Aire Libre de Noviembre: Árboles únicos que tienes al lado y debes visitar

El Castaño Santo de Istán, Málaga.

Vivas en una ciudad o en un pueblo, estás rodeado de árboles singulares, incluso monumentales. Para respetar confinamientos y restricciones de movimientos debidos a la pandemia y pasarla lo más cerca posible de una naturaleza saludable, en el ‘Aire Libre’ de ‘El Asombrario’ volvemos a apostar por el viaje natural de cercanía, de kilómetro cero, porque rara es la provincia o municipio que no tenga un árbol que destaque por su altura, anchura, historia, belleza, rareza o valor ambiental. Muchos de ellos están protegidos y son autóctonos, otra razón para celebrar con estas visitas el Día Mundial de los Bosques Autóctonos el 23 de noviembre. Te presentamos a siete de ellos. Siete fabulosos monumentos vegetales.

En el apartado de España de la página web Árboles Monumentales aparecen recopilados 1.797 ejemplares, con 262 entre los de tronco más ancho, 229 entre los más altos y 215 entre los más antiguos. Es una de las referencias a las que acudir para conocer dónde se encuentran estos insignes representantes del reino vegetal. Europarc, federación centrada en el seguimiento y difusión de los espacios naturales protegidos en Europa, recoge todos los protegidos en España bajo la figura de árbol singular También se puede rastrear en los catálogos de árboles monumentales y singulares de las páginas web de las comunidades autónomas.

Es una forma de acercarse a leyendas vivas, algunas con dos milenios entre sus ramas. Pero no solo por longevidad, altura o anchura destacan estos árboles. Hay muchos con una profunda tradición religiosa y mística detrás, ya que numerosas civilizaciones los consideraron sagrados y en torno a ellos celebraban sus ritos y oraciones. Es el caso sobre todo de los tejos. Pero también los hay que destacan por su historia, belleza o rareza, y a veces al lado de nuestras casas, en jardines botánicos, parques urbanos o plazas de pueblos. Como el 23 de noviembre es el Día Mundial de los Bosques Autóctonos, he evitado en la siguiente lista a eucaliptos, ficus, secuoyas o ceibas, entre otras, para que prevalezcan tejos, castaños y olmos. No son necesariamente los más altos, anchos o antiguos, pero casi.

El popular: olmos de Cabeza de Buey, Badajoz

Aquí va uno de los más populares, entendido según la primera acepción del término que hace la Real Academia Española: “perteneciente o relativo al pueblo”. Como especie, el olmo es la más popular en este sentido, la más apegada a las personas que viven cerca de él porque se levanta en muchas plazas de pueblos, en solitario o formando olmedas. Y los olmos de una olmeda, la del santuario de Nuestra Señora de Belén, en Cabeza de Buey (Badajoz), es la candidatura española que más alto ha llegado en la competición europea anual del Árbol del Año, al acabar segunda en la edición de 2018. Emociona ver tan resplandecientes y altivos a estos ejemplares sabiendo que la especie (Ulmus minor) lo está pasando tan mal en España por culpa de enfermedades como la grafiosis.

Olivo milenario de la Farga de Arión. 

Olivo milenario de la Farga de Arión.

El viejo: la farga de Arión, en Ulldecona, Tarragona

Es el olivo más viejo de España según un estudio de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), con una edad estimada de 1.705 años, pero no es el árbol de más edad constatada o sugerida, ya que aquí ganan algunos tejos e incluso robles y encinas. Pero sí forma parte muy importante de nuestra biodiversidad cultivada y se encuentra en una esquina entre las provincias de Castellón, Tarragona y Teruel (Taula del Sénia), donde se da la mayor concentración de olivos milenarios y monumentales, casi todos de la variedad farga. Muchos están en fincas privadas, ya que aún se elabora aceite con sus aceitunas, pero un proyecto de desarrollo rural (Olives Milenaries) facilita el acceso a ellos con rutas guiadas.

El alto: almez del paseo del Prado, Madrid

Toda lista contiene casi siempre una debilidad de autor, y aquí está la mía, porque la entrada al Real Jardín Botánico de Madrid por la puerta de la plaza de Murillo no podría estar mejor enmarcada que con el magnolio y el almez que le anteceden. El primero destaca a lo ancho y el segundo a lo alto, tanto, que le ha valido para estar dentro del catálogo de árboles singulares de la Comunidad de Madrid. Pero es demasiado alto (25 metros), casi como la fachada del Museo del Prado, y actualmente algunas de sus ramas cuentan con sujeciones de seguridad al suelo. Rara vez se le ve este porte, al menos en plena naturaleza y en los ejemplares ornamentales de parques y jardines. Pero, claro, es que este lleva 150 años en pie frente al Jardín Botánico, al que se recomienda entrar para ver otros pies notables de almeces.

Almez del Museo del Prado, Madrid.

El histórico: Castaño Santo de Istán, Málaga

Quizá el árbol que más pegue aquí sea el roble de la Casa de Juntas de Guernica (Vizcaya), asociado a la figura de los árboles-junteros y árboles-concejo del País Vasco y las Merindades de Burgos, respectivamente. Sin embargo, el porte del actual ejemplar, plantado en 2015, hace poco honor a la historia que le rodea. Todo lo contrario ocurre con el Castaño Santo de Istán , un soberbio ejemplar de 22 metros de perímetro en la base al que le echan más de 800 años y, a su vera, una misa de acción de gracias del rey Fernando el Católico en 1501, una posterior rebelión morisca y otra misa celebrada a sus pies por las tropas cristianas antes de afrontar la batalla final para sofocar esa rebelión. Eso sí, para llegar hasta él hay que practicar senderismo del bueno (26 kilómetros entre ida y vuelta) por una masa tupida de alcornoques y quejigos con vistas a la Sierra de las Nieves.

El famoso Drago de Icod de los Vinos.

El ancho: drago de Icod de los Vinos, Santa Cruz de Tenerife

Este icónico drago podría aparecer también en el epígrafe de “el viejo”, “el alto” y hasta “el popular”, en la acepción de más conocido, ya que durante un tiempo ilustró los antiguos billetes de mil pesetas, aunque de forma algo difuminada ante la imagen del Teide. Y es histórico también, porque fue declarado monumento nacional en 1917 , antes incluso que los parques nacionales de Picos de Europa y de Ordesa, en 1918. Dicho todo esto y siendo estrictos, no debería aparecer en ninguno de los epígrafes porque no es un árbol, sino una planta herbácea leñosa, pero su porte arbóreo es incuestionable y su imponente presencia (incluidos sus 20 metros de perímetro en la base) en el parque del Drago, erguido sobre el barranco Caforiño, lo convierten en una de las referencias paisajísticas de la isla de Tenerife.

Árbol de la iglesia de Santa Coloma en Asturias.

El religioso: tejo de Santa Coloma, en Allande, Asturias

“La Iglesia, fiel a su costumbre de utilizar el poder de convocatoria de los árboles y lugares sagrados de anteriores tradiciones espirituales, habría elegido estos enclaves respetando el tótem arbóreo, el templo vivo”. Ignacio Abella explica así en su libro La magia de los árboles, la razón por la cual hay más de un centenar de tejos junto a iglesias y ermitas solo en Asturias. Uno de ellos es el que está frente al pórtico de la iglesia parroquial de Santa Coloma, en el concejo de Allande. El árbol rivaliza en monumentalidad con la iglesia, reconstruida en 1785 sobre otra del siglo XIV. Al tejo le calculan el milenio, siendo el más antiguo de Asturias. El momento de espiritualidad sube enteros con otro tejo cercano que hunde sus raíces en un muro del camino.

El Pino-Roble de Canicosa de la Sierra.

El raro: pino-roble de Canicosa de la Sierra, Burgos

Aquí tenemos a otro ejemplar que optó al Árbol del Año de Europa, en este caso en 2016, y no quedó tampoco en mala posición: quinta. Se trata de la convivencia en un mismo pie de un pino albar y un roble melojo. El primero germinó y creció dentro de una oquedad del segundo, y la convivencia no es del todo pacífica porque el pino, más joven (130 años), tiende a desgastar la vida del roble (250 años). Mientras que duren juntos hay que aprovechar esta bella anomalía de la naturaleza, sobre todo ahora, en otoño, cuando se mezclan los tonos amarillos y ocres de las hojas del roble rebollo con el verde de las acículas del pino albar. Y de fondo, el tranquilo pueblo de Canicosa de la Sierra, un buen lugar donde darse un baño de bosque.

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