El placer prohibido de cultivar el yo con la lectura

Imagen promocional del escritor Ian Mcewan.

Imagen promocional del escritor Ian Mcewan.

Imagen promocional del escritor Ian McEwan.

Desde la revista ‘eñe’ a ‘El último lector’, de Ricardo Piglia. Desde las reflexiones del crítico Ignacio Echevarría a la novela ‘Operación Dulce’, de Ian McEwan. Todos los caminos que conducen a nuestra Área de Descanso pasan por entender la lectura como un acto de resistencia, de liberar ataduras, de cultivar el ‘yo’ frente a la estandarización y la banalización. No produce el placer instantáneo y efímero que suele prometer la publicidad, sino que es algo que va más allá.

***

En estos tiempos en los que tanto se habla de la identidad y de marcas, creo que la revista eñe, que sigo desde hace tiempo, es una de las publicaciones periódicas que más ha hecho por la lengua española. Aunque en la revista, que tiene el acierto de anunciarse como «una revista para leer», tienen cabida la poesía, el ensayo, el artículo o la entrevista, eñe tiene el mérito añadido de haber contribuido a la visibilidad del relato corto en un país donde el cuento estaba hasta hace poco fuera de circulación editorial.

Dirigida por la veterana periodista cultural Camino Brasa, ahora la revista se ha renovado, conserva el papel, pero apuesta fuerte por los contenidos digitales. Artículos y textos estupendos de Gustavo Martín Garzo, Antonio Colinas, Mercedes Cebrián, Fogwill, Pérez-Reverte entrevistado por Antonio Lucas, los relatos ganadores del Premio Cosecha Eñe 2014, son la carta de presentación de esta nueva etapa que se abre con un editorial titulado El orgullo de leer.

Comparto la idea del editorial, de la lectura como resistencia, el ánimo con el que está escrito. La buena lectura es la que te transforma, algo así dijo Borges, el lector por excelencia. Como se sabe, Borges perdió la vista pero no dejó de leer nunca. “Yo soy ahora un lector de páginas que mis ojos ya no ven”, lo recuerda Ricardo Piglia en El último lector (DeBolsillo). “Un lector es también el que lee mal, distorsiona, percibe confusamente. En la clínica del arte de leer, no siempre el que tiene mejor vista lee mejor”, dice Piglia.

Pero no tengo claro que uno deba sentirse orgulloso de ser un lector. Tampoco que leer te haga mejor, y no quiero recurrir al tópico de la Alemania nazi.

En torno a la lectura, Ignacio Echevarría escribió hace unos meses un luminoso artículo en El Cultural, que recomiendo. Echevarría nos recuerda el placer que proporciona la lectura, pero no el placer que nos promete la publicidad, el consumo efímero, sino algo que va mucho más allá. “Quizá ese fuera el camino: prestigiar la lectura con el aura maldita de los placeres prohibidos, como son en definitiva todos los placeres verdaderos, en los que el yo aprende a liberarse de sus ataduras”, sostiene Echevarría.

Y hablando del placer y de los libros, es lo que he sentido después de devorar Operación Dulce (Anagrama), de Ian McEwan, una novela que encierra muchas novelas, escrita por uno de los grandes narradores en lengua inglesa. Ambientada en el Londres convulso y gris de los años setenta, en plena Guerra Fría, McEwan nos cuenta en Operación Dulce la historia de Serena Frome, una joven brillante y guapa, lectora pertinaz, reclutada por el famoso M15, el servicio de inteligencia británico. Después de pasar un tiempo con trabajos burocráticos, como le ocurría por otro lado a buena parte de las mujeres espías del momento, a Serena se le encarga participar en una fundación que, con cuantiosos fondos, busca captar escritores prometedores para la causa anticomunista.

Es así como Serena entra en la vida del novelista Tom Haley. Amor, espionaje, literatura y humor se funden en una novela que abre la puerta a otras novelas y por la que pasa la vida del propio McEwan estudiante. Sin estridencias ni peroratas discursivas, McEwan describe los avatares de una época marcada por las revueltas mineras, las enconadas luchas ideológicas, la crisis de identidad de los británicos tras perder el imperio o el mundillo literario del momento, del que emergieron, además de McEwan, escritores de la talla de Rushdie, Amis o Barnes.

Operación Dulce nos atrapa desde el primer momento porque el autor de Expiación, novela que le catapultó a la fama, tiene claro que detrás de los hechos debe esconderse una buena historia

No recuerdo quién dijo que mientras en Europa y Estados Unidos muchos escritores viven atormentados y paralizados por la muerte de la novela, en Gran Bretaña, tranquilamente, las escriben. Lo suscribo.

Deja tu comentario

¿Qué hacemos con tus datos?

En elasombrario.com le pedimos su nombre y correo electrónico (no publicamos el correo electrónico) para identificarlo entre el resto de las personas que comentan en el blog.

No hay comentarios

Te pedimos tu nombre y email para poder enviarte nuestro newsletter o boletín de noticias y novedades de manera personalizada.

Solo usamos tu email para enviarte el newsletter y lo hacemos mediante MailChimp.