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Madre, Santa, Puta. Una oda a Madison Young

Por bonsauvage, el 6 de julio de 2016, en Buensalvaje El editor vende su moto Reseña

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Ilustración de Marta Altieri

Ilustración de Marta Altieri

POR ELISABETH FALOMIR

Elisabeth Falomir, editora de Melusina, escribe sobre Papi (Melusina, Madrid, 2015), la biografía de la actriz porno norteamericana Madison Young, para la sección ‘El editor vende su moto’.

Madison Young ha vivido lo que al resto de los mortales nos daría para varias vidas por entregas. Diez temporadas y una película. Y se las ha apañado para tener el mejor trabajo del mundo: es revolucionaria sexual. Pero no se trata de cualquier revolución ni de cualquier sexo: Madison es un torbellino decidido a ensanchar nuestros horizontes sexuales.

Su semblanza biográfica podría resumirse muy brevemente así: nace en Ohio en 1980 y desde el año 2000 vive en San Francisco, donde se ha dedicado a crear espacios sex-positive de exploración artística queer. Ha grabado con las productoras porno más importantes e imparte charlas y talleres sobre sexualidades alternativas.

Si consumís cierto tipo de pornografía, es posible que os suene su cara ­–y por “cierto tipo de pornografía” me refiero, concretamente, a escenas de BDSM y fetish–. Así que Madison es, para empezar, actriz porno y modelo de bondage: ha grabado incontables escenas de sumisión para la productora Kink entre muchas otras, está especializada en shibari (un tipo de bondage artístico japonés) y ha encajado en casi todos los tags disponibles de vuestra web de cabecera. Pero también ha dirigido sus propias escenas y películas, porque su interés por la industria del porno no se limita a aparecer delante de la cámara.

Madison Young tiene una relación muy especial con James Mogul, su pareja estable y compañero de rodaje en ocasiones: de forma consensuada y entusiasta, ambos se han involucrado en una relación de dominación/sumisión en la que ella personifica el rol de Niñita y él, de Papi. Actúan como tal en el marco del sexo (real, no solo virtual) y juegan con la idea de protección y amparo para explorar otras vías de entrega. Cuando Madison quiere dejarse llevar, ser atada o azotada, pone su voluntad en manos de Papi y obedece órdenes. James maneja este poder con orgullo y cuidado, consciente de que el control, en última instancia, siempre reside en manos del sumiso.

Además, Madison es madre, y no es este un dato poco importante cuando se es trabajadora sexual. Por todo lo anterior, encarna a la perfección los tres tropos de la feminidad: madre de su hija Emma, santa virginal e inocente en el juego de roles con James cuando se convierte en la Niñita de Papi y puta en una reapropiación empoderada del término cuando se decide a mostrar ante la cámara su (bi)sexualidad fetichista sin tapujos.

Pero una revolucionaria sexual no podía quedarse aquí: Madison logra añadir al cóctel molotov una cuarta dimensión que aglomera y refuerza las tres anteriores. Antes quizá que ninguna otra cosa, Madison es activista: sus convicciones e ideales empapan su tarea como madre, su labor profesional y también su forma de concebir las relaciones personales. Este activismo no se lleva a la ligera: ha financiado su galería de arte feminista, Femina Potens, en gran medida gracias a sus ingresos como trabajadora en la industria del porno. Pocas cosas se me ocurren más subversivas y revolucionarias que dedicar el dinero de escenas hardcore grabadas en Los Ángeles –meca del porno mainstream– a coordinar exposiciones de arte queer transfeminista en San Francisco –meca del poliamor y la tolerancia a la diversidad sexual–.

La mezcla es explosiva y bien merecía un libro… Papi explora todas las facetas de Madison Young y nos propone un recorrido a través de la trayectoria personal y profesional de la autora. ¿Qué supone ser una adolescente bisexual cuando vives en un pueblo de Ohio? ¿Cómo compatibilizar el activismo y la labor remunerada? ¿Cómo se hace el porno feminista? ¿Es posible ser feminista y a la vez sumisa en una relación heteronormativa y bedesemera? ¿Cuáles son los obstáculos a la maternidad cuando se es trabajadora sexual?

El libro plantea todas estas cuestiones y no ofrece ninguna certeza: su primera persona nos reconcilia con las inevitables contradicciones de todo proyecto vital. Madison es radicalmente generosa en sus elecciones. No esconde los celos derivados de su relación abierta, las dificultades de una vida entregada al arte, el pánico escénico, el orgullo herido, los desgarros emocionales –y de los otros–, a veces el lado siniestro del porno, a veces el lado siniestro de la posesión romántica, las dudas ante una maternidad no buscada, los dolores del parto. Pero este es un cuento de hadas en el que la princesa perversa se zambulle de lleno en la piscina del sexo kinky y emerge invencible. El BDSM curte el carácter como ninguna otra disciplina y Madison, heredera de Annie Sprinkle, es sin duda la tía más dura y dulce de la escena performática exhibicionista de Estados Unidos.

Personifica la valentía necesaria para follar embarazada y radiante frente a las cámaras, para defender el placer y la visión positiva del sexo consentido, para documentar otros cuerpos, otras prácticas, otros roles. Todo esto lo cuenta en Papi y el libro se lee como una autobiografía –algo precoz, de acuerdo– que salta entre sus referentes porno, las figuras de autoridad que la han guiado, las experiencias que han hecho de ella alguien interesado por los márgenes, siempre al borde del precipicio, siempre más alto y más fuerte y más duro en la vida, en el arte y en el sexo. Explorar los límites no parece para ella un modo de vida sino la única opción posible: con razón su lema (y título de su última obra en vivo) es “Reveal All Fear Nothing” (“Desvélalo todo, no le temas a nada”).

Por todo eso, Madison Young es ya, en mi corazón y por siempre jamás, princesa del fetish, madre feminista, activista radicalmente libre y mi nueva autora kinky favorita.

Elisabeth Falomir (Valencia, 1988) es la editora de Melusina.

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