Aida, 20 años de silencio en el Teatro Real son demasiados

Aida, de Verdi, la ópera por antonomasia, uno de los títulos preferidos por los amantes del género, vuelve al Teatro Real de Madrid tras 20 años sin representarse. Se estrena mañana, miércoles, y contará con 17 funciones a lo largo de este mes. Vuelve además en un formato ‘reciclaje’ de la que inauguró la temporada 1998-1999, que firma el escenógrafo Hugo de Ana y que causó entonces mucho revuelo. Hay cosas que ciertamente han envejecido mal, pero que Aida regrese al Real es ya en sí todo un acontecimiento.

El Teatro Real está de enhorabuena. No solo por encontrarse en año de celebraciones (el bicentenario y los 20 años de su reapertura), también porque esta temporada ha batido un nuevo récord. Lo confirma Joan Matabosch, director artístico del coliseo: “Carmen ha sido el récord de recaudación de la historia del Teatro Real”. Sí. La criticada Carmen de Calixto Bieito, la de la guerra de las banderas, la que la caverna trató de desprestigiar hasta salirse con la suya, la del cuartel de legionarios zafios, machistas y delincuentes ha pulverizado récords. Tal vez sean cosas de la justicia poética.

Ahora le toca el turno a Aida, la grandiosa ópera de Verdi que se estrena el miércoles y de la que se realizarán 17 funciones hasta el 25 de marzo. Matabosch espera que la historia de amor en tierras egipcias “se sitúe al mismo nivel” de ventas que Carmen. Desde luego tiene todos los ingredientes para batir otro récord.

Para empezar, es uno de los títulos preferidos por los amantes de la ópera del mundo. Se sitúa en el número 12 en la lista de Operabase de los títulos más representados en el mundo durante el período 2005-2010. Y siendo así, ha estado apartada del Teatro Real durante 20 años. “No me explico por qué Aida ha estado 20 años ausente de la programación del Teatro Real. Es un caso único. No conozco ningún teatro que se pueda permitir prescindir de un título como este durante tanto tiempo. Es un título imprescindible tanto por su popularidad como por su calidad”, explica Matabosch. Además, esta Aida que regresa al Teatro Real es un reciclaje de la que inauguró la temporada 1998-1999, que firmaba el escenógrafo Hugo de Ana y que adquirió, en la época, la categoría de acontecimiento.

El 27 de septiembre de 1998, la periodista Ritama Muñoz Rojas firmaba un artículo titulado «Aida revoluciona el Teatro Real», y escribía: “El coliseo de la ópera de Madrid trabaja estos días frenéticamente en la mayor producción de su historia. La semana pasada llegaron 30 camiones procedentes de Italia. Para más de un trabajador, esos vehículos han sido los culpables de todo lo que ocurre allí desde entonces. Varios departamentos han tenido que doblar el número de empleados, el horario de trabajo no finaliza para muchos hasta las tres de la madrugada. Por primera vez en la corta historia de este teatro se pondrá en movimiento toda su pesada y magnífica maquinaria”.

El propio Hugo de Ana se ha establecido estos días en Madrid para supervisar la reposición de su Aida. La transformación de algo mastodóntico en una producción de repertorio para que el Teatro Real no tenga que tardar otros 20 años en pensarse si vuelve a programarla. Para muchos, esta revisión ha supuesto utilizar la palabra recorte, pero Matabosch matiza: “Más que recortar, se ha sustituido una parte pequeña de la escenografía por proyecciones en alta definición. Esta tecnología no existía en la época y en la actualidad permite un efecto similar sin necesidad de bloquear el teatro durante un tiempo exagerado para un montaje cuya rentabilidad puede quedar muy afectada. En cualquier caso, era un montaje colosal, y lo sigue siendo en la versión que se va a presentar”.

La media pirámide que se reflejaba en un espejo es uno de los elementos que se ha sustituido por una proyección en la nueva versión de Aida de Hugo de Ana para el Teatro Real. Foto: Javier del Real.

La media pirámide que se reflejaba en un espejo es uno de los elementos que se ha sustituido por una proyección en la nueva versión de ‘Aida’ de Hugo de Ana para el Teatro Real. Foto: Javier del Real.

Tras el estreno de esta Aida hace 20 años, el crítico Juan Ángel Vela del Campo escribió: «La escenografía fue espléndida por la capacidad evocadora a través de las hiedras, por la utilización de la penumbra y el claroscuro, por la atemporalidad, por la impresionante fuerza plástica”. Veinte años más tarde, tras asistir al ensayo general de la obra, podríamos decir que parte de esos ingredientes se han visto dañados de gravedad precisamente por un uso excesivo de las proyecciones.

Tres de los cuatro actos de la ópera transcurren –en su totalidad- con un telón transparente, bajado hasta la embocadura del escenario, necesario para que parte de las proyecciones se vean. Un telón que funciona inevitablemente como una molesta cuarta pared o una suerte de profiláctico que rebaja dramáticamente la emoción que el público trata de recibir de unos cantantes obligados a evolucionar detrás de él. Ojalá esto se corrija en las representaciones venideras.

En 1998, Vela del Campo continuaba: “La convencional dirección de actores, el movimiento escénico y, sobre todo, la trivial y a veces hortera coreografía rebajaron la calidad global del espectáculo. Demasiada ansia por llenar el escenario en unos tiempos en que se va hacia el despojamiento; demasiado figurante en cometidos prescindibles; demasiado lujo y esplendor simplemente porque sí”. En 2018, la dirección de actores sigue siendo convencional, por no decir inexistente, y la coreografía –que firma Leda Lojodice-, salvando lo arqueológico de esta producción, ha envejecido francamente mal.

Sin embargo, la majestuosa partitura de Verdi y el buen hacer de Nicola Luisotti como director musical al frente de la orquesta del Teatro Real logran que las cosas se enderecen. Ellos y el infalible terceto formado por el tenor Gregory Kunde en el papel de Radamés, la mezzosoprano Violeta Urmana como Amneris y la soprano Ludmyla Monastryska, que da vida a la protagonista, Aida. Un trío de ases tremendamente evocador que, sumado al casi infalible coro del Teatro Real, logran levantar el vuelo de la velada.

Matabosch explica: “Es la ópera por excelencia, la obra que moldea como ninguna otra la idea de lo que es la ópera. Verdi compone Aida en su madurez y de alguna forma se trata de un título que sintetiza toda su carrera. Mantiene un equilibrio inexplicable y milagroso entre las opuestas y aparentemente irreconciliables exigencias de dos modos diversos de arte: es una obra situada en el punto decisivo de una evolución. Ciertamente, se trata de una ópera en la que es imprescindible encontrar un equilibrio entre los momentos de masas, monumentales y grandiosos, y los momentos íntimos, que son mucho más numerosos y, a mi juicio, los mejores. Y también es una obra icónica, muy arriesgada para un teatro porque existen mil referencias previas, discográficas, del vivo, legendarias, asociadas a innumerables expectativas, y eso conlleva una presión enorme para los intérpretes”.

Aida de Giuseppe Verdi se estrena en el Teatro Real el día 7 de marzo. Aquí puedes consultar los repartos de las diferentes representaciones y la ficha artística del espectáculo. 

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Comentarios

  • Juan Garcia

    Por Juan Garcia, el 06 marzo 2018

    Estuve viendo el ensayo general el pasado domingo y la puesta en escena de Aida me pareció un horror, las proyecciones no me dejaron ver si había decorado detrás o no, desde arriba no se veja nada, la coreografía era ridícula, el vestuario penoso, el maquillaje, de Rey Baltasar en la cabalgata de reyes, en la marcha triunfal no había marcha, en fin, una pena. Las voces estaban bien, pero para eso me pongo un cd

  • Francisco José

    Por Francisco José, el 06 marzo 2018

    Completamente de acuerdo contigo en cuanto a la absurdez del telón transparente. ¿No se dan cuenta de cuánto nos disgusta a los espectadores semejante profiláctico?

  • J. Campos

    Por J. Campos, el 08 marzo 2018

    Gostei da proposta desta revista. Vou segui-la.

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