DePedro nos lleva de viaje musical al corazón de África

DePedro en un fotograma de la película

DePedro en un fotograma de la película 'Casamance'.

DePedro en un fotograma de la película ‘Casamance’.

Todo surgió del deseo de Jairo Zavala (musicalmente conocido como DePedro) por reencontrarse con la música africana que había escuchado en casa de pequeño, porque su madre creció en ese continente y se la ponía a diario. Ese es el germen del documental ‘Casamance, la banda sonora de un viaje’, dirigido por Paloma Zapata, que se pasa ahora en varias ciudades para trasladarnos al corazón de los ritmos y la gente de Senegal.

Del encuentro con la realizadora Paloma Zapata, especializada en videoclips musicales y que había visitado anteriormente Senegal para grabar algunos de sus trabajos, surgió el proyecto Casamance. «Me contactó», nos cuenta Depedro, «y al oír mi conexión africana pensó que había una historia que contar detrás de esto. Gracias a su trabajo y perseverancia podemos hablar del documental como una realidad». «En cuanto empiezas a escarbar en el pasado de la música que tocas y estudias, sale a relucir que África es uno de los corazones rítmicos del mundo, está detrás de casi todos los ritmos americanos post coloniales y europeos, sobre todo del sur. Para mí ha sido muy impactante estar en contacto con las raíces, después de tantos años escuchando y estudiando música».

DePedro decide viajar a Senegal tras los pasos de Lamine Konté, ese músico que le marcó la infancia. Hace la maleta y se adentra en un viaje que le llevará a descubrir los ritmos y músicas africanos en un recorrido hasta el sur del país, Casamance, en busca de un griot, un contador de historias que toca la kora, instrumento de cuerda a medio camino entre el arpa y el laúd. Un taxista, Bamba, le da pistas para dar con el ambiente musical del país, y así descubre a Dieuf-Dieul de Thiès, un grupo desaparecido 30 años atrás, que vuelve a la vida gracias a un coleccionista griego. El viaje también le sirve para interiorizar los trayectos de ida y vuelta sobre la música, que lleva el sonido de África a América a través del mar y vuelve a África con la influencia latina incorporada. Casamance se irá dibujando a partir de un relato-conversación junto al periodista musical de Radio 3 Ángel Carmona.

De la experiencia, DePedro recuerda sobre todo la calidez de la gente. «De los viajes me interesa sobre todo la comunicación e interactuar, para mí es la única forma de viajar sin ver postales. En general fue un rodaje agradable, pues el carácter de los senegaleses hace todo mas fácil. Además, son gente extremadamente atractiva, ves continuamente auténticos dioses y diosas caminando por las calles». Paloma Zapata recalca que lo mejor del rodaje fue el dejarse llevar, la mejor táctica para entender y disfrutar África. «Acudíamos con un guión y una programación detallada de rodaje, pero iban surgiendo cosas y gente, y lo mejor en esos casos es relajarse y dejarlo fluir, porque allí tienen otra noción del tiempo, más relativa, más flexible, y si vas con tu mentalidad occidental de tenerlo todo acotado y bien programado, te puedes desesperar. Nos íbamos adaptando a lo que iba surgiendo, a lo que iba pasando». Centrarse más en lo que está pasando que en lo que estabas pensando. Así, obtuvieron secuencias como las de los niños bailando y la danza de dos jóvenes bajo impresionantes baobabs, que se encuentran entre las mejores del documental, junto con las actuaciones musicales, especialmente las de canciones populares, y que dan muestra de la cultura musical y la vitalidad de Senegal. La directora subraya: «A veces miramos hacia el continente africano con la soberbia de Occidente, con nuestra estructura del tiempo, y debemos abrir los ojos y también aprender de ellos, de su sentido de la vida y del tiempo, del arte, de la cultura, de la música. No podemos olvidar que el primer presidente de Senegal, Léopold Sédar Senghor, era un poeta. Yo lo que vi en Senegal es que valoran mucho la música, que respetan mucho a los músicos, creo que incluso más que aquí, porque allí se les ve como transmisores de una cultura y una memoria, y aquí a menudo sólo les vemos como entretenimiento».

Sacar adelante un proyecto así no es sencillo, y prueba de ello es el tiempo que han tenido que invertir para presentarlo desde que lo grabaron, a lo largo de tres semanas de 2014, en varias localizaciones de Senegal: la capital, Dakar, caótica y vibrante; la isla de Gorée, toda una bofetada de crueldad histórica, puerto de venta y salida de esclavos, la puerta de no retorno a su tierra, camino a América; la isla de Elubadir; y el sur más plácido, Casamance, que da título a la película.

Fotogramas de la película 'Casamance'

Fotograma de una danza africana de la película ‘Casamance’.

Fotograma de la película 'Casamance'

Uno de los protagonistas senegaleses que aparecen en ‘Casamance’.

Más allá del interés en sí del documental, Casamance es también un ejemplo de las nuevas vías abiertas por las redes digitales para poder desarrollar iniciativas propias dentro de la nueva cultura cooperativa, participativa. Tres años después y con un crowdfunding por medio con el que obtuvieron 10.000 €, lo mínimo para poder seguir adelante, lograron tener el documental rematado y listo para pases. Aparte de haberse proyectado en festivales de cine como los de Rotterdam y Guadalajara (México) y de estar en emisión en Movistar +, para las proyecciones comerciales también han elegido una fórmula novedosa y colaborativa a través de Screenly, una plataforma web que permite a cualquiera la organización de proyecciones bajo demanda en salas de cine. Cuentan con un catálogo con decenas de películas -desde el documental de Javier Ruibal a Santa Fiesta, el estremecedor trabajo sobre los festejos tradicionales en España en los que 60.000 animales son maltratados cada año- y es el público el que se moviliza para llevar a su ciudad, a través de una serie de salas con las que se ha llegado a un acuerdo, determinados títulos de cine independiente. Así, no solo las distribuidoras y el mercado eligen lo que se ve en una ciudad, sino también la gente. Son pases que cuestan 6 €, que requieren un quórum mínimo para que se pueda realizar la proyección y que suelen ir acompañados de extras como un debate al final de la filmación o la presentación de las cintas por parte de los directores o protagonistas.

Todo un ejemplo de cómo, a pesar de la precariedad en que se mueven a menudo los proyectos culturales en España, cada vez son más las vías que se abren para poder llevar a cabo un empeño, una obsesión, una ilusión, como la de DePedro de indagar en aquellos sonidos africanos que marcaban los desayunos de su infancia.

Pases de ‘Casamance, la banda sonora de un viaje’: Madrid, 29 de marzo. Vigo, 30 de marzo. Las Palmas, 2 de abril (dentro del Festival Internacional de Cine). Murcia, 20 de abril. Zamora, 9 de mayo.

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