El tipo que estaba orgulloso de ser idiota

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Ilustración: Cless

«Existe una homofobia que es fruto de la religión, uno de los mayores inventos para crear temor y, por lo tanto, poder. Cuando el homófobo plantea sus argumentos, inmediatamente identificamos el origen de su mal y lo catalogamos». 

Como la experiencia es un grado, puedo afirmar que estoy perfectamente capacitado para distinguir entre un homófobo y un idiota. Aunque, en muchos casos, ambos conceptos estén ligados, hay ocasiones en las que, atendiendo al  discurso, uno percibe como esa fobia se sustenta en temores religiosos fundamentalistas, inmersos en alteraciones de la razón provocadas por un convencimiento exacerbado en principios más propios de sectas católicas (Opus Dei, legionarios de Cristo, neocatecumenales, cielinos) que del cristianismo.

Si no fuera porque importantes neurocientíficos están cansados de repetir que eso de que los humanos solo empleamos un 10% de nuestro cerebro es falso, uno podría deducir que cuando un alto porcentaje de esa décima parte está ocupado por dogmas, es imposible que quepa un solo razonamiento coherente. Pero no. Los homófobos también emplean más del 10% de su cerebro. Si tenemos en cuenta que con solo abrir y cerrar el puño ya requerimos una actividad cerebral superior a esa décima parte, podemos empezar a matizar.

Esa homofobia es fruto de la religión, uno de los mayores inventos para crear temor y, por lo tanto, poder. Cuando el homófobo plantea sus argumentos, inmediatamente identificamos el origen de su mal y lo catalogamos. Un ejemplo, el señor Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior. Sus creencias religiosas le impiden aceptar que en su país existe una ley de matrimonio igualitario y, como los que creyeron que la Tierra era plana, niega toda argumentación obcecándose en su fundamentalismo, actuando como el niño que berrea en el pasillo de un supermercado porque su madre no le compra una chuchería. Sin embargo, esa homofobia no limita al individuo para ejercer otro tipo de actividad en su vida laboral y cotidiana.

Pero luego está la víctima de idiocia amaurótica: el (o la) idiota. Se trata de cretinos supremos que, en el uso libre de su estupidez, lo mismo les da por darse de cabezazos contra una pared, comerse los mocos o desarrollar una homofobia con la que sentirse trascendentales. Nadie quiere ser el tonto del pueblo, es lógico.

Aunque este tipo de deficiencias intelectuales se detectan a edades muy tempranas, el ambiente cultural en el que se manifiesten es primordial para entender todo el proceso posterior. Si al idiota le da por pasarse horas mirando a una mosca atrapada en un cristal, lo mismo su familia toma cartas en el asunto. Sin embargo, si al idiota le da por decir que la homosexualidad es contagiosa, puede llegar a hacer carrera. Los caminos de la memez humana son insondables.

Al igual que los argumentos empleados por el homófobo nos van a ayudar a identificar el origen de su dolencia, del mismo modo nos sirven para identificar al idiota. El idiota empleará tesis que harían sonrojarse a cualquier científico. Nos comparará peras y manzanas, hablará de hombres oscuros o, como el caso del profesor de la Universidad de Santiago de Compostela, dirá que la homosexualidad es contagiosa.

Han leído bien: un profesor universitario. No es el único, ojo. Una característica de la estupidez es que no sabe de discriminación. Lo mismo germina en un latinking que en una aficionada al Real Madrid que en un profesor universitario.

Podemos emplear el caso de este profesor de Magisterio, Domingo Neira, para aclarar mejor la diferencia entre un homófobo y un idiota al que le da por la homofobia. Los argumentos del segundo nos provocarán más risa que indignación. Este señor dice tener pruebas científicas y estudios que corroboran que las lesbianas son así porque tienen un cromosoma X extra o que los homosexuales no pueden educar porque carecen de hombría. Ante esas afirmaciones podemos manifestar, sin miedo a equivocarnos, que estamos ante un idiota.

Hay un aspecto en el que homófobos e idiotas coinciden. Ambos están orgullosos de sus limitaciones. De hecho, el propio señor Neira, al que la Universidad le ha abierto un expediente que implica la suspensión provisional de sus funciones, continua declarando que tiene razón, que no le vencerán, que le retiran de la docencia por pensar y reta a cualquiera a debatir con él sobre la homosexualidad.

Sin embargo, me llama la atención de este tipo de seres que, aunque todas sus actitudes y argumentaciones son homófobas, jamás se reconocen como tales. Es habitual que después de escuchar a alguien decir que la homosexualidad se cura, de inmediato apunte que no es homófobo. Recuerdo una declaración, atribuida al  actor Morgan Freeman, que afirmaba: “Odio la palabra homofobia. No es una fobia. Usted no tiene miedo. Usted es, simplemente, un imbécil”.

El señor Domingo Neira ha negado ser homófobo. Al cierre de esta columna aún no ha negado ser idiota.

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Comentarios

  • Tomás

    Por Tomás, el 04 diciembre 2013

    Sólo resta para concluir su magnífico artículo quecuando el idiota se pone corbata, se uno con más idiotas y se ponen a las órdenes incuestionables de otro idiota se cargan a cuarenta millones de personas en un país llamado España.

  • ateo666666

    Por ateo666666, el 04 diciembre 2013

    Ese es el problema del virus de la fe, que mata las neuronas y seca el cerebro dejando al individuo como un zombi cualquiera. Tiempo llegará que la religión sea tratada adecuadamente en psiquiatría como cualquier otra disfunción mental. http://diario-de-un-ateo.blogspot.com/2012/11/el-esperpento-cientifico-religioso-de.html

  • nogueroles

    Por nogueroles, el 04 diciembre 2013

    En el antiguo código civil una de las causas de inhabilitación, era la imbecilidad.
    Lo digo por decir.

    • Ytumas50

      Por Ytumas50, el 04 diciembre 2013

      Ahora no se menciona la palabra, pero se utiliza el CI. Simplemente le han cambiado el nombre, un saludo.

  • nogueroles

    Por nogueroles, el 04 diciembre 2013

    También me pregunto algunas noches:
    ¿en los grupos de oración del opus de que hablan?
    Mi mujer me suele decir al día siguiente que se confiesan y se perdonan y a otra cosa.
    Esta bien

  • Beatriz Gimeno

    Por Beatriz Gimeno, el 04 diciembre 2013

    Yo Yo yo yo…Yo quiero debatir con este señor sobre homosexualidad, o sobre cambio climático o sobre deporte. Nada me divertiría más. He discutido con obispos y lo he pasado bien. No hay nada más satisfactorio que discutir con un idiota y hacerlo en público. Aquí lo dejo dicho.

    • srpacotomas

      Por srpacotomas, el 05 diciembre 2013

      Pagaría por ver ese debate Beatriz. Un saludo.

  • atila

    Por atila, el 04 diciembre 2013

    Pues mira tú, a mi de niño mi difunta madre me dijo: Nunca discutas con un idiota, para hacerlo debes ponerte a su altura y ahí perderás.
    He seguido su consejo toda mi vida.

  • Ytumas50

    Por Ytumas50, el 04 diciembre 2013

    Estupendo artículo. La fe es enemigo de la inteligencia, pero no es el único. En este país estamos acostumbrados a ver como la gente del pueblo llano se pone en manos de sus «verdugos» al grito de «vivan las cadenas». No hay nada que hacer contra los idiotas, no te dan un respiro, lo son las 24 horas del día. Para el recuerdo un chiste- anécdota del gran Facundo Cabral.

    “..Mi abuelo era un hombre muy valiente
    solo le tenia miedo a los boludos
    un dia le pregunté ¿por que? y me dijo
    -porque son muchos ¡no hay forma de cubrir semejante frente! por temprano
    que te levantes, a donde vayas ya está
    lleno de boludos y son peligrosos.
    porque al ser mayoria eligen
    hasta el presidente..”

  • Sacco

    Por Sacco, el 04 diciembre 2013

    Gracias Paco. Magnífico artículo.

  • VICENTE GUTIERREZ

    Por VICENTE GUTIERREZ, el 04 diciembre 2013

    Francamente genial. De lo mejorcito que he leído ultimamente. Cierto es qeu estamos rodeados por idiotas y lo peor es que no lo saben. Me excluyo porque hace ya mucho tiempo me di cuenta de lo idiota que era, primer paso para dejar de serlo. El problema con los idiotas es que tienen poder, el poder de los idiotas pero que jode, hace mucho daño y crea mucho sufrimiento. Espero que si alguien lee esto empiece a dejar de ser idiota si cree que lo es.

  • Ruben

    Por Ruben, el 04 diciembre 2013

    Querido Paco:

    Muchas gracias por su buen artículo.

    Quizá le interese saber que solo una persona que no ha leído ni sabe nada de gente como Raimon Panikkar o Lluis Duch, podría afirmar cosas como esta:
    «Esa homofobia es fruto de la religión, uno de los mayores inventos para crear temor y, por lo tanto, poder.»

    Quizá también le interese saber que lo que llamamos «religión» se estudia en la Universidad de Chicago, en Harvard, en Princeton, Columbia, en Stanford, en Oxford, en Cambridge… ¿Realmente cree que si la religión fuera sencillamente un invento para crear miedo y poder, sería estudiado en estos lugares?

    Le invito a que tenga en cuenta su responsabilidad social y se informe un poco más sobre «lo religioso».

    Un saludo muy cordial.

    • srpacotomas

      Por srpacotomas, el 05 diciembre 2013

      Gracias por leerme Rubén.

      En primer lugar, estará usted conmigo en que las teorías más dialogantes dentro de las religiones, en este caso la católica, son absolutamente minoritarias. Y ese discurso, que se da más en teólogos que en miembros de la iglesia, no aparece en la jerarquía eclesiástica.

      Al igual que usted me menciona a ilustres pensadores religiosos como Panikkar o Duch, yo le menciono al filósofo y pedagogo José Antonio Marina y esa obra maestra del ensayo que se titula «Anatomía del miedo» y que le recomiendo su lectura.

      Marina escribe: «El miedo está en el origen de las religiones, porque en él puede revelarse el más allá». En la Biblia se lee: «El inicio de la sabiduría es el temor a Dios». Como muy bien explica Marina en el ensayo, una de las funciones de la religión es procurar la salvación. Pero para que el ser humano necesite ser salvado, primero hay que inculcarle el temor, la impotencia.
      Una de las grandes frases de ese libro es «Dios tardó muchos milenios en hacerse bueno». El miedo fue el gran instrumento de adoctrinamiento moral.

      Por supuesto que la religión debe estudiarse en universidades. No como un adoctrinamiento (eso pertenece a nuestra esfera personal) pero sí como un fenómeno sociológico y antropológico que nos ayude a comprender mejor al ser humano y sus inquietudes. Un estudio en el que, desde luego, cabe la crítica.

      También se estudia en las universidades el nazismo y el fascismo y eso no significa que en esos lugares se venere ese modelo político.

      Muchas gracias

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