Las aves también reutilizan y reciclan

El milano nergro utiliza trozos de plástico para advertir a otras aves. F. Sergio.

El milano nergro utiliza trozos de plástico para advertir a otras aves. F. Sergio.

El milano nergro utiliza trozos de plástico para advertir a otras aves. F. Sergio.

El milano nergro utiliza trozos de plástico para advertir a otras aves. F. Sergio.

Entre la fauna alada hay varios ejemplos de especies que reutilizan y reciclan nuestra basura para atraer a las hembras, construir nidos, lanzar mensajes de dominio territorial e incluso para divertirse. Plásticos, papeles y vidrios son empleados especialmente por córvidos y familias cercanas para todo este tipo de menesteres. Desgraciadamente, esa misma basura ocasiona la muerte de muchas aves, especialmente marinas, al acumular en sus estómagos trozos de plásticos que ingieren confundiéndolos con comida.

POR JAVIER RICO

La red está llena de vídeos, algunos virales, que captan imágenes de aves utilizando o jugando con restos de basura. Ahora que aprieta el calor, recordamos aquí las más de dos millones de visualizaciones (sumando las versiones subidas por varios usuarios de Youtube) de una corneja cenicienta que práctica el snowboard sobre el tejado nevado de una casa en una localidad de Rusia. El divertimiento lo lleva a cabo con una tapa de un bote de cristal; le coge gustillo y se desliza varias veces con ella tejado abajo.

De nuevo una corneja es protagonista en un vídeo donde hace de basurera, y es que los córvidos están entre las aves más inteligentes a la hora de utilizar objetos de todo tipo para lograr sus propósitos. En este caso echa en una papelera los residuos que tiran las personas al suelo. Sin embargo, son capaces de hacer lo contrario: vaciar una papelera con tal de extraer los alimentos que buscan en su interior, algo que suelen hacer las urracas en nuestras calles y parques.

Como ya recogimos en El Asombrario al reseñar El ingenio de los pájaros (Ariel, 2017), libro de Jennifer Ackerman (EE UU, 1959), hay abundante investigación, incluidas las aportaciones de la ciencia ciudadana, que prueba la inteligencia de las aves a la hora de valerse de residuos. Citábamos el caso del cuervo que recompensaba con pendientes, tornillos, bisagras, botones y trozos de metal y plástico a una niña de Seattle (Estados Unidos) que le dejaba comida todos los días. Eso sí, a veces los córvidos no recurren a residuos, sino a objetos en perfecto estado que sustraen de los sitios más insospechados. También se citaba a los pergoleros o aves de emparrado.

Estas aves de la familia Ptilonorhynchidae presentan 20 especies repartidas principalmente entre las islas de Nueva Guinea y Australia. En su medio natural, principalmente bosques, construyen sofisticadas estructuras con ramas e hierbas (de ahí lo de pergoleros y aves de emparrado) adornadas con hojas, flores, plumas, piedras, frutos y restos de insectos que amontonan por colores. Todo para atraer a las hembras, lo que, según las especies, puede incluir alguna danza harto curiosa.

Pero, ¿qué ocurre con estos lugares de cortejo cuando los construyen a pocos metros de zonas humanizadas? Que a falta de frutos o insectos, buenos son trocitos de vidrio, tapones, pajitas, bolígrafos o pequeños envoltorios de plástico. Igualmente, para amontonarlos estratégicamente por colores y llamar la atención del sexo opuesto. Y que nadie, con patas o piernas, les quite o descoloque cualquiera de los objetos así dispuestos, porque acto seguido el macho lo vuelve a poner todo en su sitio.

El comportamiento de estas especies es muy similar al que desempeñan los córvidos, de hecho se les considera una evolución de cornejas, urracas y cuervos. Pero entre las aves hay otras nada emparentadas con estas últimas que también tiran de residuos para comunicarse. Es el caso de rapaces como los milanos negros.

En 2011, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)  dio a conocer una investigación pionera que demostraba que “el milano negro utiliza desechos plásticos (de color blanco principalmente) para advertir a otras aves sobre sus capacidades de lucha, la calidad de su territorio y su propensión al conflicto físico a modo de señal de ‘prohibido el paso’. De esta forma, los propietarios evitan la intrusión de otros milanos más jóvenes, que buscan robar comida o apropiarse de la zona”.

El origen de muchos de estos plásticos está en todo lo que arrojamos en zonas urbanas y rurales, pero también en vertederos. Los milanos, como las cigüeñas, frecuentan estos “autoservicios” al aire libre no solo para conseguir comida, sino también objetos con los que construir sus nidos. Este año, el famoso nido de cigüeñas blancas de Alcalá de Henares (Madrid) monitorizado por una webcam de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) ha vivido dos momentos peligrosos protagonizados por una gran bolsa negra de plástico con la que se corría el riesgo de asfixiar a las crías y una cuerda que se enredó en las patas de una de estas.

Desde SEO/BirdLife afirman que “de momento las investigaciones que conocemos no concluyen que este tipo de residuos constituyan una amenaza para las aves terrestres”. A pesar de todo, Arantza Leal del área de estudio y seguimiento de avifauna de la asociación, insiste en la importancia de “reducir, reutilizar y reciclar para que estas bolsas y cuerdas no lleguen a los nidos y provoquen en ocasiones la amputación de las patas o que se ahorquen algunos ejemplares al intentar salir del nido”.

Son las aves marinas las que más necesitan que nos apliquemos las tres erres de los residuos. En este caso sí hay estudios (al menos desde 1991) que confirman que los millones de toneladas de residuos plásticos que acaban anualmente en el mar provocan claros impactos negativos sobre algunas especies.

La mayor evidencia son las dantescas imágenes que documentó en 2009 el fotógrafo y activista ambiental Chris Jordan en una colonia de albatros de Laysan en el atolón de Midway, en medio del Océano Pacífico. Estómagos de adultos y crías aparecen totalmente contaminados por estos desechos, que les acaban provocando la muerte. Se calcula que un tercio de los pollos mueren cada año por la ingestión de objetos o fragmentos de plástico.

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