Alba Carballal: Tres maneras de inducir un coma… y una risa permanente

La escritora Alba Carballal. Foto: Alberto Almayer.

La escritora Alba Carballal. Foto: Alberto Almayer.

La escritora Alba Carballal presenta su primera novela: ‘Tres maneras de inducir un coma’ (Seix Barral). Una obra en la que el elemento principal es la risa y en la que esta debutante en el mundo de las letras, a modo de reconocimiento, entrevera los referentes que le han servido como guía para escribirla.

“Soy quien soy por aquellos a los que he leído, a los que he disfrutado o visto”, apunta Alba Carballal. Y llama la atención esta sinceridad con la que habla. Una postura por la que aboga de forma radical, ya que la lleva hasta el límite introduciendo de manera entreverada a todos los referentes que de alguna forma la han ayudado a, como dice ella, ser quien es, a escribir su primer libro: Tres maneras de inducir un coma (Seix Barral). Y es que en esta novela se manifiestan personajes de diferentes disciplinas tales como Almodóvar, Sabina, Cuerda, Marta Sanz…, pero, sobre todo, Eduardo Mendoza, con quien hace un juego literario magnífico.

Pero la novela no se queda únicamente en los halagos. Aunque se deje influenciar por ellos, Carballal los retuerce para darle su propio toque personal y publicar así una obra con grandes tintes humorísticos (prometo que no dejarás de reír) gracias a la aventura policiaca en la que se introducen de improviso los personajes principales. En definitiva, una comedia ácida, divertida y perversa con un cierre redondo.

‘Tres maneras de inducir un coma’. Un título potente.

Es un título al que me costó mucho llegar después de escribir un montón en un cuaderno. Llegué a él cuando cerré el final y vi cómo iba a estar estructurado. Está muy ligado a éste y creo que tiene su potencia. A mí me gusta.

Utilizas el humor en el libro como tres maneras de no inducir al lector al coma. Una de ellas, sin ninguna duda, es la risa, que es fundamental y recorre todo el libro.

A veces digo que antes que novelista soy cómica. En mí sobre todo prevalece esta vocación de hacer reír, aunque las cosas que cuente no sean graciosas. Si lo piensas, te ríes de cosas que no tienen ni puta gracia: situaciones incómodas, extrañas, duras, desagradables… Sin embargo, este contraste entre lo que pasa y cómo lo cuento, es de donde surge esta comicidad ácida.

Una comicidad ácida que creas gracias a un lenguaje muy particular.

Sí. Sobre todo a través del personaje de Federico, que es el que narra la novela fundamentalmente. Tengo tendencia a escribir muy despacio, peinando cada frase, en la primera vuelta. Es verdad que Federico es un personaje muy redicho, con un lenguaje muy académico, muy ordenado…, aunque luego sea una locura lo que piensa. Pero en apariencia es muy lógico. Creo que hay mucho contraste entre lo que se narra, muy chapucero y de andar por casa, con cómo se narra, que tiene un punto más pedante. En ese sentido, las voces sí que están muy cuidadas.

Luego está la voz de la otra protagonista, Natalia, que es justo todo lo contrario; es explosiva, mal hablada, deslenguada… Un torrente de cosas que se contradicen todo el rato. Me lo pasé muy bien escribiéndola, ya que me suponía una vía de escape, un soplo de aire fresco.

Dices que Federico es muy redicho, pero mama mucho de la calle. Como todos los personajes.

Sí. A pesar de que él se pone el filtro académico, se cuelan de manera natural, porque es su forma de hablar, mucho menudeo, mucho refranero, muchas referencias al lumpen… Hay muchos registros en la novela: desde las clases más altas a las más bajas. He intentado reflejarlo de la mejor manera posible.

El segundo método que utilizas para no inducir al lector al coma es la búsqueda de referentes: el libro está plagado de artistas que te han marcado. No los escondes.

Trato de no esconderlo. Esto es una postura radical mía como autora; me parecería demasiado falso. Esta novela está llena de pastiches, tiene mucho artificio. A mis referentes los entrevero en el texto y también los cito directamente. Yo creo que nadie crea nada de la nada: soy quien soy por aquellos a los que he leído, a los que he disfrutado, visto. En ese sentido, me parece de justicia mostrar los referentes que uno tiene.

El máximo exponente que muestras en el libro es Eduardo Mendoza. ¿Crees que te encaja bien el título de ‘Mendoza Millenial’?

Ojalá. Sería un apelativo precioso. (Risas). No, me parece muy pretencioso decir eso, pero está claro que Mendoza está en la novela. Empecé imitándole, buscándole las costuras y tratando de ver cómo hacía esa magia. Me parece un escritor brillante. Luego te despegas y aparecen otros referentes y acabas haciendo una cosa distinta, pero sí, es el referente más directo. Y no lo escondo; hay un personaje que se llama como él de forma velada: mi personaje Natalia, que es una mujer trans que se llamaba Eduardo Mendoza, y tiene mucho que ver con el Gurb extraterrestre de Mendoza que al venir a la Tierra se transforma en Marta Sánchez. Esta cosa de lo trans, que ya estaba en él, creo que lo he aprendido mucho de él. Ojalá algún día me lleguen a decir que soy la Mendoza Millenial.

La tercera parte es la crítica. Atacas a la sociedad en que vivimos ocultándolo en humor: “Las luces de los escaparates hacen que parezca que estás consumiendo hasta cuando la tienda está cerrada”, el carné de comunista de la madre, la falta de principios… Haces una caricatura de la sociedad.

Sí. Hago una caricatura tanto de la sociedad como de la ciudad de Madrid. Es verdad que critico muchas cosas, pero es una visión un poco esperpéntica del mundo. Creo que el humor trata de eso, de ser un poco vanguardista y atreverse a adelantar cosas que quizá no están del todo asentadas. En este sentido, utilizarlo para deformar la realidad y usarlo para tus propósitos tiene sentido. Aun así, no creo que sea una novela de denuncia. También hay mucho amor, y no se dice que sea una novela romántica. Es una novela muy poliforma en la que confluyen muchas cosas. Ahora que lo pienso, más que una crítica al sistema, es a la forma que tenemos de vivir hoy, a esta cosa tan triste que aunque estamos hiperconectados, estamos solos. A mis personajes les pasa. También a los fanatismos.

Me ha hecho gracia que has tildado la novela de ‘frankesteniana’, y es que me parece que conjuga un montón de literaturas y géneros.

Sí. Es una novela en la que se cuela el género cinematográfico, la picaresca tradicional… Se cuelan muchas capas que hacen que funcione como un pastiche, como un collage.

¿Fue buscado?

Para nada. Yo empecé haciendo una novela mucho más lineal, pero, cuando fui avanzando y apareció Natalia, me di cuenta de que tenía que darle mucho más protagonismo. Después me sucedió igual con el adivino. No fue una cosa intencionada desde el principio, no fue por moderneo; es más orgánico de lo que pueda parecer.

¿Te ha dado muchos dolores de cabeza tu primera obra?

Muy pocos. Tanto el proceso de escritura, al que casi no volví atrás, como su publicación, luego me dijeron que sí a la primera en la editorial que quería estar, me dieron muy pocos dolores de cabeza. La verdad es que comparada con otros compañeros que son geniales y que no han tenido tanta suerte, yo me siento una afortunada.

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