Doñana, o cómo fastidiar sin descanso a la Atlántida

VENTANA VERDE

RAFA RUIZ

Ese enclave único en el Viejo Continente, ese cruce de caminos, tierras y mares, esa encrucijada entre África y Europa, entre el Atlántico y el Mediterráneo, esas marismas donde acuden a invernar decenas de miles de ánades y ánsares del Norte de Europa, esos paisajes donde habitan dos de las especies más emblemáticas y amenazadas de la península ibérica -el águila imperial y el lince ibérico-, ese lugar sigue permanentemente padeciendo las asechanzas de la avaricia humana.

Ese lugar que es Patrimonio Mundial de la Unesco, donde el Guadalquivir se encuentra con el océano, donde la mayoría sitúa la mítica civilización de Tartessos y donde en 2011 un equipo de investigadores bajo el aval de la Sociedad National Geographic situó ese sueño desde hace 11.000 años, esa utopía hundida de la ciudad perfecta, la Atlántida -Platón la localizaba más allá de los Pilares de Hércules-, sigue sin estar a salvo de la avidez humana.

Esa enciclopedia biológica, esa biblioteca de sabiduría natural, ese sitio de marismas, dunas, playa y bosque se llama Doñana, y aunque unas 100.000 hectáreas están protegidas bajo las figuras de parque nacional y parque natural, una nueva amenaza se cierne, un año tras otro, sobre él. Las dos últimas: el proyecto de extracción y almacenamiento de gas natural en su subsuelo y el plan del dragado del río Guadalquivir. Dos denuncias que vienen reiterando con especial énfasis organizaciones ecologistas como WWF España, Greenpeace y Ecologistas en Acción. El primer ataque parece que está ya en fase de abandonarse; el segundo sigue ahí, como espada de Damocles. Ambos impulsados por el Gobierno central del PP, que parece que, lejos de escarmentar, sigue con la misma receta que nos ha llevado a esta brutal crisis: un desarrollo insostenible a toda costa, a puro ladrillazo y construcción de infraestructuras impactantes y despilfarradoras, de donde poder sacar tajada los corruptos. Véase ahora el desmantelamiento de la Ley de Costas que desde hace dos décadas trataba de resguardar en parte nuestro litoral. Y véanse sus fantásticas ideas para Doñana, el más simbólico de nuestra red de 14 parques nacionales.

Según se publicó el pasado fin de semana en la prensa regional, la Consejería de Agricultura, Pesca y Alimentación de la Junta de Andalucía ha mostrado su decisión de frenar la tramitación de la empresa Gas Natural para acometer sus planes en el entorno de Doñana, que incluían 20 kilómetros de nuevos gasoductos y a los que Madrid daba el visto bueno. IU, socio del PSOE en el Gobierno autónomo, ha considerado en un comunicado que la medida de la Junta es «un primer paso hacia la paralización definitiva del proyecto».

Por otro lado, el Grupo de Izquierda Unida en la Diputación Provincial de Cádiz defendió la semana pasada una moción para instar al Ministerio de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente para que «de acuerdo con las recomendaciones de la comunidad científica, rechace de una vez por todas el proyecto de ampliación del dragado del río Guadalquivir», un plan que viene coleando desde que comenzó este milenio, aunque los expertos han subrayado que tal intervención afectaría tan frontalmente al estuario que rompería la dinámica del parque nacional y dañaría gravemente los arrozales de ambas márgenes del río (por la mayor salinidad del agua), así como la pesca, el marisqueo y el turismo de la ciudad de Sanlúcar de Barrameda; de ahí que el pleno de este ayuntamiento también haya rechazado el dragado, que impulsa el Consejo de Administración de la Autoridad Portuaria de Sevilla (organismo público), azuzado por un grupo de empresarios sevillanos, que, como siempre en estos casos, ha recurrido a la demagogia de cifras inventadas: dicen que se crearían 20.000 puestos de trabajo (una vez más, el cuento de la lechera). La operación supondría aumentar de 6,5 a 8 metros la profundidad del río hasta su desembocadura, para permitir la navegación de buques de gran calado.

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Como tantas veces en este país, no ya de autonomías, sino de reinos de taifas, en vez de apostar fuerte por los otros tres grandes puertos andaluces -Huelva, Cádiz y Málaga-, se trata de abrir una cuarta vía de competencia a fuerza de ponerlo todo, una vez más, patas arriba. Aunque la autoridad portuaria señala que cuentan con un informe de impacto ambiental positivo, que data de 2003, eldiario.es Andalucía ha publicado recientemente que ha tenido acceso al dictamen de la Comisión Científica, que en el segundo punto de sus conclusiones destaca: «el dragado de profundización (…) no es recomendable en la situación actual»; y, entre otras causas, señala: «por repercutir negativamente en la dinámica, morfología y biodiversidad del estuario y, por lo tanto, de Doñana». Además, en octubre de 2011, el Ministerio de Medio Ambiente le hizo llegar una carta al presidente de la Autoridad Portuaria ordenándole no llevar a cabo el dragado sin realizar previamente un nuevo proceso de impacto ambiental. Por cierto, que el dragado contaría con financiación de ese castillo de Kafka que últimamente se está mostrando tan sabio con España: Bruselas. Un 80% del dinero en principio necesario -31 millones de euros- vendría a cuenta de los fondos Feder de la Unión Europea. Sí, esos que luego dicen que hemos despilfarrado y que tenemos que hacer los deberes. La burocracia de Bruselas frente a la utopía de la Atlántida. Ya lo ha dicho Teresa Ribero, la secretaria de Estado del Gobierno del PSOE que envió esa carta de tajante prohibición: «Es una obra que va en contra del sentido común. Ahora pedimos que lleguen trasatlánticos a Sevilla. Después, ¿por qué no hasta Toledo?».

Pero no puede olvidarse que los sevillanos votaron en las últimas elecciones por un alcalde del PP, Juan Ignacio Zoido; mientras que la alcaldesa de Sanlúcar de Barrameda, Irene García, es del PSOE. Y visto el último ‘regalo’ que le han hecho a Sanlúcar desde el Gobierno de Madrid, cualquier cosa puede esperarse. El Gobierno central ha decidido este mes eliminar la Comisión interministerial para la Conmemoración del V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo, que daba su apoyo al proyecto ‘Sanlúcar 2019-22’. Hubo una fuerte ofensiva de Sevilla para quedarse con todo el protagonismo de la conmemoración de Elcano, quien a bordo de la nao Victoria completó tres años de navegación y demostró que la Tierra es redonda, expedición en la que murieron 216 de los 234 marineros que zarparon. Así que, como no podía brillar únicamente Sevilla, la ciudad de flamante alcalde del PP, y el Gobierno no podía reescribir la historia a su antojo: carpetazo, aunque estemos hablando de la Primera Vuelta al Mundo. El reino de la mezquindad frente al sueño de la Atlántida.

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