Catarsis desde África: Bassekou Kouyaté & N’Goni Ba

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El concierto que esta semana ha ofrecido en Madrid, en la sala El Sol, el maliense Bassekou Kouyaté y su banda nos ha servido de catarsis en una ciudad sumida en crisis y embotellamientos. La fuerza hipnótica y ancestral de África nos ayudó, una vez más, a mirar un poco más allá de nuestros burgueses ombligos

A veces olvidamos de dónde venimos. De qué continente viene esa fuerza primitiva y vital que nos hace seguir aquí latiendo, resistiendo las tempestades de la vida, las injusticias y sistemas y modelos sociales que no respetan nuestra naturaleza. Nacimos con un llanto pero también con un canto. No viene en balde recordar eso. África existe. Y es un enorme continente, plagado de riquezas naturales y de gentes que llevan consigo sabidurías milenarias. La música y la cultura no son excepción.

En Malí se han inspirado músicos como Damon Albarn (Blur; Gorillaz; The Good, The Bad and the Queen), U2, Carlos Santana, Tony Allen y muchos más. Y es cuna de una riqueza musical sin parangón. De allí procede el blues africano. Un blues más añejo que el americano, y que, a simple vista, con menos recursos consigue unos resultados fascinantes. De allí son los Touré, Ali Farka Touré que inspiró a a Ry Cooder, Rokia Traoré, Tinariwen, entre otros.

Bassekou Kouyaté es el patriarca musical de un combo en el que los linajes familiares son la armonía. Y así se presentó en directo en Madrid el martes 8 de abril; sus dos hijos mayores, dos hermanos, un sobrino y su mujer forman el grupo N’Goni Ba. Kouayaté es un maestro luthier, que recoge instrumentos típicos de su tierra. Guitarras de cuatro cuerdas que parecen treses cubanos pero con otras sonoridades más agudas. Bajos atípicos y percusiones espectaculares. Una especie de tambor que recuerda a la tabla hindú pero acoplada con cuerdas al hombro, y una caja grande que recuerda al cajón flamenco.

Una música que captura el baile, el poder hipnótico de lo tribal, de los bailes colectivos, y la mirada interior de ese blues. Y en directo demostraron la conexión ancestral, el carácter festivo y el punto trascendental y la tradición de una música con pedigrí.

Venían a presentar Jama ko (2013) y consiguieron llenar de alma, alegría, fiesta y baile la sala El Sol. Ritmos de un mundo que debería escuchar otros cantos en otras lenguas, que nos transmite el poder evocador y transformador de la música, que nos hace olvidar desgracias. Versionaron, por ejemplo, el Guajira Guantanamera con ese sabor de tierra ancestral y ese poso de blues africano. Bendita música africana. Bendita África, cuna de tantas cosas y alegría de tantas otras.

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Comentarios

  • Ana

    Por Ana, el 12 abril 2014

    Un artīculo lleno de sugerencias sobre las posibilidades de la música, del arte y de los resquicios que aún están ahí para vivir de una forma más interesante, satisfactoria y valiosa a pesar de los pesares,más allá del consumismo y los bienes o carencias materiales. También por llamar la atención sobre Africa y su riqueza espiritual.
    Gracias

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