Los ‘Death Café’, una iniciativa social para abordar la muerte con más dulzura

Logo de «Death Café».

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Lo estamos haciendo mal en nuestras ‘desarrolladas sociedades’. Muy mal. Convirtiéndola en tabú. Apartándola. Simplificando los ritos y el duelo en una nueva urgencia, un nuevo ‘pasemos página’. Frente a todo esto que añade más dolor al dolor “los Death Café son una invitación a reflexionar en común sobre la muerte desde la dulzura”. “Ser suave es muy importante, sobre todo hoy en día en el que el miedo se inculca. Ese estado de ánimo bloquea la capacidad para vivir bien”. Hoy en ‘Noticias que abrazan’, Martha Zein nos habla de los Death Café.

¿Cuál es ese asunto que gran parte de nuestra sociedad percibe como un tabú y no es el sexo? ¿Cuántas veces este aspecto de la vida tiene que salirnos al paso para que hablemos sobre él? Suele saludarnos a la hora de comer porque a los informativos les encanta (por lo visto vende mucho), sin embargo nos la tragamos casi sin masticar. Porque sí, es cierto, es fácil que nos detengamos a leer o a escuchar cómo llegó a la vida de alguien, pero nos asusta.

Es tal nuestro miedo que preferimos agruparla en números para dar rienda suelta a la indignación, para convertirla en escándalo, para permitirnos empatizar sin vértigo con quienes la experimentan, unas personas a las que normalmente consideramos víctimas y que, probablemente, tampoco hablaron de ella. Sólo cuando se hace un sitio en nuestros espacios mas íntimos y no es posible seguir mirando hacia otro lado, abrimos la boca y decimos su nombre. Y lo hacemos de manera fugaz porque precisamente en ese momento ya no caben ciertas conversaciones.

La buena noticia de este mes de julio, en el que la Covid19 insiste en poner este tabú encima de la mesa, es que los seres humanos hemos empezado a abrir la boca para declinar el verbo morir (me muero, se murió, se está muriendo, me estoy muriendo, moriré…) y ponerlo en el centro de la vida y no en sus márgenes. ¿Cuál es el termómetro indicador? Una iniciativa social llamada Death Cafe, que consiste en organizar encuentros para hablar sobre la muerte con un té, unos dulces, tiempo y respeto; libre de orden del día, libre de costes (no se cobra) y libre de expertos.

Estos encuentros arrancaron el año 2011 de la mano de Jon Underwood y su madre, Sue Barsky Reid. A Underwood le interesaba “normalizar” la muerte pero no terminaba de encontrar el modo, hasta que un día leyó un artículo en el periódico Independent sobre los Cafés mortels organizados por el sociólogo Bernard Crettaz en Suiza y, tras ponerse en contacto con él, decidió poner en marcha un modelo similar. El primer encuentro fue en el sótano de su casa. Hoy son 73 los países en los que se llevan a cabo ese tipo de encuentros.

Nunca ha habido tanta necesidad de hablar sobre la muerte cara a cara con personas casi siempre desconocidas, sin ningún fin específico, sin querer llegar a ninguna conclusión. ¿A la fuerza ahorcan? No. Por lo visto en España la pandemia no parece que haya hecho que abordemos el tabú con mas frescura, o al menos así sucede en las islas Baleares. Glynis German, una de las pioneras de los Death Cafe en este país, se está encontrando con nuevos rostros pero con los mismos perfiles en las reuniones que organiza en Mallorca (Binissalem, Palma, Deia, Esporlas, Manacor, Sa Pobla y Palmanova). “Creo que en Mallorca prevalece la voluntad de vivir en el paraíso. Por eso algunos de los que vienen traen mucho sufrimiento, no saben a dónde ir. Quienes acudieron durante el confinamiento a las citas online no llegaron con más miedo o más urgencia o más preocupación que en otras ocasiones y lo que encontraron fue lo de siempre: el cuidado, porque el Death es una invitación hecha con mucho amor. No hay un yo diciendo “debéis de entenderlo mejor”, sino un nosotros, una voluntad de reflexionar en común sobre la muerte desde la dulzura. Ser suave es muy importante, sobre todo hoy en día en el que el miedo se inculca. Ese estado de ánimo bloquea la capacidad para vivir bien”.

Durante siglos las sociedades europeas pusieron en manos de la religión los ciclos de la vida y con ellos los ritos de nacimiento (bautismo), reproducción (boda) y muerte (sepelio). A medida que los Estados se convirtieron en laicos o aconfesionales, la sociedad fue reapropiándose de estos ritos con ceremonias civiles y fiestas para celebrar el amor o los nacimientos, pero la muerte pareció quedarse huérfana, sobre todo en las culturas vinculadas con la religión católica. Ahora en España hay prisa por celebrar el entierro (pocos sanatorios permanecen abiertos por la noche cuando antes era habitual velar por el difunto) y los prejuicios siguen en pie (está mal visto el concepto de “viuda alegre” o que haya risas en un tanatorio, por ejemplo).

La dificultad para hacer el duelo durante el confinamiento puso el dedo en esta llaga. Además, la pandemia enlaza con la certeza de finitud de este planeta y los estragos del cambio climático, lo que ha hecho que la muerte necesite ser nombrada y no para honrar a quien murió sino para incorporarla a la propia vida. Por ejemplo: ¿tus familiares saben cómo quieres que sea tu funeral?, ¿has hecho tu testamento vital?, ¿te planteas la eutanasia?, ¿querrías morir en casa o en un hospital? Estas preguntas son vitales, porque además pueden cambiar la realidad en la que nos estamos moviendo.

“Se puede morir bien en vez de morir en sufrimiento. Al normalizar el tema nos permitimos exigir a los profesionales, a las instituciones, a las personas implicadas. Si de repente estás en el proceso de muerte y no encuentras la compasión y la humanidad necesaria en el equipo de los profesionales, y te ves entre luces fluorescentes, maquinaria, turnos, procedimientos y papeleos… pues no puedo pensar en nada peor. Hay individuos que ya están cambiando las cosas precisamente porque abordan la muerte desde la vida, como el doctor Enric de Benito, por ejemplo; gracias a él, los cuidados paliativos en esta isla son un espacio pacífico con mucho amor y generosidad, o el doctor Vicente Arráez en Elche, que introdujo la compasión en la UCI”, explica Glynis.

Más allá de las diferencias religiosas y culturales, desde hace relativamente pocos años y de manera exponencial los seres humanos hemos empezado a hablar sobre la muerte sin prejuicios, integrándola en la vida. Está sucediendo en Afganistán, Albania, Alemania, Argentina, Australia, Austria, Bahrein, Bangladesh, Bielorrusia, Brasil, Bulgaria, Islas Caimán, Camboya, Canadá, Chequia, Chile, China (y la isla de Taiwán), Chipre, Colombia, Corea del Sur, Costa Rica, Croacia, Dinamarca, Ecuador, Emiratos Árabes Unidos, Eslovenia, España, Estados Unidos, Estonia, Filipinas, Finlandia, Francia, Grecia, Hong Kong, Hungría, Islandia, India, Indonesia, Irlanda, Israel, Italia, Japón, Jordania, Letonia, Líbano, Malasia, México, Montenegro, Nigeria, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos, Pakistán, Palaos, Perú, Polonia, Portugal, Reino Unido (y la la isla de Guernsey), Rusia, Senegal, Serbia, Singapur, Sudáfrica, Sudán, Suecia, Suiza, Tailandia, Trinidad y Tobago, Turquía, Ucrania y Zimbabwe.

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