De ‘selfies’ y otros autorretratos

Imagen de la cantante Beyoncé de su cuenta de Instagram con más de 10 millones de seguidores.

Imagen de la cantante Beyoncé de su cuenta de Instagram con más de 10 millones de seguidores.

La moda del autorretrato compartido en tiempo real y en abierto, el famoso ‘selfie’, se ha convertido en un fenómeno mundial al que no escapa nadie. La autora, Elena Castelló, defiende que no son simples autorretratos, sino un mensaje sobre la identidad. Sobre el aquí y ahora, y los tiempos que corren: deprisa, en un instante, algo aparentemente improvisado, un trozo de imperfección. De vida real.

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Hay quien lo califica de nadería. Pero yo no estoy de acuerdo. Creo que, en primer lugar, es un juego. Y como todos los juegos, algo muy serio. La tecnología de los móviles inteligentes y sus aplicaciones tiene una dimensión indudable de juguete: “mira lo que puedo hacer”, nos decimos, “anda, y además hace esto”. Exploramos nuestras nuevas máquinas igual que explorábamos lo que acababan de traernos los Reyes Magos cuando abríamos los paquetes. Son instrumentos de trabajo, imprescindibles para nuestros estudios, negocios o carreras, para ganar dinero y, por supuesto, para señalar nuestro estatus, pero los tocamos, acariciamos, les damos la vuelta, los removemos entre los dedos igual que cuando éramos pequeños y explorábamos el Geyperman nuevo que aparecía dentro de una caja, debajo del árbol de Navidad: movíamos sus manos, sus piernas, su cabeza, para comprobar su resistencia, su calibre, su flexibilidad. Para comprobar cuán parecido era a la realidad y, sobre todo, a nuestros sueños.

Los nuevos móviles han permitido algo con lo que los humanos siempre hemos soñado: auto-retratarnos. Y hacerlo al instante, en la postura que queramos y con quien queramos. Es, en el fondo, un deseo tan antiguo como el de volar. Ya no tenemos que poner la cámara sobre una mesa, o sobre un trípode, tirar de un cordoncito o graduar el disparador, y correr para “ponernos en la foto”. ¿Quién no recuerda esas escenas infantiles en las reuniones familiares? Esa ha sido siempre la ley del que hacía la foto: nunca salía en ella. Hoy, los móviles han roto con esa ley. Y casi es como violar la propia gravedad. Y, además, no sólo sale en la foto el que la hace, sino que la controla, la adorna, la elige y la difunde a quien quiere y a la velocidad que quiere. No es baladí, no es inane. Es una victoria, como la del gorila que se mira en un espejo y se reconoce, una parte esencial del desarrollo de la autoconciencia y la identidad. Igual que el bebé que se chupa los pies. Es, como digo, un juego, y los juegos siempre han sido una parte esencial del desarrollo individual. Verse la cara uno mismo: un privilegio, una magia, una conquista, algo tan serio como ser o no ser humano.

Luego han aparecido todas las variantes posibles: ¿si retrato mi cara, por qué no retratar mi culo? Ahí están los belfies (retratarse el trasero), los duck faces (las caras de pato), los sparrow faces (las caras de gorrión). Ya hay hasta olimpiadas selfies: a ver quién obtiene la mejor auto-instantánea, la más ridícula, la más divertida. Muchas chicas, sobre todo, participan, subidas a un armario, a un picaporte, al lavabo de la cocina. El juego tiene múltiples posibilidades. Y unido a la instantaneidad e inmediatez de las redes sociales constituye un arma viral de primer orden. Un instrumento de publicidad como nunca nadie podía haber pensado. Las variantes son tan infinitas como la imaginación.

Pero hay más: los selfies suponen el nacimiento de un nuevo lenguaje fotográfico. En un reciente reportaje de la revista Paris-Match, el paparrazzi francés Bruno Mouron reflexionaba sobre cómo ha cambiado su oficio y lo difícil que es hoy obtener fotos que de verdad digan algo.

A propósito de la exposición Paparazzi!, Fotógrafos, estrellas y artistas en el Centre Pompidou-Metz, algunos de los fotógrafos que obtuvieron fotos míticas, como el propio Mouron -que fotografió, por primera vez, al presidente francés François Mitterrand y a su hija Mazarine, a la salida de un restaurante, cuando nadie sabía que ella existía-, el paparazzi reflexiona sobre la falta de naturalidad de las fotos de las celebrities actuales. Los grandes fotógrafos casi se han convertido en retratistas de corte para las grandes revistas de moda. Todos (el director editorial, el fotógrafo, el jefe de arte) opinan ya qué debería ser retocado y cómo. Y Mouron recuerda con cierta nostalgia las fotos de los años setenta y ochenta: una Kate Moss jovencísima sacándole la lengua a la salida de un desfile en París, una Jackie Kennedy retirándose el pelo de la cara mientras pasea por la Quinta Avenida seguida por Ron Galella.

Resulta que hoy son las propias celebrities las que ofrecen las imágenes más originales e íntimas de sí mismas: sin maquillaje, encaramadas a la encimera de su cuarto de baño, mirando de reojo en el espejo de su vestidor medio desnudas… Para ellas es, sin duda, una prolongación de su narcisismo, y de su campaña de imagen, y, sobre todo, un arma para controlar su imagen. Pero también, sin saberlo, recuperan esa naturalidad desaparecida e inventan otra nueva. Porque el selfie tiene un lenguaje de cercanía, de despreocupación, de humor. No es un simple autorretrato, es un mensaje sobre la identidad, el aquí y ahora, y los tiempos que corren: deprisa, en un instante, algo aparentemente improvisado, un trozo de imperfección. De vida real.

Y un arma de poder. Porque la atención que los demás nos prestan es una forma de poder. “Si eres alguien en quien la gente está interesada, entonces el selfie es algo muy poderoso, una imagen tomada desde la perspectiva más privilegiada posible”. Así lo razonaba, hace pocas semanas, el actor, director, productor y escritor James Franco en el ‘New York Times’. Para él, los selfies son más una nueva manera de comunicación, de reflexión sobre la identidad, que simples marcas de vanidad y egocentrismo. “Los selfies son como avatares”, reflexiona en su artículo. “Mini-yos que lanzamos a los otros para darles un atisbo de quiénes somos”.

La palabra selfie fue la más popular del año 2013 según el diccionario Oxford de la lengua inglesa. Los autorretratos siempre fueron una forma de decir “aquí estoy, pese a quien pese”. Las mujeres empezaron a utilizarlos en el arte como una forma de reivindicar su identidad como mujeres y como artistas. Desde Frida Kahlo hasta la española Maruja Mallo. Desde el origen siempre tuvieron algo de misterioso, excepcional, cómplice con el que mira. 

Selfie del actor Bradley Cooper con Leo DiCaprio y Lenny Kravitz. En Joe's Pizza de Nueva York. La fotografía se encuentra en las cuentas de Instagram de Cooper y Kravitz.

‘Selfie’ del actor Bradley Cooper con Leo DiCaprio y Lenny Kravitz. En Joe’s Pizza de Nueva York. La fotografía se encuentra en las cuentas de Instagram de Cooper y Kravitz.

Y el hecho de desvelarse, de atreverse a mostrarse como autor, es uno de los temas clave del arte. Yo soy yo, pero sólo porque he encontrado un espejo. Hoy, ese espejo ya no es necesario. Llevamos el poder en nuestro bolsillo. Ya no hay intermediarios, ni segundas realidades. Nos capturamos aquí y ahora. ¿Qué mayor poder?

Pero, aún hay más. ¿Alguien habría soñado, hace años, que ninguna familia real, presidente de gobierno o jefe de la cristiandad hubiera accedido a mostrar una imagen propia en pleno momento de relax, sin protocolo, vigilancia ni preparación? El Papa Francisco tiene el suyo, Obama por supuesto también (inauguró un nuevo modelo, los llamados selfies funerarios) y, por último, la familia real española. Sin contar el selfie más tuiteado de todos los tiempos, el de los últimos Oscars. Miremos estas fotos con cierto detenimiento. ¿Qué vemos en ellas? Caras deformadas por el objetivo, príncipes tirados en un sofá, un heredero de Pedro que no duda en abrazarse a quien realiza la foto. ¿Es algo estudiado, planificado, calculado? Por supuesto. Pero merece una reflexión sobre la verdadera naturaleza de estos tiempos. Todos somos gente. Y en Instagram nos encontraremos.

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Comentarios

  • Luisa

    Por Luisa, el 14 marzo 2014

    Gracias por tu punto de vista. No me había parado a mirar el fenómeno desde esta perspectiva, visto así es otra cosa, aunque me sigue molestando que se llame selfie a lo que es un autoretrato de los de toda la vida.

  • maria jose

    Por maria jose, el 15 marzo 2014

    Hasta este momento no sabia con claridad el significado de selfie,pero como siempre elena con sus magnificos articulos nos saca de dudas.

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