Déjame que te cuente… los cien años de Chabuca Granda

Chabuca Granda.

Chabuca Granda.

En septiembre de 2020, Chabuca Granda, una mujer que en su momento revolucionó la música criolla con ‘La flor de la canela’ y a día de hoy se ha convertido en un clásico que ha dado la vuelta al mundo, cumpliría 100 años. Las celebraciones por el centenario arrancarán en Madrid ya, mañana, 4 de octubre, con un concierto homenaje en la Sala Tarambana, que contará con la presencia de su hija, Teresa Füller Granda, y los cantantes y músicos Miryam Quiñones, Ezequiel Rocha y Raúl Chiocchio. “Déjame que te cuente, limeño”…

Victoria Angulo era una elegante mujer afroperuana de 50 años que, tras visitar a Chabuca Granda (Apurímac 1920 – Miami 1983) en la Botica Francesa donde trabajaba en el Jirón de la Unión del Centro de Lima, cruzaba el puente de Palo (hoy puente de Santa Rosa) en dirección al Rímac y se dirigía a la Alameda del Tajamar, donde muy cerca quedaba su casa. Esta imagen fue la que inspiró a Chabuca Granda para su célebre canción La flor de la Canela, que en su momento revolucionó la música criolla y a día de hoy se ha convertido en un clásico que ha dado la vuelta al mundo y ha sido interpretada por artistas como Rubén Blades, Plácido Domingo, Raphael, Caetano Veloso, Juan Diego Flores, Yma Sumac o Julio Iglesias, entre otros artistas, donde también destaca María Dolores Pradera, una de las principales difusoras de su música en España. Chabuca Granda sacó la frase “el río, el puente y la alameda” de una ponencia que el historiador Raúl Porras Barnechea dio en 1953 dentro de un ciclo de conferencias que se llamó Lima irreparable, donde Porras hablaba con nostalgia de las bondades de la Lima de antes, en comparación con la de ese momento.

“Lo interesante es que las nuevas generaciones siguen escuchando la música de Chabuca Granda y son muchos cantantes jóvenes los que siguen interpretando sus canciones”, dice Teresa Füller, que desde hace más de 30 años conduce en Lima el programa de radio Déjame que te cuente, donde se encarga de difundir la música de su madre.

Con 8 álbumes, Miryam Quiñones es una cantante limeña, difusora de la canción de autor, que ha recorrido 21 países y ha grabado temas con cantautores de la talla de Silvio Rodríguez. “La figura de Chabuca Granda es algo que ha estado presente siempre, desde que era pequeñita, pero es recién cuando me tomo la música en serio que decido investigar más a fondo y analizar las letras de sus canciones y es cuando me digo: ¡qué mujer más impresionante!, sus letras, su poesía, la profundidad de esos textos, acompañados de una música totalmente vanguardista para la época, me impresionaron”, dice Quiñones, que en 2012 grabó Eternamente Chabuca, un disco homenaje. “Eso hizo que comenzara a admirarla mucho más y que quisiera, también, cantarla e incorporar sus temas a mi repertorio. Y conforme pasa el tiempo me doy cuenta de que la entiendo cada vez más, lo que me permite interpretar sus canciones de una mejor manera”.

El año pasado, Chabuca Granda fue declarada Patrimonio Nacional del Perú en el rubro de Obra de Gran Maestro que otorga el Ministerio de Cultura. Su aportación, según las autoridades peruanas, fue la de “abrir nuevas sendas en la música popular peruana”.

“En la facultad de música de la Universidad de Avellaneda hay una asignatura que se llama Chabuca Granda”, dice Ezequiel Rocha, músico bonaerense radicado en Lima que también tiene un disco en homenaje, titulado Con Alma de Chabuca.

Nacida en Apurímac, pero criada en Lima, Chabuca Granda fue capaz de inmortalizar una Lima majestuosa que existía más en la imaginación de los nostálgicos que en la realidad. Sus letras llenas de imágenes poéticas y una música de compases atrevidos rompieron con lo que hasta entonces se había hecho dentro de los valses criollos en Perú. La quinta de sus canciones, La flor de la canela, fue grabada en 1950, pero no fue hasta la interpretación de Los Chamas, cuatro años después, que el tema repercutió y alcanzó una fama repentina, convirtiendo a Granda en una de las letristas y compositoras más originales de la época.

Su carrera tuvo, básicamente, tres etapas. En la primera compuso temas como Fina estampa, José Antonio o la propia Flor de la canela, temas que recrean una Lima señorial, tradicional, bucólica, llena de pinceladas poéticas y que ha servido para alimentar el imaginario que se tiene de Lima, incluso para muchos que no conocen la ciudad. Sus personajes son elegantes, distinguidos y refinados, algo que los limeños tradicionales y de las clases medias y altas encontraban enormemente atractivo.

Con la llegada de los años sesenta, el arte y la cultura en América Latina se contagian del entusiasmo por la revolución cubana. Surge la nueva trova cubana y latinoamericana. Chabuca Granda lee a poetas como César Calvo, quien le cuenta la historia de un joven poeta miraflorino que decidió tomar las armas para luego morir acribillado en la selva peruana por parte de las fuerzas de seguridad del Estado. Su nombre era Javier Heraud, que murió a los 21 años en 1963, tras haberse unido al Ejército de Liberación Nacional. Chabuca Granda queda impactada y las letras de sus canciones dan un giro. Deja de cantarle a la Lima exquisita y sus letras adquieren una dimensión social.

“Chabuca Granda venía de una clase social donde la indiferencia es un hábito, sin embargo, ella no era indiferente; a pesar de cantarle a la Lima aristocrática, no se olvidó de Javier Heraud, no se olvidó del amor”, dijo en una ocasión el periodista César Hildebrandt, haciendo referencia a este giro en sus letras. “Chabuca se izquierdiza, se sitúa en la orilla de la sensibilidad social y, casi se diría, en la orilla de la culpa, ella asume la culpa de su clase, que es oligárquica, inmovilista, reaccionaria, y ella decide no serlo, pero sin odios, sin agruras, sin acritudes, su indignación es discreta, porque no grita, susurra el cambio”.

En esta segunda etapa sus letras buscan empatizar con los cambios sociales que parecían darse en toda la región.

“Ella fue evolucionando a medida que pasaba el tiempo, siempre estuvo al tanto de lo que sucedía en el Perú y el mundo, y eso la hizo evolucionar para decir otras cosas que había que decir”, dice Teresa Füller, que aclara: “Ella era apolítica. Sus amigos de izquierda decían que ella era oligarca y sus amigos de derecha decían que era comunista”.

Lo cierto es que Chabuca Granda se alimentaba de todo lo que veía, o de los personajes que la conmovían o llamaban su atención, y así pudo dedicarle canciones al boxeador peruano Mauro Mina, a Violeta Parra, que se suicidó en 1967, o a San Martín de Porres. Y, claro, hablaba de ella misma, como en el tema Ese arar en el mar, título que se inspira en la frase de Simón Bolívar, que una vez dijo: “He arado en el mar y sembrado en el viento”, haciendo referencia a las divisiones de La Gran Colombia.

Su estrecha relación con la música afro-peruana se hizo evidente en la tercera etapa de su carrera musical, en la que predominó el festejo, el landó y las zamacuecas. Temas que, además de la guitarra, incluían el cajón y los tradicionales zapateos.

Chabuca Granda murió en Miami en 1983, de un infarto al corazón a los 63 años. “Yo siempre digo que Chabuca no componía, pintaba directamente, porque te iba pintando el camino de la canción”, dice Ezequiel Rocha. “Sus canciones parecen un gran cuadro en movimiento”.

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Comentarios

  • Omar Fernandez

    Por Omar Fernandez, el 03 octubre 2019

    Se ha dejado de citar al mas grande interprete de La flor de la canela, segun la propia Chabuca: Ignacio Villa, Bola de Nieve, el cubano con voz de vendedor de mangos, como el mismo se calificaba, pero con un histrionismo insuperable. Honor a quien honor merece

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