Ana S. Pareja, editora de Alpha Decay: «A ver cuándo se pone de moda ser librero»

Ana S. Pareja, editora de Alpha Decay. Foto: Chus Sánchez.

Ana S. Pareja, editora de Alpha Decay. Foto: Chus Sánchez.

Ana S. Pareja, editora de Alpha Decay. Foto: Chus Sánchez.

La independencia y una coherente perseverancia en una concepción de la literatura que no busca acomodarse a fórmulas preestablecidas ni a modas definen a Alpha Decay, editorial con sede en Barcelona que ya ha superado la década de vida. Ana S. Pareja y Enric Cucurella están detrás. Con sus ‘Héroes Modernos’, nombre de la principal colección, Alpha Decay ha situado en las librerías a autores como Iain Sinclaire, Alejandro Zambra, Lesley Arfin, Allan Kaprow, Tracy Emin y Simon Critchley, sin olvidar al siempre cuestionado Tao Lin. Además, ha abierto en Berlín Bartleby&Co, un escaparate de la literatura española en la capital alemana. Sobre su proyecto y su concepción del mercado editorial hablamos con Ana S. Pareja.

¿Cómo definirías Alpha Decay?

Una editorial literaria independiente.

El catálogo de la editorial se definió desde el inicio por proponer autores no conocidos por el gran público español, muchos ellos provenientes del ‘underground’ o de una escena literaria alternativa, obras híbridas, laterales…. ¿Creíais que había un público para estas obras o había en vosotros el reto de crear un público lector nuevo, que se sumara a vuestra propuesta?

Ese público éramos nosotros en aquella época. Y como tampoco nos consideramos gente tan elevada ni especial, nos imaginamos que podía haber mucha más gente como nosotros, interesada en este tipo de literatura. También hubo un intento de contagiar entusiasmo por una forma de leer más decantada hacia la idea pura de descubrir y reflexionar acerca de lo nuevo.

¿Me equivoco si afirmo que Alpha Decay es una editorial que exige al lector, que no es complaciente con él, que no le ofrece lo fácil?

Tampoco es que estemos pensando todo el día en el lector; si no, quizá publicaríamos cosas muy diferentes a las que publicamos. Una vez un editor que vende bastantes libros me contó su técnica para decidir si contrataba o no un libro. Se lo pasaba antes a amigos muy lectores, luego a amigos menos lectores, luego a sus padres o a sus primos, a algún familiar, si les gustaba a todos, lo contrataba; si alguien disentía, no. La verdad es que casi todo lo que publica está bastante bien, pero para explicarlo de una forma sencilla: esa es la forma de trabajar más opuesta a la de Alpha Decay que pueda existir.

Os han definido como una editorial punk, heterodoxa, alternativa… ¿Os han llegado a pesar estas etiquetas?

No mucho. Está claro que cuando dicen de tus libros que son muy bonitos, más gente se acerca a comprarlos, pero como ese nunca ha sido el objetivo primordial de esta editorial, nos contentamos con que los lectores serios y afines se interesen por lo que hacemos. También pienso que que te llamen punk o heterodoxo en este país hoy en día no tiene mucho mérito, el establishment cultural es muy complaciente y hay en general muy poco deseo de innovar. Si fuéramos de verdad punks, nuestros libros no estarían en todas las librerías y grandes superficies de España ni se reseñarían en los grandes suplementos.

Ahora que hablas de reseñas, ¿cómo se enfrenta la crítica literaria ante ciertas propuestas absolutamente nuevas para el panorama español?

Como en todos los ámbitos, ha habido un poco de todo. Creo que en general los periodistas culturales de este país han demostrado bastante interés y ganas de explorar nuestro catálogo. Es algo que nunca damos por sentado. Hay cientos de editoriales buenas en este país y casi todos los editores independientes están haciendo un trabajo extraordinario; que de vez en cuando nos dediquen un espacio en la prensa que podrían dedicar a otros tantos libros buenos publicados por tantas buenas editoriales es algo que se agradece. Eso sí, queremos más gente joven haciendo crítica en los suplementos y en las revistas. Es importante que se produzca un relevo y que gente con ideas frescas entre a ocupar lugares en los que sus ideas puedan llegar a muchas personas.

A propósito de esto, ¿cuál era tu percepción del mundo editorial hace diez años, esa percepción que os llevó a crear Alpha Decay, siendo una de las primeras editoriales independientes que nacían? ¿Había la sensación de renovar un panorama literario?

Sí que la hubo, pero fue algo que tuvo más que ver con la ruptura de las viejas estructuras que con los libros que se publicaban. Anagrama en los setenta era más punk que muchas editoriales independientes de ahora. Hace diez años hubo una revolución en la base estructural del negocio. Surgieron de golpe muchas editoriales independientes capitaneadas por gente joven y fue algo romántico y excitante. Por supuesto, algunos de esos editores fueron rompedores con sus libros y con sus catálogos, pero no todos.

¿Tienes la sensación de que también hubo mucha repetición de esquemas tradicionales?

La única lección que no acabamos de aprender es la de renovar las dinámicas de trabajo dentro de una profesión antiquísima en la que es muy difícil innovar desde dentro. Al final, la forma de trabajar de una editorial en el año 2016 no difiere tanto de la de una editorial en 1980. No hemos sabido asimilar el cambio que han traído los nuevos formatos para enriquecer la difusión de nuestros libros, y el libro digital, por ejemplo, ya se empieza a percibir como un fracaso. Creo que secretamente todos nos alegramos un poco. Quizá podríamos haberlo hecho mejor y haber aprovechado esas nuevas posibilidades que se abrían para que todos saliésemos ganando: editores, lectores y libreros. También queda pendiente la asignatura de establecer puentes sólidos con los lectores de Latinoamérica.

En la entrevista que te realizó Laura Fernández con ocasión del décimo cumpleaños de Alpha Decay, comentabas que al inicio os sentíais solos en vuestro proyecto, pues todavía no habían surgido editoriales independientes como Libros del Asteroide, Nórdica, Periférica… Mirando en retrospectiva y a pesar de la crisis vivida, ¿ves con optimismo el escenario editorial respecto al de hace diez años? ¿Se ha ido a mejor?

Lo veo de manera positiva, pero siento que este es un negocio de mucha inestabilidad, en el que es muy complicado que las editoriales independientes se consoliden, crezcan y creen nuevos puestos de trabajo. Es complicado sentir que de verdad existe una viabilidad a largo plazo para proyectos que se salen un poco de la norma. Así que, si me preguntas si me gusta el panorama con tantas editoriales nuevas y pujantes, te diré que sí. Pero me gustaría todavía más sentir que el negocio del libro dentro de la independencia está a salvo y que enfrenta de manera saludable el futuro, y esto último no lo veo tan claro.

Entrando ya en vuestro catálogo, vuestra principal colección es ‘Héroes Modernos’; en ella publicáis tanto ficción como ensayo, autores de distintas generaciones y de distintas tradiciones literarias… ¿Para vosotros los textos trascienden géneros, lenguas y tiempos?

Cada texto está circunscrito a su tiempo, lengua y género. La forma de leer esos textos es lo que hace que trasciendan y que se liberen de viejos corsés. La forma de publicar y diseminar los textos en un catálogo debe ser lo más libre posible, diría que hasta debería guiarse por la impulsividad y ser un poco arbitraria. O incluso temeraria.

A falta de mayores demarcaciones, ¿la coherencia interna de la colección ‘Héroes Modernos’ la dan las obras en su diálogo entre ellas?

Esto es algo que hemos dicho muchas veces. Las obras publicadas en la colección tienen un solo hilo conductor que las une, y es el propio gusto de los editores. Cualquiera que conozca bien el catálogo será luego capaz de encontrar pistas secretas, guiños, temas que se repiten, viejas obsesiones que se convierten en obsesiones nuevas.

En vuestro catálogo, el ensayo juega un papel protagonista. ¿Notáis diferencia, entre vuestros lectores, en la recepción de ensayo y ficción? Es decir, ¿se prefiere la ficción no es una regla?

No notamos mucha diferencia, porque no conocemos a las personas que compran nuestros libros ni sabemos qué diferencias hay entre ellos. Es decir, no hablamos con nuestros lectores ni nos cuentan cómo son y por qué les interesa leer más ensayo o ficción. Acerca de si se prefiere más la ficción o el ensayo, tampoco lo sé. Deberíamos ver cifras de ventas de los últimos años y comparar.

‘Alpha, Bet & Gimmel’, colección de filosofía analítica, propone textos filosóficos que, aparentemente, no son siempre accesibles por la preparación que requieren. ¿Cuál es vuestra percepción de la respuesta de estos lectores ante esta colección? ¿Lo complejo interesa y atrae más de lo que se dice?

Los libros de esta colección sí que están enfocados a un público bastante más restringido y selecto. De nuevo, no conocemos personalmente a los lectores de esta colección y no sabemos lo que piensan, pero está claro que hay menos público dispuesto a enfrentarse a textos de filosofía analítica y lógica pura y dura. Aunque no todos los títulos de la colección son tan exigentes. Hemos publicado con éxito muchos libros de Pierre Hadot y otros filósofos más accesibles.

En este sentido, en contra de la idea de lo fácil, vosotros apostáis por la complejidad. ¿No debe subestimarse el lector?

Cuando uno es humilde, suele esperar mucho de las capacidades de los demás. Incluso suelen exagerarse. Nos gusta pensar que somos gente humilde y optimista que siempre espera encontrar a un interlocutor inteligente y bienintencionado al otro lado.

Sin duda, el optimismo es imprescindible, pero ¿cómo se enfrenta un editor con unas ideas de catálogo tan claro a una sociedad tan poco lectora?

Siendo realistas y asumiendo que, como decía Sergio Algora, quizá esto sea cosa de “muy poca gente”. Pero se puede ser realista y al mismo tiempo seguir siendo idealista. En este oficio las dosis de esfuerzo, intuición y habilidad deben ser exactamente iguales a las de idealismo; si no, uno se encerraría en casa a leer sus libros y los compartiría sólo con sus familiares y amigos más cercanos. En esta ilusión de compartir con más poca gente radica la motivación para seguir trabajando cada día.

De Amador Vega a Tao Lin, de Primo Levi a Saki, de Frances Serés a Agota Kristoff, de Andrés Barba a Jim Dodge, Fabián Casas o Iain Sinclair. ¿la confluencia de autores tan distintos en una misma editorial facilita a la hora de llegar a un público más amplio, más diverso?

A veces confunde un poco. Muchos editores te dirán que te dediques a un único espectro de lectores y que no los marees mucho. Por eso en Alpha Decay existen colecciones que dividen un poco a todos estos autores en equipos; si no, sería algo incontrolable.

¿El lector de Amador Vega es el mismo de Tao Lin? O, mejor dicho, ¿el lector de Alpha Decay es aquel que, confiando en el sello, recorre el catálogo descubriendo autores absolutamente antitéticos?

El lector de Tao Lin tiene que ser igual o más hábil y capaz de entender las complejidades de una propuesta y de un texto que el lector de Amador Vega. En general, a los lectores de Alpha Decay sólo se les pide una mirada clara, una mente abierta y cierto hábito de lectura para entrar en el catálogo. No hace falta mucho más.

Y, en este sentido, ¿indispensable no sólo constituir una propia imagen del sello sino obtener la ciega confianza de los lectores?

Mujer, tanto como ciega… Lo de la mirada clara nos atrae más que la confianza ciega. Lo de construir una imagen de sello nos empieza a parecer una cosa muy de 2010. Cada vez el lector se deja persuadir menos y es más independiente y autónomo. No creo que mucha gente siga por muchos años a los sellos gracias a una imagen creada con pico y pala en las redes sociales o a través de sus diseños de cubierta o con líneas editoriales muy marcadas. Ese enamoramiento es fugaz. Si uno publica buenos libros y hace un buen trabajo constante en todos los aspectos, al final será recompensado con ventas, buenas críticas y la confianza de más lectores. Más que en magia editorial, en imagen o en seguidores de Twitter, Instagram o Facebook, creo en el poder de los libreros para cambiar las dinámicas dentro del mundo editorial. A ver cuando se deja de hablar tanto de las nuevas hornadas de editores y se empieza a hablar más de las nuevas hornadas de libreros. Que se ponga de moda ser librero y que más gente joven se forme bien para ello y encauce su carrera a ser el mejor o la mejor librera. Estamos en sus manos.

¿Cuando hablas de una nueva hornada de libreros te refieres, en parte, a un modelo de librero independiente como ya se pueden ver en ciertas ciudades?

Sí. Otro fenómeno nada desdeñable y del que no se habla muy a menudo es el del florecimiento de pequeñas librerías en una época de crisis económica y de lectores tan brutal como la que hemos vivido en los últimos años. Esa gente está abriendo negocios que se podrían definir como suicidas en medio de un panorama desolador, y lo hacen con pocos medios pero con una energía y una pasión desbordantes. Pero yo iría un poco más allá: No sólo necesitamos a nuevos libreros que pongan en marcha estas iniciativas. Necesitamos a nuevos libreros vocacionales que trabajen también en la Fnac, en El Corte Inglés o en las grandes cadenas de librerías y que hagan su pequeña revolución desde dentro. No hay malos lectores, sino lectores mal asesorados o con poca información para dar el paso de empezar a leer mejor.

Y ya por último, ¿cómo se plantea Alpha Decay los próximos diez años?

Más o menos igual que hasta ahora, que nadie se haga ilusiones.

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