Ariel Rot, cómo mantener la frescura musical durante décadas

El músico Ariel Rot. Foto: Warner Music.

El músico Ariel Rot. Foto: Warner Music.

El músico Ariel Rot. Foto: Warner Music.

El músico Ariel Rot. Foto: Warner Music.

Envuelto en un colorido y cálido diseño gráfico de Víctor Coyote, ‘La Manada’, que es como se titula el nuevo disco de Ariel Rot, contiene 11 canciones que huelen a salón de casa de campo impregnado de nicotina, a lluvia tras las ventanas, a zapatillas de casa, a amigos que quedan para tocar y exorcizar malas rachas y feos augurios. Un disco que sabe a reflexión tóxica y certera. Hablamos de todo esto con el autor, uno de los mejores músicos y productores con que contamos.

Atravesando sus canciones, suena rock auténtico y primitivo junto a vino del caro bebido a morro desde la botella, sin prejuicios ni adornos; también suena a swing, guitarras nítidas y melodías que silban los labios mientras los ojos miran al techo, buscando una voluta de humo con forma de nube. Sale también el ‘crooner’, que mira los pétalos caídos de una flor que ya no está en sus manos. Hay rock, claro, que corre por las venas de Ariel Rot desde que era un crío. Todo fresco, arreglado pero informal, canalla pero educado.

Ariel es uno de nuestros mejores músicos argentinos, de esos artistas del otro lado del charco que llegaron aquí para quedarse, un guitarrista excepcionalmente efectivo, un maduro músico que nunca descansa y que en esa inquietud, da con la nota adecuada para arrancar la siguiente canción.

El título, ‘La Manada’, ¿a qué hace referencia?

En cierto modo rinde homenaje a la diferente gente que pasó por mi vida, creo que los textos son claros en ese sentido. Recuerdo situaciones, personas… En esa manada también está presente mi entorno musical, los músicos propiamente dichos y el equipo que se forma alrededor, a veces numeroso, otras no tanto, he pasado por muy diferentes estadios en ese aspecto. Y también, ¿por qué no decirlo?, está la manada que forma la gente que viene a verme, el público que se compone de pequeñas manadas que se juntan en los conciertos y hacen una gran manada.

Han pasado unos meses desde la publicación del disco, ¿eres de volver a escucharlo para cerciorarte de que todo estaba bien?

No, completamente prohibido durante al menos cinco años, solo en caso de extrema necesidad… en casa de un amigo, una entrevista o que venga un nuevo músico. Pero no, prefiero que pase un prudencial tiempo.

Lo dices casi como si de una ley muy forjada se tratase, ja, ja, ja.

Es que ocurre… sobre todo si, en la primera temporada, cuando empiezas a girar, regresas a escucharlo, te parece que quedó incompleto. Es una sensación, porque, aunque la grabación tenga más instrumentos que en directo, lo que sientes es que a esas canciones les quedaba eso, rodarlas un poco, notas que están incompletas en el disco.

Claro, esa es la magia, quizá.

Bueno, si… sacas las canciones, ese ejercicio, con el público delante, de repente todo toma vida, no es el proceso de encapsularlas en una grabación, es el ejercicio de sacarlas a caminar y que cobren vida propia…, como cuando el vino sale de la botella.

Hay músicos que prefieren rodar bien las canciones en directo y luego meterse en ese proceso de encapsulado al que te refieres.

No, yo no. Eso lo hacíamos con Tequila, según componíamos incorporábamos esa canción nueva al repertorio, era de una manera muy intuitiva, sin ningún tipo de teoría. Era una cuestión de necesidad, no había una teoría respecto a eso. Claro, luego llegábamos al estudio y teníamos el disco en cuatro días.

Eres un artista con una carrera de fondo brutal, un oficio indiscutible. ¿Cómo haces para mantener la frescura que se palpa en este nuevo disco?

Este disco tiene ese objetivo, dejar un poco que ocurran las cosas en el estudio, que cada músico aporte lo suyo, ser más certero en la elección del músico que en la del arreglo… Quizá es por eso que a mí también me sorprenda esa frescura de la que hablas.

Un tipo como tú, que ha producido y grabado como para llenar una wikipedia, declina en otra persona para sus discos.

Ya hace unos años que le otorgué a José Nortes el título de productor, desde hace ya unos pocos discos. Hubo un tiempo en que coproducíamos, pero ya traspasado el poder a él, yo me noto que me puedo ocupar más a gusto de otro tipo de cosas, más de músico, tomo más distancia… Esto ocurre sobre todo en las mezclas, porque durante todo el proceso de grabación de un modo u otro estoy ahí, dirigiendo la banda.

Eso es, tienes buena fama de director de banda… En Los Rodríguez ejercías de ello, en tu propio proyecto, ¿es un papel que disfrutas?

Trabajo con gente que, en realidad, también son ya directores… Y es importante eso también.

Funcionas en solitario, pero has estado con grandes bandas, como un miembro más, ¿volverías a hacer algo así?

En ningún momento de mi carrera he planeado formar una banda, nunca me he visto pensando en con qué músicos haría una banda… En las dos bandas que estuve, Tequila y Los Rodríguez, todo surgió de un modo espontáneo, combustión espontánea: nosotros tenemos que hacer una banda, porque tocamos muy bien juntos y nos gustábamos, eran pactos. No estoy cerrado, de ninguna manera, cuando tienes una banda y todo está bien, creo que es la fórmula ideal del rock, para hacer música y pasar por esta vida. Es una situación muy privilegiada. En estas bandas, que fíjate que aún hoy seguimos hablando de ellas, vino el desgaste. La alarma saltó. Pero me gusta tocar con gente, fíjate que ahora tengo un ciclo de conciertos en el Casino de Barcelona y estoy revisando mi repertorio para hacerlo con piano y guitarra solamente… Y es un placer estar armando eso con Federico Lechner, ese espacio nuevo de música y amistad, tango, jazz y milonga.

Tu ramalazo ‘stoniano’ ya ha quedado para la posteridad, es innegable, pero llevas años explorando el terreno del ‘crooner’, ese vagamundo que cuenta historias, que emociona y provoca, que se sincera y se moja…, a veces llorando.

Uhm, trato de recordar cuales fueron las claves en ese posicionamiento mío, mis primeros movimientos en ese terreno… Sin entrar en ejemplos claros, es una música que metí en mi universo, una constelación que se me apareció. En realidad, yo de chico estudié con un maestro que me enseñó swing, cosas de la escuela de Óscar Alemán, o Django Reinhardt, y me enseñó esas escalas, esos cambios de acordes un poco más elaborados que en el rock, y ahí se quedó eso. Lo dejé en stand-by, aunque lo escuchaba, me gustaba seguirlo, incluso con cosas más modernas como Brian Setzer, John Pizzarelli o como Sinatra y Tony Bennett.

¿Cómo llevas tu talla de leyenda del rock patrio? ¿Pesa? ¿Te agrada?

Sí, bueno, eso está bien, pero también me gusta que sepan las canciones nuevas, que vengan a los conciertos, que se traduzca toda esa admiración en público presente en los shows, je, je, je.

¿Cómo haces para poder introducir los nuevos temas en un repertorio plagado de éxitos imprescindibles?

El set-list lo suelo hacer mirando el lugar donde voy a actuar; no es lo mismo hacer un concierto en una sala para gente que ha pagado una entrada para verte que actuar en un festival gratuito en fiestas… Afortunadamente tengo repertorio para ese tipo de situaciones y salir bien parado. Si toca sacar los hits: hay muchos guardados en la cámara listos para disparar. Lo curioso es cómo forman parte de uno, todas esas canciones que, cuando grabas un disco como el que acabo de grabar, dejan de existir, y es como si fuese tu primer disco y te obsesionas y todas esas nuevas canciones van ganando espacio vital hasta hacerse por completo de uno mismo, olvidando hasta la realidad. Cuando termino un disco siempre pienso: en el siguiente no voy a ser tan obsesivo y voy a darme un espacio, pero no todo… Pero no, no puedo, es como un meteorito que al inicio lo ves pequeñito, pero que según se va acercando alcanza unas dimensiones colosales.

https://www.youtube.com/watch?v=u0ikW-XUYjk

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