Aire Libre de noviembre: del Mar Menor a los álamos amarillos

Una cabra montés. Foto: Pacma.

Una cabra montés. Foto: Pacma.

Como hice en octubre con la isla de Gran Canaria tras los incendios que la asolaron, este mes quiero recomendar una visita al Mar Menor tras la mortandad de peces y crustáceos sufrida. Es una manera de realzar aún más sus valores naturales y ayudar a impedir que acabe convertido en una cloaca. El intenso amarillo de los álamos en otoño, el choque de las cuernas de cabras monteses en pleno celo, la posibilidad de ser pastor o pastora por un día en el Parque Natural de Urkiola y la Semana de la Ciencia (4 al 17 de noviembre) completan este ‘Aire Libre’ de noviembre.

Metales pesados, 20.000 hectáreas de regadíos ilegales, salinas abandonadas, cemento acogotando las orillas, alteración de las corrientes y canales de entrada y salida de agua, vertidos de nitratos… Miguel Ángel Ruiz, periodista que lleva exponiendo desde hace muchos años en La Verdad de Murcia los problemas que sufre el Mar Menor, desgranaba a comienzos de la semana estos impactos en un encuentro organizado por la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA)  en Madrid. Son los impactos que propician periódicamente episodios graves de contaminación como los de mediados de octubre con la muerte de miles de peces y crustáceos.

Mar Menor vivo y necesario

Pero en el Aire Libre de El Asombrario queremos poner en valor lo mejor del Mar Menor para que no se convierta en lo peor. Este humedal costero de 135 kilómetros cuadrados y 21 kilómetros de longitud lo rematan por el norte el Parque Regional de las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar y por el sur el Cabo de Palos, dos espacios que ya por sí solos merecen una visita. Me diréis que siempre me escoro hacia las aves, pero es que no puedo dejar de contaros que por esta época las salinas se convierten en uno de los lugares más idóneos en España para observar, por ejemplo, zampullines cuellinegros. Me gustaría deciros que también se ven serretas medianas, pero los impactos mencionados conllevan la disminución paulatina de esta y otras aves invernantes.

No nos desanimemos, las rutas en barcos turísticos nos acercan, con precaución, a las islas e islotes tanto del interior como del exterior del Mar Menor, y con ello a fondos marinos cubiertos de algas y fanerógamas que sirven de refugio y lugar de alimentación para peces, moluscos y aves acuáticas. Entre los primeros resiste el fartet, un endemismo de la costa mediterránea catalogado en peligro de extinción.

Y no hay que desdeñar la abundante, rica y resistente vegetación de arenales y saladares, como la sabina de las dunas, la esparraguera del Mar Menor o la azucena de mar. Os recomiendo echar un vistazo a la página web de la Asociación de Naturalistas del Sureste para ampliar conocimientos y apuntaros, si se da el caso, a alguna de las actividades que organizan.

Los álamos adquieren en esta época sus más fotogénicos tonos amarillos. Foto: Pixabay.

Los álamos amarillos

Es muy posible que en la mitad norte peninsular ya no estén tan amarillos y hayan virado hacia tonos marrones, pero los álamos, tanto el blanco como el negro, también conocidos como chopos, son los árboles que en otoño se prestan con mayor facilidad a que observemos en ellos el cambio de colores de sus hojas. Espigados, casi puntiagudos en algunos casos, escoltan todo tipo de arroyos y ríos, de ahí que sea fácil identificarlos en multitud de lugares, desde la ciudad a cauces encajados entre cerrados valles de montaña.

¿Alamedas de intensos amarillos alojados en mi memoria? Ahí van algunas: hoces del río Duratón (Segovia), hoces del Júcar (Albacete y Cuenta), río Tajo en Aranjuez (Madrid) y diversos cauces en el Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas (Jaén).

Pastoreando en Urkiola

Y ya que estamos entre bosques otoñales subamos al norte, al Parque Natural de Urkiola, entre Álava y Vizcaya. Si llegamos desde el sur, hay más alamedas otoñales que disfrutar, remontando el río Undebe entre Legutio y Otxandio, a la altura del embalse de Urrúnaga. Pero ahora vamos en busca de una raza de oveja autóctona de esta zona protegida, la latxa o lacha. A medida que ascendemos por senderos entre campas hacia la cumbre del parque, el monte Amboto (1.337 metros), aparecen con su espeso manto de lana que les cuelga casi hasta el suelo. Algunas tienen la cara negra y otras, rubia.

Las diversas queserías asentadas en Urkiola que aprovechan la leche de estas ovejas organizan actividades que invitan a convertiros en pastor o pastora por un día. Solo hay que escribir estas últimas palabras en cualquier buscador de Internet y aparecerán variadas ofertas. La combinación de praderas, cumbres, hayedos y ovejas latxas hará que estas tierras se anclen fuertemente en la retina.

Retumban las cumbres

Bajamos en latitud, que no en altitud, hacia los puertos de Beceite, en Teruel; la sierra de Gredos, en Ávila; Sierra Nevada, en Granada y Almería; y vuelta a la sierra de Cazorla, en Jaén. Nos acercamos al período de celo de la cabra montés (entre finales de otoño y principios del invierno) y estas montañas forman los mejores paisajes donde observarlo.

Sinceramente, nunca he visto en plena naturaleza un combate cuerpo a cuerpo entre machos monteses, pero los he oído infinidad de veces. El choque de cuernas, abalanzándose con fuerza uno contra otro, estalla entre las cumbres, retumba y te deja paralizado, como aquel que escuchábamos en septiembre durante la berrea del ciervo. Lo que es más fácil de ver son los grupos de hembras, con los machos en celo atentos a cualquier señal de aquellas que les informe que están en pleno estado de ovulación y es el mejor momento para montarlas.

Ovejas latxas. Foto: Ardo Beltz.

Ciencia activa en toda España

Miles de actividades gratuitas organizadas por centenares de instituciones y con participación de miles de científicos y científicas nos esperan durante la celebración de la Semana de la Ciencia, a la que algunas comunidades autónomas y centros de investigación han añadido “de la innovación” y/o “de la tecnología”. Realmente tiene lugar durante catorce días, del 4 al 17 de noviembre, y recomendamos que os deis prisa en elegir y reservar plaza porque algunas actividades tienen ya el aforo completo, y hay unas cuantas que nos invitan a salir al aire libre para conjugar ciencia con biodiversidad y medioambiente.

Aquí van solo unos pocos ejemplos: talleres de detección de rastros y huellas de animales, de montaje de cajas nido, para identificar aromas, texturas y sabores de treinta especies vegetales…; paseos en patinete en busca de los metales que nos rodean; recorridos guiados por diversos arboretos y jardines botánicos; visitas a huertos y granjas de producción ecológica y a yacimientos arqueológicos… En este portal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (www.semanadelaciencia.csic.es) hay información al respecto, pero es importante seguir la pista a las comunidades autónomas, como las de Madrid, Castilla y León, Extremadura, Andalucía o Murcia, o a vuestro ayuntamiento, universidad, museo de ciencia o centro de educación ambiental más cercano.

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