Autopsia a un frigorífico: ¿de dónde viene y adónde va?

Frigoríficos en el campo. Foto: Pixabay.

Frigoríficos en el campo. Foto: Pixabay.

Frigoríficos en el campo. Foto: Pixabay.

Frigoríficos en el campo. Foto: Pixabay.

Ahora, cuando más suben las temperaturas y aprieta el calor, más le exigimos a nuestro frigorífico para que nos ofrezca un gazpacho bien fresquito o una provisión constante de cubitos de hielo. Sin embargo, este electrodoméstico es una auténtica bestia consumidora de energía (el que más de toda la casa) y un contenedor de residuos (gases, aceite, metales, plásticos…) muy contaminantes si al final de su vida útil no se desecha de forma adecuada. Para contribuir a su buen uso y desuso, hagámosle la autopsia para conocer el destino de todos sus componentes.

Aunque también le ha llegado la obsolescencia programada a los frigoríficos y donde antes duraban hasta 25 años hoy algunos piden un relevo a los seis, hay formas de prolongar su vida. No ubicarlo cerca de fuentes de calor, no pegar su parte trasera a la pared, eliminar periódicamente la escarcha y no abrir constantemente la puerta son algunas de las recomendaciones para evitar que el electrodoméstico que más energía consume de todo el hogar (está encendido las 24 horas de los 365 días del año) quede fuera de juego antes de tiempo. Fijarse en la etiqueta energética y optar por los de A+++ también ayuda a que baje el 20% que se tragan del consumo de energía en el hogar.

Una vez que llega su hora final, por supuesto nada de contribuir a la lamentable imagen de un frigorífico plantado al lado de los contenedores de basura. La composición del mismo, que en los modelos más antiguos contienen gases altamente destructores de la capa de ozono y de efecto invernadero (CFC y HCFC), hace que sea vital su tratamiento final controlado, destinado a recuperar gran parte de los elementos del mismo.

Según datos de los fabricantes y de la Fundación Ecolec, una de las entidades encargadas en España de la gestión de los residuos de este tipo de electrodomésticos, los frigoríficos y congeladores al final de su vida útil (residuos) gestionados por esta entidad en 2017 sumaron en peso 28.943 toneladas, equivalente a unos 413.000 aparatos. Los fabricantes que forman parte de Ecolec representan el 47% del total de equipos domésticos puestos a la venta. A ello habría que añadir los correspondientes a otros sistemas integrados de gestión, como Ecotic y Recyclia.

De ese montante de residuos, el principal en peso (57%) corresponde a los metales férricos que forman y apuntalan la estructura del aparato, como el motor-compresor, el condensador y el evaporador. El segundo en importancia son los plásticos (31%), presentes en diversas partes: recubrimientos, puertas, bandejas, soportes… En tercer lugar están los metales no férricos (5%), como el aluminio y el cobre que se reparten igualmente por diferentes partes de la estructura, incluidos los circuitos de refrigeración.

Los gases refrigerantes solo llegan al 0,6%, pero, sobre todo en los modelos de más de 20 años, suponen la carga contaminante más peligrosa, ya que contienen los famosos clorofluorocarbonos (CFC) e hidroclorofluorocarbonos (HCFC). En la actualidad se utilizan hidrofluorocarbonos (HFC), isobutano, propano, propileno y amoníaco, aunque algunos de los derivados de estos compuestos también serán prohibidos antes de 2021. El 6% restante se lo reparten el vidrio utilizado en algunas bandejas y soportes interiores y otros materiales de menor volumen.

Si, tras su uso, el frigorífico no ha sido vertido en la vía pública ni entrado en un circuito no autorizado para su efectivo tratamiento, debe seguir una ruta muy definida para que todos los residuos mencionados sean adecuadamente reciclados, reutilizados, inertizados o quemados, nunca vertidos. Sin embargo, esa ruta suele torcerse. Todos los años el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona) realiza detenciones y se incauta de miles de frigoríficos que no reciben un tratamiento final apropiado, lo que supone perder el control de algunos residuos muy peligrosos.

Si se respeta la ruta, esta comienza en el domicilio de la persona que ha decidido cambiar el electrodoméstico, ya que el establecimiento donde se compra el nuevo está obligado a recoger el viejo, y los fabricantes a sufragar el buen destino final de cada uno de los componentes del segundo. “La ruta tipo continuaría en la plataforma logística del distribuidor que ha comercializado el producto nuevo, seguiría en la del operador logístico de residuos y concluiría en la planta de tratamiento final”, describen desde Ecolec. “A partir de aquí, las diferentes fracciones resultantes (metales férricos, metales no férricos, plásticos, gases…) son comercializadas o remitidas para su gestión final en diferentes instalaciones, que en el caso de los gases están ubicadas fuera de España”, añaden desde la misma fundación.

Respecto a todos los metales y el vidrio, el destino suele ser al 100% el reciclado. Los plásticos, excepto las espumas utilizadas como aislantes, que se incineran, también son reciclados. En cuanto a los gases, Ecolec afirma que “las instalaciones en España no realizan su descontaminación, se remiten a instalaciones ubicadas en Francia y/o Alemania para su inertización”. Uno de los principales sistemas de gestión de electrodomésticos fuera de uso en Europa, la francesa Eco-Systèmes, explica que “se incineran a altas temperaturas y los residuos derivados de la incineración y los gases de combustión se entierran en centros de almacenamiento especializados que cumplen con la legislación”.

En cuanto al peso principal de desechos, los metales férricos y no férricos suelen acabar en procesos de fundición. “Desconocemos los destinos finales (o primeros)”, concluyen desde Ecolec, “si bien el sector de la automoción es uno de los beneficiarios de estos materiales”.

 ECOLEC se suma a ‘El Asombrario’ #SúmateAlReciclajeResponsable

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