¿Cómo caerle bien a los demás? La respuesta: ‘Zelig’

Un fotograma de Zelig.

Un fotograma de Zelig.

Fotograma de ‘Zelig’, con Mia Farrow y Woody Allen.

«Ser como los demás me da seguridad, quiero caer bien a los demás». Ésta es, seguramente, la frase que sintetiza la idea con la que Leonard Zellman ha hecho frente a su vida. ¿Pero quién es el tal Zellman? Pues no es otro que Zelig, el alter ego del director cinematográfico americano Woody Allen en la película de 1983 del mismo nombre, escrita, dirigida e interpretada, claro está, por él mismo. Toda una lección de mimetización hipócrita, muy tendencia hoy día.

No es infrecuente o extraordinario en las sociedades humanas que el individuo, desorientado ante las expectativas que ésta le ofrece y marca, especialmente a través de las convenciones sociales, haga frente a su existencia y a sus diversas neurosis protegiéndose. Una de las formas más comunes de protección frente al vasto enjambre en el que discurre la vida es el de la mimetización. Convertirnos en lo que nos rodea ofrece resguardo a cambio de traicionarnos como individuos.

Y Zelig es una de las más brillantes creaciones de Woody Allen, la de un individuo que posee la camaleónica facultad de adoptar frente a los que le rodean las características y la impronta de éstos, de tal forma que hasta su idioma o sus rasgos raciales pueden cambiar a merced de la situación y de los individuos entre los que se encuentre.

Con esta brillante premisa, el cineasta neoyorquino realiza una de sus mejores películas, soportada bajo la ironía inteligente de pastiche histórico, con forma de documental de ficción, para ser más preciso del subgénero llamado Falso Documental o Mockumentary (mock: burla), ese género que finge, imitando los criterios de un documental, ciertos hechos como si realmente hubieran pasado.

Ayudado por la intervención, a modo de entrevistas, de personajes tan reputados como la ensayista y novelista Susan Sontag, el Nobel de Literatura Saul Bellow o el aviador Charles Lindbergh, Allen nos introduce en la increíble historia de Zelig, haciéndonos creer en la existencia de tal personaje que es descubierto para el público, ni más ni menos que a partir de unos apuntes de Francis Scott Fitzgerald sobre un hombre que conoció en una fiesta y que cambiaba su forma de ser en función de la gente que le rodeaba.

De esta manera pasearemos por la vida de Leonard (Woody Allen), de sus estrambóticos cambios, de su encumbramiento como personaje popular, su caída y su discutible resurrección, mientras visitamos su romance con la psiquiatra Eudora Fletcher (Mia Farrow) y sus diversas aventuras, enclavadas en una época esencial en la cultura norteamericana y a la cual se radiografía sin escrúpulos, bajo la siempre inteligente mirada de la ironía y la comedia. Allen convierte premeditadamente la película en una reflexión magnífica sobre la sociedad y la individualidad, llevando al espectador hasta el extremo de no poder quitarse la sensación de que se le ha mostrado un verdadero documental sobre un personaje incierto.

Sin cortarse un ápice, se pasea entre sujetos y acontecimientos imprescindibles de la época, la pre Segunda Guerra Mundial, codeando a su personaje con individuos como Hitler antes de proclamarse führer o William Randolph Hearst -el magnate americano de la comunicación que inspiró el Ciudadano Kane de Orson Welles-, pasando por Al Capone, Charles Chaplin, Josephine Baker, James Cagney o incluso el Papa Pío XI, en una escena sin desperdicio.

Acierta de lleno Allen con su historia, con el humor consciente, la ironía y la sátira apabullante de este retrato -casi freudiano- sobre las convenciones y el carácter predominante de toda una época que quizás no ha quedado tan atrás; retratando al individuo común, bajo la caricatura de Leonard Zelig, y de todas y cada una de las lecciones y secuelas que se le reservan en nuestro modelo de organización.

Pero aún va más allá en la apuesta excepcional y compleja el realizador, que compone cinematográficamente una obra maestra de género, obra en la que introduce retazos de viejos noticiarios en blanco y negro, viejos recortes de periódicos, emisiones de radio, fotografías y películas caseras junto a la ficción de los hechos fotografiados por la exquisita mano de Gordon Willis, de decorados y vestuario perfectos, de un montaje trepidante de Susan E. Morse y una partitura de Dick Hyman más que apropiada, haciendo de Zelig una cinta técnicamente maravillosa, que no debe envidiar nada a cualquier blockbuster de efectos especiales de la época.

El extenso reparto que transita la película, casi desconocido en su totalidad, no merece otro calificativo que formidable, espléndidos en sus personajes hasta aquellos que, teniendo en cuenta que reproduce la época del cine mudo, no tienen ni una línea que declamar.

Si no la vieron en su momento, es hora de que disfruten de ella, ¿por qué no este viernes? Cárguense del humor y la ironía más genuina de un director que siempre da algo, y esta vez mucho. Diviértanse con esta historia que parece salida de un chiste kafkiano de Metamorfosis. Descubran cuántas máscaras llevamos cada uno y por qué nos las colocamos, casi patológicamente, desarrollando la estúpida capacidad de transformar nuestra consciencia, nuestra individualidad, nuestro físico y nuestra mente, frente a aquello que nos hacen creer que tiene más personalidad. La mayoría de las veces sin llegar a entender el porqué, algunas aún sabiéndolo, y todo simplemente por ser aceptados.

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Comentarios

  • Auri

    Por Auri, el 04 marzo 2016

    Sin duda la veré este viernes, me encantan las películas de woody y el análisis de este artículo sobre ella. Repetir obras buenas es un placer.

  • Pilar

    Por Pilar, el 05 marzo 2016

    Esta película es sin duda formidable y agradezco que la devuelvas a nuestras vidas con tan detallado y entretenido artículo que la hace más apetecible aún.

  • Olga

    Por Olga, el 06 marzo 2016

    Después de verla, compruebo que Woody Allen no sólo era gracioso sino que incluso tenía una agradable capacidad de sorprender tanto argumentalmente como formalmente.Me ha motivado mucho tu artículo y de hecho fue lo que me animó a verla, porque últimamente Woody no me está gustando nada.

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