniciativas más cercanas al ciberfetichismo, que diría César Rendueles, que a realizar propuestas concretas que permitan a creadores y artistas salir lo menos damnificados de la crisis, poner las bases para una interrelación efectiva futura entre creación, difusión, públicos y, sobre todo, corregir aquello que ha llevado al sector a la realidad calamitosa en la que se encuentra, de la que todos somos responsables.

POR Elisa Ortiz Fernández (artista), Juana Escudero Méndez (jurista), Mage Allegue Fernández (cooperación cultural) y Rubén Caravaca Fernández (dinamizador Cultural).

Reconforta que en los mensajes oficiales se agradezca a las gentes de la cultura cuanto están haciendo para que los días de este confinamiento obligado se alivien y se llenen de música, cine, lectura, teatro y visitas virtuales a museos, monumentos y archivos. Pero, más allá de esa gratitud, se hace necesario un reconocimiento real de las condiciones y las acciones -hoy ya urgentes- que se han de adoptar para que quienes alimentan y sostienen la cultura no sucumban a las largas semanas en que no podrán dar sus conciertos, continuar sus rodajes, seguir los ensayos o hacer la función de cada tarde, inaugurar esa nueva exposición largamente preparada, presentar el nuevo libro, celebrar el encuentro convocado, etc…

El Niño de Elche publicaba estos días en sus redes sociales: “Como bufones del reino, solo tenemos potestad de criticar al rey desde nuestra tribuna estatal para cubrir la cuota de democráticos, pero seguimos sin ser lo suficientemente exóticos como para sonar siquiera como un eco tranquilizador en sus proclamas. Pero, mientras, nosotros cantaremos gratis para sus gentes en sus casas y seguiremos leyendo poesía como palabra amor revolución y, sin duda, construiremos canciones, espectáculos, textos y pinturas para que después de todo esto la belleza no se haya esfumado”.

Como no queremos que se nos reproche, como trabajadores culturales, que solo opinamos sin elaborar propuesta alguna, compartimos algunas reflexiones y sugerencias que han ido surgiendo durante el diálogo largo e inquieto de estos días.

La primera constatación es que los Ayuntamientos son los primeros en actuar y quienes mejor pueden hacerlo para dar respuestas, conscientes además de ser los principales contratistas culturales de nuestro país. Por eso, es imprescindible que asuman un papel determinante en la amortiguación de la crisis. Recordemos que, en tiempos de control financiero, los Gobiernos Locales han sido la única administración en cumplir con las enormemente restrictivas normas impuestas, generando un superávit que ha salvado las cuentas del Reino de España ante Europa. Ahora es momento de que puedan disponer de esos ahorros generados para atender las apremiantes necesidades de todos y también, en especial, de las gentes de la cultura.

El compromiso de la Administración Local ha de ser acompañado. Las administraciones central y autonómicas deben asumir también sus responsabilidades para atajar de la mejor manera esta crisis incierta. Deben pensar en futuro para enmendar las carencias existentes en la cultura desde la restauración democrática, que ha convertido al sector en uno de los más desprotegidos. Sector formado mayoritariamente por pequeñas empresas de autoempleo y autónomos que también debe asumir su responsabilidad, dejar de plantear casi exclusivamente intereses corporativos, cercanos al gremialismo, para tener una visión global, plural, diversa y conjunta. La gran industria también ha de asumir que no todo debe reducirse al incremento de beneficios: tiene una responsabilidad social que no puede obviar. Es hora de que cada cual deje de hablar de su libro para construir en común, con las aportaciones de todos, una biblioteca lo más completa y heterogénea posible, incluso extravagante.

Es imprescindible que, junto a las primeras medidas que se adopten para frenar y paliar los efectos de esta crisis, haya un compromiso político a corto, medio y largo plazo, para que la mayoría del sector cultural deje de navegar entre la precariedad y la necesidad.

Las primeras medidas inmediatas que tomar, las más urgentes, pasan por el pago inmediato de todas las facturas pendientes: Que todas las administraciones se comprometan a respetar los contratos firmados, aplazando su realización, sin que ello suponga que estas actuaciones sustituyan a otras también previstas. Que ninguna ayuda o subvención concedida sea revocada porque su objeto no haya podido verse cumplido a causa de las restricciones que impone el estado de alarma. Que aquellos compromisos contractuales que no puedan realizarse en fechas posteriores sean abonados y los aplazados puedan cobrarse con antelación a su realización, si esta se ve pospuesta en razón de la evolución de esta crisis. Todas las administraciones deben reorganizar sus programaciones culturales para que ninguna actividad programada quede excluida, advirtiendo que no reorganizar el calendario o suspender definitivamente actividades sin una justificación suficiente podrían acarrear sanciones para el incumplidor.

Por último, se ha de garantizar que cualquier empresa adjudicataria de un contrato público vigente no pueda despedir ni suspender el empleo de ningún trabajador/a por motivo de la crisis y que, de hacerlo, la adjudicación pueda ser revocada. Como la mayoría de las contrataciones culturales públicas se hacen en los Ayuntamientos, la coordinación y seguimiento de esas medidas, con la participación y el compromiso de las demás administraciones territoriales, deberían corresponder a la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), con el apoyo de la Administración Central, que habrá de proveer los recursos necesarios para no colapsar la labor habitual de la federación municipalista.

Las Administraciones no pueden rescindir ahora los servicios de mediación, auxiliares y pedagógicos de sus instituciones culturales. Ha de ser un compromiso de todas ellas mantenerlos, orientándolos tal vez, mientras dure el cierre de todas ellas, a otros cometidos, al diseño de próximos proyectos, a la planificación de nuevas formas de hacer.

Otras medidas urgentes son las referidas a los y las trabajadores y trabajadoras culturales, autónomos y asalariados, que deberían pasar por: La exención de las cotizaciones a la Seguridad Social hasta tres meses después de finalizada la crisis y reanudada su actividad laboral o profesional; la moratoria en el cumplimiento de sus obligaciones tributarias y fraccionamiento del pago de las cantidades pendientes por los ejercicios de 2019, el primer trimestre de 2020 y el IRPF de 2019; el establecimiento de una tarifa plana para la cotización de los y las trabajadores/as autónomos, asimilable a los regímenes tributarios de nuestro entorno, de forma que no se vean obligados/as a darse de baja en el régimen de autónomos; garantizar a los autónomos que vean reducidos sus ingresos un 75% una prestación equivalente al 70% de la base reguladora, tal y como aprobó el Consejo de Ministros; garantizar una Renta Básica, como a cualquier trabajador, cuando no tenga un mínimo de ingresos garantizados; exoneración del IVA al sector hasta seis meses después de acabar la crisis y, por último, obligar y prever los mecanismos para que sea viable una moratoria y rebaja de los alquileres de los espacios dedicados a actividades culturales, correlativa a la rebaja del IBI aprobada para los/as propietarios/as de los inmuebles.

Resulta apremiante no solo preservar la liquidez que puedan retener durante estos meses los trabajadores y las trabajadoras de la cultura; se han de canalizar, asimismo, recursos que les permitan proseguir su actividad sin abandonarla. Es necesario habilitar una línea de ayudas muy ágiles en su solicitud y tramitación que, nuevamente, podrían canalizarse a través de los Ayuntamientos. No hay instancia más próxima y accesible y que mejor conozca toda la ciudadanía.

Para poder informar sobre las medidas anteriores sería de la mayor utilidad la creación de una Oficina Virtual de Información Cultural desde la que responder a las dudas, sirviendo de apoyo a empresas, entidades, colectivos, artistas, técnicos… Una última propuesta de medida urgente sería abrir realmente todos los portales culturales de las administraciones públicas, poniéndolos al servicio de las iniciativas públicas y privadas promoviendo con ello el disfrute cultural, garantizando la mayor cantidad de iniciativas y con ello la diversidad y la pluralidad.

La crisis no solo debe hacernos pensar en lo urgente, sino que obliga a prever también lo inmediato por realizar cuando salgamos de ella: la adopción de medidas siempre postergadas, la elaboración de nuevas normas y la modificación y actualización de muchas existentes. En este sentido, se debería abrir un periodo de discusión para elaborar una Ley Estatal de la Cultura que actualice y redefina las competencias de cada administración, la forma de relacionarse entre ellas y cómo garantizar la pluralidad y diversidad de un estado multicultural como el nuestro. También el espacio y el papel del sector privado y del tercer sector, la relación entre todos. Ha de ser una norma que regule de manera clara la relación laboral del artista, que prevea normas que diferencien cultura e industrias del entretenimiento y ocio, facilitando el acceso, participación y creación de los ciudadanos, aprovechando en todas sus posibilidades la sociedad red y contemplando, por supuesto, la internacionalización y la cooperación cultural que nos permitan ser un referente internacional híbrido. Para ello, es primordial -y este tiempo de incertidumbre, una ocasión única- que una comisión empiece a trabajar en ello lo antes posible.

Pero la mejor ley no tendrá ningún valor si no va acompañada de los recursos necesarios. Para poder garantizarlos y una vez tengamos claras las competencias y atribuciones enmarcadas en la Ley Estatal, será prioritaria la elaboración de una Ley de Financiación de la Cultura que permita que la misma salga de la incertidumbre en la que se ve sumida continuamente. Legislación que contemple un IVA Cultural reducido, que permita incluir una casilla específica en la Declaración de la Renta, que apueste por el gran mecenazgo y también el de proximidad, que contemple y regule todo tipo de ayudas -generales, selectivas, estructurales, condicionadas, reembolsables, premios, préstamos, microcréditos, avales…-, con disposiciones adicionales y transitorias que la completen y permita la creación de un Fondo de Garantía Cultural que facilite la realización de proyectos, proteja a los más vulnerables y pueda afrontar emergencias como las actuales de las menores consecuencias.

Estamos en tiempos difíciles y complejos, dos salidas son posibles: La primera, basada en acciones coyunturales que ayuden a salir de la crisis de la mejor manera. La segunda, que combine ese afán con la adopción de las medidas necesarias que impidan volver a encontrarnos en situaciones como las actuales. Del camino por el que se apueste dependerá en gran medida el futuro de nuestra cultura y el de todos sus trabajadores.

Elisa Ortiz Fernández (artista), Juana Escudero Méndez (jurista), Mage Allegue Fernández (cooperación cultural) y Rubén Caravaca Fernández (dinamizador Cultural).

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