‘Call Northside 777’. Las verdades olvidadas del periodismo

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Aprestados como estamos para renovar el oficio del periodismo, impelidos por la debacle del modelo que le dio sustento y días de gloria, quizá convenga revisar algunos clásicos para no perder del todo el norte. Está claro que no sabemos cómo financiar el periodismo, pero, ¿de verdad sabemos qué periodismo queremos? No sólo los periodistas, sino también los lectores deberíamos hacernos esta pregunta.

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A finales de 1932, en el Chicago de la ‘Ley Seca’Joe Majczek y Theodore Marcinkiewicz, fueron condenados a 99 años de prisión por la muerte de un policía durante el asalto de la licorería ilegal regentada por la ciudadana de origen polaco Vera Walush. El proceso estuvo plagado de irregularidades (alentada por la psicosis de la propia policía, que veía caer a diario a alguno de los suyos), aunque el Tribunal Supremo confirmó la sentencia. Es aquí, pero 11 años más tarde, donde aparece el periodista, James P. McGuire, del Chicago Times.

El director del diario quedó intrigado por un anuncio que apareció en 1944 en su periódico: alguien ofrecía una recompensa de 5000 dólares a quien encontrara a los asesinos del policía por el que fueron condenados Joe y Theodore. Presto, envía a McGuire, quien para su sorpresa encuentra que la responsable del anuncio es una anciana que limpia escaleras, que ha tardado todo ese tiempo en reunir una cantidad que cree que será apetitosa para exonerar a su hijo Joe. McGuire es escéptico, cree que Joe ha matado al agente, pero la investigación le descubre una trama de corrupción policial y desidia administrativa que le hacen cambiar de opinión, algo que fue quedando claro en los artículos que escribió para su periódico. Finalmente, McGuire demuestra ante la comisión de perdón del estado de Illinois la inconsistencia del testimonio del único testigo que creyó reconocer a Joe en la licorería, el de Vera Walush. Joe sale de la cárcel. El periodista ganó el Pulitzer por su trabajo.

Sobre esta historia, la revista Reader´s Digest publicaría en 1947 una extensa crónica firmada por Karl Datzer y William Dormott, Tillie Scrubbed On, que 20 Century Fox llevaría a la gran pantalla en 1948 como Call Northside 777. En la película, dirigida por Henry Hathaway (Niágara) y que en España se tituló Yo confío en tiun joven James Stewart da vida al periodista James P. McGuire, al que vemos moverse por los antros de los barrios polacos en busca de Vera, en las comisarías detrás de las pruebas, o en los despachos enfrentándose a los dueños del diario, que sufren la presión de la policía, el gobernador y el fiscal. Siempre con su lápiz y su libreta de notas, va a las fuentes, hace las preguntas incómodas. Hathaway quiso que la película se rodara, a ser posible, en los escenarios reales que McGuire había visitado, con tono de documental, sin música. El retrato de Chicago es espeluznante: una ciudad corrompida donde los inmigrantes malviven en barrios depauperados a la sombra de los nuevos rascacielos. Imprescindible película para los periodistas, pues es al fin y al cabo, sobre todo, un homenaje a lo mejor de la profesión.

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Por el contrario, con honrosas excepciones se ha impuesto en España un periodismo capitalino de dimes y diretes políticos de cuarta fila ciertamente anodino. Los medios siguen enviando en masa a los periodistas a las ruedas de prensa de los apparatchiks que, de antemano, sabemos qué van a contarnos, admitan o no preguntas. Para mayor incongruencia, los medios suelen tener contratados servicios de agencia que ya cubren esos actos. Y así se pasa el día, y la calle y la realidad van por otro lado. Qué decir de la mayoría de las tertulias de televisión, donde las cuotas rezuman en un equilibrio ideológico que es antiperiodístico.

Muchos medios españoles, más que informar, reafirman en creencias previas, y han decidido apostar por ese lector que no quiere que le zarandeen sus posturas, por equivocadas que puedan ser, algo. Hay escasa vanguardia periodística, y sí mucho seguidismo: al final (con honrosas y meritorias excepciones, insisto) ocurre como con los bancos, un punto arriba o un punto abajo, todos ofrecen o deniegan los mismos créditos, remuneran igual los depósitos y fondos. Pongo un ejemplo: en España se publican unos 80.000 libros al año, y sin embargo, las páginas de Cultura de los medios parecen la alineación del Real Madrid de Capello de la temporada 96-97: inamovible salvo lesión de un fijo. Recuerda a aquella refutación que hizo el maestro Miguel Dominguín cuando alguien dijo que en España se follaba poco: “No, se folla mucho, lo que pasa es que siempre follamos los mismos”.

¿Interesa lo que escribimos?

La migración al soporte digital se está confundiendo en muchos casos con la vacuidad y el espectáculo: hay que encadenar una noticia tras otra, generar tráfico, aumentar la viralidad de nuestros enlaces. Por eso es más valioso un periodista que genere noticias con titulares muy viscerales que al instante tiene eco en las redes sociales, que un reportero que necesite días de calle para una historia propia, como le ocurrió a James P. McGuire. No es más caro uno que otro, sino que el primero encaja mejor en el tipo de lector al que los medios aspiran (el que, más allá de si lee la noticia o no, la comparte y genera ingresos publicitarios), mientras que el segundo requiere de un lector más sosegado, ¡incluso dispuesto a pagar por lo que lee! El trabajo intenso de McGuire dio, además de muchas ventas, mucho prestigio a su diario. Sin agencias, haciendo trabajo de calle, yendo a las fuentes, zambulléndose en el entorno de su historia.

¿Independencia o transparencia?

Sólo alguien que haya heredado varios millones de euros y decida crear un medio de comunicación puede decir que es independiente. El resto, todos, dependen de algo. Del número de lectores, de la publicidad, de las suscripciones. No sólo los medios con deudas o préstamos de los bancos o del Estado son dependientes y, por tanto, sospechosos.

Es más importante la transparencia: si conozco que determinado medio tiene en su pasivo una deuda con determinado banco, estaré prevenido a la hora de leer sus noticias sobre dicha entidad, pero quizá eso esté posibilitando que, en otros asuntos, el diario sea excelente en su cobertura. Se trata de ser lo menos dependientes posibles, y, sobre todo, de pelearla día a día y no reclamarla como una abstracción imposible.

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Es lo que hace McGuire, cuando acude a ver al dueño del diario y se encuentra en el despacho a un representante del gobernador y a otro de la Fiscalía, que le acusan de desprestigiar las instituciones. Allí les convence de que Joe es inocente, de la necesidad de seguir investigando, de que se reabra el caso o de que, dada la inconsistencia del testimonio de Vera, se le otorgue el perdón. Aquí adquiere todo el sentido la frase de George Orwell que dice que “el periodismo es publicar lo que alguien no quiere que se sepa; lo demás son relaciones públicas”.

Obsesionados con el soporte

Call Northside 777 es, también, un homenaje a las nuevas tecnologías periodísticas. Sesenta y cinco años después, puede parecer ridículo el asombro con el que la comisión de perdón recibe un fax con la fotografía ampliada que muestra la falsedad del testimonio de Vera, o las imágenes de las rotativas en marcha y la distribución en masa de los ejemplares que incluían en portada los artículos de McGuire. La explicación del funcionamiento del detector de mentiras, al que Joe se sometió con éxito en la cárcel, muestra las intenciones periodísticas y documentales de esta película. Sin embargo, estos adelantos siempre fueron concebidos como una herramienta al servicio del periodismo, y la conclusión es clara: por más innovaciones que hubiera, todas serían inútiles sin el tesón y el trabajo del periodista. ¿Lo tenemos tan claro en la era digital? Seguramente, todos responderemos con un ‘sí’ automático, pero lo cierto es que ahora hacemos otra cosa, tanto informativa como laboralmente.

El periodismo y las condiciones de vida de los periodistas se han deprimido, y puede que la pregunta no sea si existe un modelo de negocio para el periodismo en la era digital, sino si es posible un modelo de negocio de medios con escaso periodismo. Obsesionados como estamos con el soporte y sus servidumbres, hemos olvidado algunas verdades imperecederas de la profesión, y no es extraño que los lectores se alejen. Call Northside 777 es un gran antídoto contra esta inercia.

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Comentarios

  • Jeeves

    Por Jeeves, el 27 diciembre 2013

    Yo sí sé qué periodismo quiero: de momento, uno que no esté trufado de faltas de ortografía y patadas a la gramática, que es lo normal cuando hoy se lee un periódico.

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