César Rendueles: «Lo que falta en la teoría marxista es el apoyo mutuo»

El Escritor César Rendueles. Foto: Sarah Bienzobas.

El Escritor César Rendueles. Foto: Sarah Bienzobas.

La actitud de César Rendueles como entrevistado es mucho más coherente con su trayectoria de activista que con el disfraz de ensayista de éxito que saltó a la fama con la publicación de Sociofobia (Capitán Swing).

Por IGNACIO TRILLO IMBERMÓN. 

Ahora presenta Capitalismo Canalla, publicado por Seix Barral, cuya contraportada califica al entrevistado como “uno de los intelectuales de izquierda más relevantes del nuevo siglo” y al libro como “el ensayo más esperado”. La editorial tiene una persona dedicada a la promoción del libro y el autor lleva semanas concediendo entrevistas; lo que, si se conoce su tesis sobre el trabajo fordista, obliga a comenzar la entrevista con la pregunta de si está cansado, harto o molesto por la promoción.

No… No me molesta para nada conversar sobre el libro o los temas de los que trata. La idea de promoción me aterra, es cierto. Por ejemplo, no me gustan nada las firmas, me da muchísima vergüenza; pero en cambio las entrevistas o las presentaciones suelen ser conversaciones muy interesantes y en las que aprendo. Sí que llevo mal cierta sobreexposición, porque llega un momento en el que no me reconozco y las palabras que salen de mi dejan de ser mías.

¿Y te reconoces en esa forma que tiene de calificarte la contraportada del libro como “uno de los intelectuales de izquierda más relevantes del nuevo siglo”?

Sí, eso da mucha vergüenza. Pero también llega un momento en el que tienes que respetar el trabajo de los demás, de la gente que se dedica a la prensa y casi prefiero no interferir mucho, porque yo no pondría nada. Pero vamos, respondiendo a tu pregunta, desde luego no me considero a mí mismo así, claro.

Una promoción como esta tiene que ver con el éxito de Sociofobia, supongo.

El de Sociofobia es un éxito relativo y que tiene que ser considerado en su contexto. Yo soy editor de ensayo y, siendo generoso, 400 o 500 ejemplares vendidos, está bien. Entonces, claro, el listón está muy bajo. A mí también me sorprendió, tanto es así que yo firmé con Dani, de Capitán Swing, un contrato muy peculiar, porque me daba miedo arruinarle y me comprometí a no cobrar nada hasta que él hubiese recuperado la inversión. En cualquier caso el éxito es relativo, porque no sé si habrá vendido cinco o seis mil ejemplares.

Pero el éxito de Sociofobia no se mide sólo en su número de ventas, sino también en el de saltar la barrera del espacio en el que estaba destinado a ubicarse. En ese sentido es importante que El País lo calificase como el ensayo del año 2013.

En el fondo es una casualidad que un debate que normalmente habría discurrido en entornos minoritarios, por el ciclo político que estamos viviendo, de repente interesara a más gente. Yo creo, además, que en lo de El País influye también un cierto hartazgo y rechazo a algunos de los que se postulaban como ensayos del año, con un cierto tinte generacional, sospecho. Pero al final, la suma, es una casualidad que me ha beneficiando en términos de repercusión pública pero a la que no le daría más importancia.

Y ese proceso te lleva de Capitán Swing, que es una editorial independiente, a Seix Barral, que es un gran grupo editorial; y de publicar un libro con una licencia abierta a este, que tiene una licencia cerrada.

No, no. En este caso es un motivo técnico. Yo, esté donde esté, siempre planteo poner licencias abiertas; pero en este caso, como iba a citar fragmentos amplios de otros libros con copyright de todo tipo, y como sabía, por experiencia propia, que negociar todos esos derechos iba a ser una pesadilla legal, decidí desde el principio que aquí no lo haría. Creo que es una postura razonable. No soy muy dogmático con lo de las licencias; importa más, en mi opinión, el flujo general. En cualquier caso, no es que yo haya pasado a un grupo grande, porque no tengo ningún vínculo contractual con ellos más allá de este libro y sigo teniendo proyectos con editoriales independientes. Esto surge de una propuesta que me hace Seix Barral y que es una idea que me encantó desde el principio. En la forma de trabajar no he visto ninguna cosa diferente, más allá de que, evidentemente, los grandes grupos tienen más recursos. Además, y esto es algo que es un poco antipático decirlo, esa idea de que te tratan mejor en una editorial pequeña a veces es falsa, porque también hay mucho amateurismo mal entendido. Yo he tenido muy buen trato con algunas editoriales pequeñitas, pero otras eran auténticos barcos piratas. Yo, por ejemplo, las únicas veces que no he cobrado como traductor ha sido con editoriales independientes.

Sin embargo, y aunque sean proyectos distintos, se pueden ver las líneas comunes entre Sociofobia y Capitalismo Canalla: por un lado la vindicación de los cuidados y el trabajo reproductivo, y por otro el análisis sobre las nuevas formas de democracia.

Pues me alegra mucho que lo hayas visto porque, honestamente, no tengo mucho más que decir. Admiro a la gente que tiene siempre ideas originales que proponer, pero no es mi caso. Lo que puedo aportar al espacio público desde el ensayo es esencialmente eso y tiene que ver con la herencia recibida desde la teoría marxista en tanto que propuesta de democracia radical, extendiéndola a los espacios en los que en la modernidad no llega, como por ejemplo el del trabajo. Yo creo que esa es la herencia de Marx más valiosa. Y el otro hilo es lo que falta en la teoría marxista, lo que fue una piedra angular de los procesos emancipatorios, que es el apoyo mutuo. Yo lo trato desde los cuidados porque hoy que han desaparecido prácticamente las redes de apoyo muto, sin embargo el cuidado sigue presente en nuestras vidas, porque al fin y al cabo somos seres muy frágiles que lo necesitamos.

En este libro juegas con esos dos conceptos en contraposición al capitalismo, al que le otorgas el calificativo “canalla”.

En una de las cosas en que han coincidido las dos editoriales es que ambas me han cambiado el título. Yo en este quería poner otro, que es “Junto a los ríos de Babilonia”, pero me dijeron que sonaba a Boney M. y que no podía ser. La noción de capitalismo canalla busca romper con esa idea de que el capitalismo es de la gente de orden y que quienes nos oponemos a él somos una especie de perroflautas enloquecidos. El capitalismo ha sido siempre una actividad de buscavidas. Aunque a veces se disimula y se difumina, eso es algo que recorre el capitalismo desde sus orígenes, desde el tráfico de esclavos a las primeras personas que decidieron comerciar con bienes de primera necesidad. En los últimos diez años ha quedado de manifiesto. Tú ves lo que ha sido el Partido Popular de Madrid y es como de película de Berlanga. Claro, el capitalismo es muy complejo y a veces hacemos caricaturas. Yo lo he hecho en este libro.

César Rendueles. Foto: Sarah Bienzobas.

César Rendueles. Foto: Sarah Bienzobas.

Has hablado de caricatura. Yo estaba leyendo el libro y me acordaba de Rorty, que llamaba al capitalismo “esa gran cosa mala” ironizando con la hipermetropía de cualquier crítica frente a un sistema tan complejo. A veces dan ganas de devolver la ironía y decir en serio, pues sí, el capitalismo es esa gran cosa mala y luego, si quieres, vamos a lo sutil.

Claro. Yo no era capaz de sentarme y hacer una historia técnica del capitalismo y combinarla con una historia técnica de la literatura. Por eso es una historia personal del capitalismo a través de lecturas que para mí son importantes y relacionándolo con cómo vivimos, pensamos y sentimos el capitalismo. A mí, por ejemplo, me cuesta mucho escribir. Siempre digo que mis textos huelen a sudor. Pero este libro, sin embargo, lo escribí muy fácil; porque desde el principio tenía claro qué aspectos del capitalismo quería tratar y luego eran las lecturas las que me iban guiando. De hecho, uno de los reparos que tengo es que debería haber metido más teoría, porque el plan inicial era no meter nada de teoría y que los libros hablaran por sí solos, que quedara totalmente sepultada bajo las historias que narraban otros autores; sin embargo, después me di cuenta de que eso era imposible y necesitaba un poco de urdimbre teórica. Pero insisto, el capitalismo es muy complejo. Yo rechazo las caricaturas donde no se deben hacer caricaturas, que es en la literatura científica, en las ciencias sociales e incluso en el discurso político. Pero aquí el planteamiento era ese, fundir el lugar donde se encuentran las ciencias sociales con la literatura y la autobiografía. Es muy nebuloso y evidentemente de trazo grueso. Pero no quisiera que se confundiera con lo que deben ser las ciencias sociales.

Aún así hay una moda, tanto en la literatura como en las ciencias sociales, sobre lo parcelado, lo vivencial, lo subjetivo, lo breve, lo fragmentario. A veces echamos de menos libros más largos. No sé si es por un criterio comercial que nace de las editoriales o porque los propios autores no quieren meterse seis años en casa a escribir una obra completa en el sentido decimonónico del término.

Yo es que ya lo hice. Dediqué muchísimos años a mi tesis doctoral. Desde entonces esta es la forma en que he conseguido repensar y rehacer esa trayectoria. Pero efectivamente, si ahora quisiera emprender un proyecto de esas características, no sé si podría o si tendría la energía. Pero en cualquier caso hay que ser justos con los autores. No es que no se escriba así, es que ya no se lee así. No sé si es una pérdida. Bejnamin hablaba del ampuloso gesto universal del libro y la necesidad de superarlo. Yo tengo una relación ambivalente con la teoría, soy lector de Hegel, de Kant, de Aristóteles. He estado estudiando 12 horas al día sin parar y agradezco mucho tener tiempo para seguir estudiando; me lo tomo muy en serio. Es más, cuando escribo textos académicos soy un formalista terminal y no hay Dios que me entienda. Sin embargo creo que la teoría tiene muchas limitaciones, a veces enturbia más las cosas de lo que las aclara, y aprecio muchísimo a los autores capaces de exponer esas herramientas teóricas para que sean inmediatamente utilizables, ese modelo anglosajón, capaz de dirigirse a un público culto pero amplio, explicando cuestiones técnicas pero haciéndolas comprensibles. Yo no he intentado publicar mi tesis doctoral, por ejemplo, y cuando me decían que lo intentase, repetía una frase de Terry Eagleton sobre la suya, que tampoco publicó: “bastante sufrimiento ha causado ya.”

Siguiendo con el sufrimiento, colocas en el centro de tu tesis sobre el capitalismo la institución del trabajo asalariado.

Sí. Este libro tiene que ver también con la actualidad política. Estamos viviendo un proceso de repolitización que a mí me llena de entusiasmo, pero sin embargo hay algo muy inquietante en él que es la desaparición del trabajo en las discusiones políticas. Antes el trabajo era el eje sobre el que giraban todos los procesos políticos emancipatorios. Tal vez no tenga que ser el único eje, pero que desaparezca completamente a mí me deja perplejo y me parece muy peligroso, porque cortocircuita la posibilidad de realizar políticas transformadoras. Yo quería reivindicar esa centralidad porque el eje del capitalismo y de buena parte de los procesos de subordinación que sufrimos es el trabajo.

No sé si eras tú o Carolina del Olmo que decía que no necesitamos tanto nuevos partidos como nuevos sindicatos.

Es una idea de Caro, pero yo la citaba. Uno de los grandes límites a los que nos estamos enfrentando es el clasemedianismo de las políticas transformadoras que emergieron desde el 15M, porque el 15M a su vez fue clasemedianista, con un relato victimista que tiene una parte de verdad, porque es cierto en términos existenciales, pero en términos sociológicos es falso. Hay una parte importante de las clases medias que no solo no están peor, sino que están un poquito mejor. Y, en cambio, han quedado fuera de foco quienes están padeciendo la crisis de una forma real: las clases bajas, los trabajadores menos cualificados, las personas migrantes. Eso me preocupa muchísimo, pero tenemos la militancia que tenemos. Y creo que un sindicato es de la clase de espacios donde eso se cambia, no en las asambleas en las que hablamos de lo común. El único espacio donde eso se ha corregido es la PAH, que es lo más parecido a un sindicato que tenemos hoy.

César Rendueles. Foto: Sarah Bienzobas.

César Rendueles. Foto: Sarah Bienzobas.

Hablando de militancia. Tú vienes de La Dinamo. Si se teje una biografía colectiva de las personas que estabais en La Dinamo, claramente ahora mismo sois el nuevo colegio del Pilar. ¿Qué ha pasado ahí?

Sí, eso me inquieta mucho. En cierto momento eché cuentas y es inquietante ver a gente en puestos institucionales, con una enorme visibilidad pública. Ya antes de este proceso político mucha gente de La Dinamo estaba en puestos de enorme relevancia, por ejemplo en el periodismo o la gestión cultural. No me siento muy tranquilo con las historias de éxito, que siempre te dejan con la reflexión de que algo se ha hecho mal, que se ha concedido demasiado. No lo sé explicar, pero me inquieta. Una reflexión crítica más general, no sobre nuestra trayectoria en concreto, tiene que ver con los procesos de gentrificación de la ciudad de Madrid, con intervenciones militantes a veces un poco ambivalentes, porque haces los barrios más atractivos para las élites, que no se quieren mudar a San Blas, sino a Lavapiés. Y ahí sí que sin querer, hemos contribuido a eso. Lo mismo en el terreno cultural. En La Dinamo en su momento hicimos un proceso de autocrítica importante sobre de qué es lo que estamos hablando aquí, para quién escribimos, qué es lo que estamos haciendo y por qué. Pero es muy difícil no dejarse cooptar. Es tan voraz la maquinaria….

¿Y cuánto te inquieta a ti, con el rol que tienes como figura pública y que, además, decide convertirse en un personaje de sus obras?

De nuevo me inquieta. No me siento reconocido en esa imagen pública y me genera pudor y una resistencia inmensa. Todo el mundo somos narcisistas, pero mi narcisismo es tímido, muy coqueto e intento gestionarlo como puedo. Creo que la forma es hacerlo con responsabilidad y que en algún momento hay que saber retirarse. De las peores cosas de la Cultura de la Transición, que es un término del que se ha abusado mucho, es la figura del intelectual todólogo, que tiene siempre algo que decir. A mí, eso me da auténtico pavor. Hay pocas cosas que me causen tantísimo rechazo. Lo que pasa es que, por ese miedo, no ejercer la responsabilidad de decir algunas cosas que creo que es útil que se digan en ciertos ámbitos donde normalmente no se dicen, pues yo creo que también es muy narcisista. Que por pudor, timidez o elegancia, la elección sea retirarse y no decir las cosas que hay que decir, y que además, cuantas más veces se digan, mejor; pues tampoco me parece bien. Entonces, bueno, me voy bandeando. Es de esas cosas que me generan mucho malestar, porque luego me leo, no me siento reconocido y lo paso mal. Pero creo también que estamos en un momento político que nos hace a todos vivir con contradicciones y tensiones y hay que saber llevarlas.

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