Amaral: “Nuestro verdadero reto como especie es salvar el Planeta”

Juan Aguirre y Eva Amaral son Amaral y presentan su octavo disco de estudio: ‘Salto al color’. Foto: Javier Soto Azpitarte.

Juan Aguirre y Eva Amaral son Amaral y presentan su octavo disco de estudio: ‘Salto al color’. Foto: Javier Soto Azpitarte.

Eva Amaral y Juan Aguirre, Amaral, lanzan hoy su octavo disco de estudio titulado ‘Salto al color’, la más electrónica de todas sus entregas. Ayer charlaron con ‘El Asombrario’ de futuro, música, del ascenso de la extrema derecha y de las urgencias del Planeta. 

Eva Amaral y Juan Aguirre vuelven a la carga. Tras Nocturnal (2015), un disco de concepto sombrío como la noche y brillante como las estrellas, los zaragozanos regresan con su octavo trabajo de estudio cuyo título ya es toda una declaración de intenciones: Salto al color. Un nuevo disco en el que, por primera vez, la electrónica se hace presente y toma protagonismo en los arreglos y esqueletos que visten gran parte de sus 13 canciones.

“La música es algo que se utiliza para transmitir ideas, conceptos y sensaciones”, comenta Eva sentada junto a Juan en los cuarteles generales de Sony Music España, compañía que distribuye el disco. “Pero también para divertirse”, remacha. “No es moco de pavo divertirse. Este es un disco para escuchar y para bailar. Es muy importante el concepto de movimiento en Salto al color”, explica la compositora y cantante.

Y vaya si lo es… Salto al color incluye algunos temas como Señales o Juguetes rotos que parecen pensados para poner en órbita al público tanto en el directo, como para ser remezclados, sin problema, para las pistas de baile. Pero en todo el disco se reconoce el sello personalísimo que desde hace casi 28 años ha situado a este dúo como un referente de la música popular española. Probablemente ningún fan quedará decepcionado. La materia prima está: letras inteligentes y trabajadas dentro de melodías con gancho, una cadencia marca de la casa y mucha sensibilidad con pequeñas piedras preciosas como Mares igual que tú, Soledad y Ruido, por poner tres ejemplos. O esa especie de declaración de intenciones hecha canción que es Nuestro Tiempo: “Hay un tiempo para olvidar todo lo que pudo ser y nunca será”, canta Eva. Un tema lleno de detalles, de cuerdas evocadoras, probablemente una de las canciones más emocionantes de Salto al color.

Empezasteis hace ya más de 27 años, casi 30. Tal y como está España, el mundo en general, es una suerte poder vivir de lo que a uno le gusta. Y cada año que pasa crecen vuestros seguidores.

Juan Aguirre: Nos sentimos afortunados y muy agradecidos. Y no es una felicidad boba. Somos conscientes de que el proyecto nos ha excedido de alguna forma y le debemos muchísimo a la escena musical. Me refiero al público, a la gente que amáis la música y que cuando nos da una ventolera en forma de disco venís a hablar con nosotros.

Creo que tenemos una deuda de gratitud y por eso tratamos de hacer discos que sean lo más libres posible. Debemos reírnos un poco de ese perrillo que se llama éxito y dejarlo en el hall de la burbuja en la que nos metemos a crear. Y allí dentro, hacer discos de una manera muy visceral, lo más intuitiva posible y probando cosas nuevas.

Hablando de probar cosas nuevas, esta irrupción de la electrónica ¿tiene algo de salto generacional?, ¿os ha venido impuesta por una necesidad de actualización a los tiempos musicales que corren?

Eva Amaral: Creo que ha sido una evolución natural. No lo vemos como un giro, sino como una continuidad. Ya sabíamos que la energía en nuestra música no está solo en una guitarra distorsionada o un bajo tocado, sino que hay mil maneras de encontrarla. Algunas de estas canciones se basan en la guitarra porque es nuestro instrumento, pero más que en ningún otro disco muchas ya nacen con una base electrónica. Hay melodías en este caso que han nacido encima de una base previa.

J. A.: En mi caso creo que tiene mucho que ver con disfrutar las sesiones de dj que hacen Xabi (Blanco) y Eva. Me refiero a esa forma de disfrutar de manera colectiva. Te pongo un ejemplo. En una edición del Sonorama en la que éramos cabeza de cartel, al terminar el concierto fuimos a una carpa donde pinchaban Eva y Xabi. Fue una especie de momento revelador el estar disfrutando en colectividad de música que fundamentalmente no está hecha con guitarras. Me supuso un entusiasmo parecido al que sufrí con bandas de guitarras cuando era adolescente. En mi caso esta es una evolución muy hedonista.

En algún tema de ‘Salto al color’ se puede intuir hasta algún ritmo muy básico de ‘trap’. En estos momentos de evolución de nuevos paradigmas de música urbana en los que se ha llegado a decir que el reguetón está destruyendo el gusto de la juventud española, ¿vosotros dónde os situáis?

J. A.: Cuando triunfó Elvis parecía que iba a destruir a toda la juventud del mundo. De los Beatles se quemaron montañas y montañas de discos… Mira. Los ritmos son ritmos. Así, sin más. Muchos de ellos son ancestrales. Y un músico solo puede tomar dos decisiones: abrir los oídos o cerrarlos. No hay más.

El ritmo básico de dance hall es un sonido que utilizaban los jamaicanos en Kingston en las salas de baile, que luego se ha replicado de miles de formas y ha dado lugar a otros estilos. Hay ritmos que se originaron en la Motown… Están ahí y puedes utilizarlos como quieras.

Vamos, que la cosa es abrirse de orejas…

J. A.: Puede haber artistas que te hagan interesarte por un ritmo determinado. Hay discos que a mí me han llevado a otra dimensión. Bandas de rock que me han introducido en el rythm and blues y la música negra. Recuerdo, por ejemplo, The Gift de The Jam, disco que escuché bastante tarde, que me llevó a la música negra y al funky. Pero también los viajes pueden esconder nuevos ritmos. Hice un viaje por América que duró dos meses y medio. Un día salí a dar una vuelta por las calles de Panamá y el sonido que allí se escuchaba era distinto. Y lo tenía allí sin procesar, de primera mano. La primera vez que grabamos en Inglaterra lo hicimos en un estudio del sur, en Brixton, un barrio con mayoría jamaicana, y la música que salía de las tiendas de ropa era de otro planeta. Como verás, yo prefiero abrirlas, sí.

Es decir, ¿no hay estilo bueno o malo, sino buenos o malos temas?

E. A.: Lo de bueno y malo es muy subjetivo.

J. A.: Creo que la música básicamente se resuelve en transmitir energía y en recibirla. Las fronteras entre los géneros son cada vez más difusas. En el fondo todas las canciones de este disco las podríamos tocar sin micro y con una guitarra acústica, nada más.

Tal y como vais a hacer esta noche. (Anoche Amaral invitó a un grupo reducido de personas a un concierto sorpresa acústico en la calle del Codo de Madrid en una acción de promoción de su nuevo trabajo a través de su canal de YouTube).

J. A.: Exacto, es algo que nos gusta mucho hacer. Porque es una forma de decirle al público que más allá de lo bien producido que esté el disco, debajo hay una esencia. Una materia prima que finalmente es la canción en sí. Puedes vestirla como quieras. Incluso en diferentes momentos de tu vida, la puedes vestir como quieras, pero lo importante es la esencia.

En algunas de vuestras canciones se esconde un gran mensaje de calado social y en este disco las cosas no son diferentes. Por ejemplo, ‘Juguetes rotos’ se podría escuchar perfectamente desde una posición muy enfrentada al sistema.

J. A.: Juguetes rotos habla de fragilidad. De la fragilidad de todos nosotros como seres individuales, ante un poder cada vez más globalizado. Las elecciones en un país o en otro son irrelevantes si tenemos en cuenta que a escala global vivimos en un mundo desconcertante. Yo siento que el verdadero reto que tenemos como especie es decidir qué Planeta que vamos a dejar a nuestros hijos o a los hijos de nuestros hijos.

E. A.: Por no contar el que nos han dejado a nosotros, que tal vez no tenga vuelta atrás.

J. A.: Si vamos a lo esencial, es obvio que salvar el planeta es primordial. Y es algo que excede de las fronteras. Y Juguetes rotos tiene que ver con la fragilidad de todos los ciudadanos de a pie y de la falta de empatía desde el poder con cada uno de nosotros. Somos como muñequitos. Parecemos muñecos erráticos en un mundo desconcertante.

¿Qué os parece la irrupción de la extrema derecha en gran parte del planeta? ¿Qué os parece que la derecha española pacte con un partido que dice las barbaridades que dice Vox?

J. A.: Lo que habría que preguntarse es qué lleva al votante a tomar ese tipo de opción. Obviamente, no coincidimos con los postulados de ese partido. Con esa mirada a lo tradicional… Con ese pensamiento.

E. A.: Pero lo que más asusta es que exista esa mirada hacia atrás, hacia ese pasado oscuro. ¿Cuáles son los motivos de ese retroceso?

J. A.: Me parece preocupante que esto sea a escala global. Es inconcebible que haya un tipo en Estados Unidos que hable de muros, que existan salvinis y bolsonaros con las cosas que dicen… Y aquí lo que le escuchamos a Vox. Tenemos que preguntarnos por qué hay gente que piensa que esas son opciones válidas.

¿Habéis visto la serie Years and years que plantea un futuro muy cercano bastante negro a resultas de las políticas de estos gobernantes elegidos por una parte del electorado?

J. A.: Years and years tiene un punto de alegoría y, como la trama se desarrolla en Reino Unido, pues lo sientes más cercano. Vivimos una crisis sobre el concepto de democracia a nivel global e individual. Y esto se tendrá que resolver y lo tendremos que resolver entre todos. A lo mejor no es arrojándonos los trastos los unos a otros. Habrá que reflexionar sobre la libertad individual y sobre la importancia de la libertad individual. El derecho a la propia identidad es algo irrenunciable. Y que se haga de eso una lucha colectiva me parece muy importante. Pongo el acento en eso.

Lo demás creo que responde a un momento vórtice, esa aparición de una luces rojas muy inquietantes. Estudié en la facultad de Historia de Zaragoza y allí me enseñaron, más allá de acumular fechas, a observar procesos sociales. Y por más que parezca lógico, la historia de la Humanidad no es una línea recta, siempre hay tiras y aflojas.

Pero sin duda, sin ninguna duda, lo que tengo claro que debería ser una cuestión global y supranacional es lo que estamos haciendo con el planeta. Tenemos que solucionar esto con urgencia y después hablar de otras cosas, porque sin ese marco jamás podremos discutir sobre las libertades individuales. El problema que más me preocupa, hablando claro, es la ecología.

E. A.: Es una pescadilla que se muerde la cola porque son esos mismos que están en el poder los que más destruyen el medioambiente. Solo interesa el dinero a corto plazo y las personas les importamos bien poco.

Es tremendo. Ahora que nos ha salido una activista planetaria jovencísima, Greta Thunberg, el sistema ya se está ocupando de desprestigiarla a marchas forzadas.

J. A.: Porque se ha convertido en una persona icónica, pero la preocupación en el ser humano va más allá de los iconos. Creo que la preocupación por el medioambiente está en el aire. Obviamente, no puedes cambiar todo esto con un disco. Pensarlo sería de ilusos, pero cada uno personalmente claro que tiene la capacidad de decidir si quiere hacer algo o no en su propia vida. Puedes tomar decisiones como utilizar el transporte público o la bici… Yo he renunciado a tener un coche, por ejemplo, y con eso no voy a cambiar el mundo. Todo lo que debatamos, hablemos en esta entrevista es irrelevante frente a lo más importante que es la toma de conciencia del gigantesco problema que tenemos con el planeta.

E. A.: Me parece bien que todos intentemos reducir nuestro consumo de plástico, por ejemplo. Pero lo que no puedo llegar a comprender es que no haya una legislación global que limite la utilización tan masiva e indiscriminada del plástico. Se vuelca en el consumidor una responsabilidad y una toma de decisión que, en realidad, debería ser de responsabilidad política.

¿Qué más mensajes podemos encontrarnos en este disco?

E. A.: El disco habla en casi todas las canciones de la sensación de búsqueda de quién eres en este mundo. De la búsqueda de la identidad, de quién eres, dónde estás, a qué perteneces, de cómo quieres ser aceptado con tu sensación y tu sentimiento y de cómo nos podemos sentir todos como colectividad. En la pista de baile o en la sociedad. Cómo nos ven desde fuera.

J. A.: Me gusta que la pista de baile sea para nosotros, claramente, una gran metáfora de lo colectivo.

‘Salto al color’ se abre con una cantiga, ‘Ondas do mar de Vigo’, cantada en gallego y acompañada por las flautas de Carlos Núñez. Es una apuesta arriesgada para comenzar, ¿no?

E. A.: Hemos metido en una coctelera muchas cosas. En ese principio estamos rindiendo un homenaje a un mundo muy emblemático y de realidades musicales tradicionales muy arraigadas. Nos animó el propio Carlos (Núñez) a hacerlo. Es un fragmento de la cantiga y era una manera de introducir Mares igual que tú y de hacerle un homenaje a todos esos poetas, músicos, cantantes, artistas que se han visto influidos por la figura del mar tanto como nosotros.

Ha sido premeditada la idea de no tener ningún prejuicio a la hora de coger de aquí y de allá. Juan se compró una guitarra portuguesa al otro lado de la frontera, pues había que utilizarla y, además, es que le pega a la canción.

J. A.: Esta es una declaración sobre este disco, sobre todos los que hemos hecho y sobre todos los que hagamos: aparte de hacer música, nos encanta viajar. El cómo asimilas los viajes si tratas de viajar sin ser estrictamente un turista hace que veas de forma normal cosas en las que ni siquiera reparabas. No somos muy de rebuscar las cosas. Cerramos los ojos, tocamos un acorde y si nos gusta lo dejamos y si no, fuera.

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