Carolyn Carlson baila a solas con Mark Rothko

Carolyn Carlson en ‘Diálogo con Rothko’. ©Laurent Paillier / photosdedanse.com

Carolyn Carlson en 'Diálogo con Rothko'. ©Laurent Paillier / photosdedanse.com

Carolyn Carlson en ‘Diálogo con Rothko’. ©Laurent Paillier / photosdedanse.com

Ha sido directora del Cullberg Ballet, entre otras grandes compañías. Coreógrafa certera y emocionante, Carolyn Carlson inaugura, con una única función de ‘Diálogo con Rothko’, el Festival de Artes de Calle de Valladolid, donde vuelve a mostrar con genialidad el diálogo del ser humano con el cosmos. ‘El Asombrario’ ha hablado con ella: “Estoy agradecida de ser parte del universo. He aprendido que lo más importante es la compasión, saber mirar el mundo y comprender que lo que importa de verdad es la gente».

Muchas son las herencias del pasado que siguen vivas en la coreógrafa Carolyn Carlson (Oakland, California, 1949). Y cíclicamente las vuelca una y otra vez sobre el escenario. Diálogo con Rothko, el solo acompañado por el espíritu del fabuloso pintor letón, que inaugura el TAC, Festival de Artes de Calle, de Valladolid, en única función este miércoles 21 de mayo, no es excepción. La convergencia de las artes en los setenta, esa necesidad de crear una danza en alianza con la poesía y la pintura, en armonía con la música y el teatro, forma parte del alma artística de esta creadora norteamericana de origen finlandés que terminó llevando a París los aires innovadores de la nueva danza norteamericana. Ocurrió en 1974, cuando llegó como coreógrafa al Ballet de la Ópera de París de la mano de su entonces director artístico, Rolf Liebermann. Se tenía la sensación de que había aterrizado una marciana en los dominios del ballet estrictamente académico practicado entonces en la encumbrada casa parisina. “No fue fácil”, asegura rotunda. “Son bailarines que no improvisan, que llegan al estudio y esperan instrucciones, que les marques los pasos, y yo trabajo de otra manera. Me gusta explicar la idea, compartirla con los intérpretes, buscarles posibilidades. Tampoco les critico, es la manera que tienen de trabajar. Luego todo fluyó. Hay que decir que son bailarines increíbles, con muchos registros”.

Lo cierto es que Carolyn Carlson tendió un puente entre la danza y el pensamiento que hacía a Nueva York la ciudad más vibrante de la época y las ansias de innovación que tenía entonces la danza parisina. No solamente en cuanto a libertad en la danza y diálogo con otras disciplinas, sino también en lo referente al pensamiento. Resonaban, y aún resuenan, en su propuesta fuertes convicciones espirituales, la creencia de una conexión entre los humanos y el cosmos, un sentido místico, la vida como parte de un ciclo insondable. Quizá fue eso, más que los volúmenes tan propios de su expresionismo, lo que le sedujo de Mark Rohtko, el pintor que le acompaña en este nuevo solo que se une a una larga lista de unipersonales memorables, entre los que se encuentra muy especialmente Blue Lady (1983). “Para mí la pintura de Rothko es comparable a una meditación. Es tan simple y al mismo tiempo tan profunda… En este solo he querido trabajar la esencia, la máxima simplicidad. No es ni siquiera danza, aquí más que el movimiento importa el significado. Rothko es solamente la inspiración, tampoco le imito. Era un pintor muy solitario, tenía esa característica de genio loco que me fascina”.

Sobria y profunda, elegante y sosegada, Diálogo con Rothko permite además volver a contemplar a Carolyn Carlson en soliloquio. Sigue siendo excepcional intérprete y certera coreógrafa. Es un momento especial en su vida. Acaba de dejar el Centro Coreográfico francés de Roubaix, del que era directora desde 2004 pero, como siempre ha sido, sigue en la carretera. De hecho, acaba de montar por encargo Pneuma para el Ballet de la Ópera de Bordeaux y conserva su Atelier de París. Y es que ha sido nómada Carolyn Carlson. Ha seguido los designios de la vida sin ponerles resistencia. Dejó en Nueva York la compañía de su maestro Alwyn Nikolais en los setenta para irse a la Ópera de París. De allí, a dirigir el Teatro de La Fenice, luego la Bienal de Danza de Venecia. Se reencontró con sus raíces en el Ballet Nacional de Finlandia y, más tarde, dirigió el Cullberg Ballet sueco. Ha ido y venido. Su vida son ciclos. Lo que la vida le depara, cree ella que ya está escrito en alguna parte. “Estoy agradecida de ser parte del universo. He aprendido que lo más importante es la compasión, saber mirar el mundo y comprender que lo que importa de verdad es la gente. Me alegro además de ser cada vez más consciente de lo que hago, de lo que digo. Y también estoy agradecida de poder ser artista, de poder compartir mi arte con un público, de no tener ego, de ser humilde”.

Carolyn Carlson. ‘Dialogue avec Rothko’. Centro LAVA (Valladolid). 21 de mayo. 

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