El fútbol y la cultura

Jorge Valdano. © www.fansdelmadrid.com

Jorge Valdano y el periodista del diario ‘The Guardian’ Sid Lowe mantienen una charla en Madrid en la que se reivindica el fútbol como cultura. Javier Morales, autor de esta columna, estuvo allí. Esto es lo que sacó en claro.

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No soy futbolero. Espero que no se ofendan por una afirmación un tanto herética en un día como hoy, domingo. Por más que lo he intentado, no consigo identificarme con los colores de ningún equipo y la batalla en el campo siempre la veo con una razonable equidistancia, una actitud incomprensible para cualquier aficionado. Quizás este desapego tenga algo que ver con mi alergia a las banderas y a cualquier tipo de patriotismo. No sé. Al fin y al cabo, el fútbol no dejaría de ser un deporte sectario si no conseguimos mirarlo desde una perspectiva más amplia. Se lo oí decir el otro día a Jorge Valdano en el fórum de la FNAC de Nuevos Ministerios. Suelo frecuentar esta librería y las visitas siempre acaban en la cafetería, recorrida por un gran ventanal que nos regala el cielo de Madrid y un trozo de la Castellana. Ajeno a todo, disfrutaba de una cerveza y un buen libro cuando el fórum empezó a llenarse de gente y por el altavoz anunciaron que estaba a punto de comenzar la charla entre Jorge Valdano y Sid Lowe, periodista de The Guardian. Hablarían del fútbol como cultura.

El encuentro estaba organizado por la revista ‘Panenka, una publicación que apuesta por el periodismo de calidad para hablar de fútbol, algo insólito en un mundo donde abunda el amarillismo. Ya que estaba allí, decidí quedarme. Y no me arrepentí. Preguntas interesantes y atinadas por parte de Sid Lowe (seguimos muy lejos del periodismo que se hace en los países anglosajones) y respuestas sugerentes y equilibradas de Valdano, quien no dudó en alabar el trabajo de alguien como Pep Guardiola ante un público que se presuponía madridista y que escuchaba sin pestañear al exentrenador del Real Madrid.

La conversación me dio que pensar. Decía que no me gusta el fútbol, pero sí lo que se escribe sobre el fútbol, sobre todo si lleva la firma de Santiago Segurola, Javier Marías, el difunto Vázquez Montalbán o del propio Valdano (les recomiendo la lectura de la novela Regreso a Vadinia, del escritor y exfutbolista Manuel de Vicente González). El jugador argentino ha publicado Los 11 poderes del líder. El fútbol como escuela de vida (Editorial Conecta), un libro que parte del fútbol, su particular microcosmos, para hablar de otras cosas que bien podrían aplicarse a la política, la literatura, la empresa o a la ciudadanía.

“No ignoro que se puede llegar a ser competitivo apelando a artimañas que movilicen las más bajas pasiones. Para eso se necesitan líderes con una cierta disociación moral. Personajes que tratan de disolver la razón agitando los sentimientos y de jugar con la peligrosa lucha maniquea entre el bien y el mal. Existen en el deporte (que tiene una indiscutible naturaleza sectaria), y también en el más frío mundo de la empresa. Pero esas recetas no las encontrarán aquí porque, sencillamente, las detesto. No hay obra que merezca la pena si su base de sustentación se construye sobre la infelicidad, el miedo o la denigración de las personas”, escribe en el prólogo.

Valdano nos desgrana con amenidad las virtudes (poderes) que debería reunir un líder futbolístico: la credibilidad, la esperanza, la pasión, el estilo, el poder de la palabra, la curiosidad, la humildad, el talento, el poder del vestuario, la simplicidad, el éxito. Di Estéfano, Guardiola, Raúl, Messi, Ronaldo, Iniesta, Del Bosque, Rijkaard, Xavi Hernández, Bilardo, Molowny, entre otros, simbolizarían, cada uno a su manera, algunas de las virtudes del buen deportista.

En un relato con referencias a Ítaca, a escritores, a economistas, Valdano nos habla de ética, de la capacidad de superación, del esfuerzo y del mérito, de que lo importante no es solo ganar (o al menos no ganar a cualquier precio porque eso nos llevaría a la corrupción), de la importancia del estilo, de la cultura futbolística y de la memoria como un lugar en el que domeñar los excesos y en el que podemos encontrar una identidad.

“Sería inteligente preguntarnos: ¿a quiénes motivan palabras como disciplina, control, gestión, eficiencia o burocracia? La emoción está en otra parte. Si resulta sorprendente que los grandes ideales hayan desaparecido del discurso empresarial, entra en el terreno de lo insólito que, en nombre de la prestigiosa eficacia, hayamos empezado a enterrar todo atisbo de placer y felicidad en el lenguaje deportivo. ¿Para qué inventamos el juego sino para escapar de la cruda realidad?”, se pregunta Valdano. Pues eso. Disfrutemos de este domingo.

Coda. Esta semana han muerto dos grandes de la literatura española, Ana María Moix y Leopoldo María Panero. Compartí caseta con Panero en la última Feria de Madrid. Firmaba libros de su poemario Narciso el acorde de las flautas (Huerga y Fierro). Con una Coca Cola siempre a mano, a Panero no le importaba posar para quienes acudían a verle atraídos por su leyenda. Su locura aportaba un poco de seriedad y lucidez. “Panero era consciente y libre de la misma forma que fue a recluirse voluntariamente en los varios sanatorios que le servían de refugio para sobrellevar las dolencias que se iban acumulando a lo largo de sus años”, escribieron en un obituario sus editores Antonio Huerga y Charo Fierro. Les dejo con uno de sus haikus.

Yo soy solo mi perfil.

Cuando la nieve cae, de mi rostro nada se ve.

(Variante)

Yo soy solo mi perfil.

Cuando la nieve cae de mi rostro

Nada se ve

(Tercera variante)

Cuando la Nieve caiga

no estaré ya.

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