Elvira Valgañón nos trae las historias escondidas de famosos cuadros

La autora de ‘Línea de penumbra’, Elvira Valgañón.

Todas las pinturas esconden historias paralelas. Únicamente hay que tener esa chispa de imaginación para encontrarlas. Personajes secundarios a los que no se les presta mucha atención, lo que ocurre fuera del plano pintado o lo que sucedió mientras se creaba el cuadro, son, por poner, tres ejemplos. Esto le sucede a la escritora Elvira Valgañón cuando se enfrenta a un cuadro, en el que ella ve “una historia que está pasando a la vez, más allá de lo que está dibujado”. Una experiencia que ha llevado a la literatura en su último libro, ‘Línea de penumbra’ (Pepitas de Calabaza), donde explora esta vía a través de 13 ficciones inspiradas por 13 cuadros.

Así, invita al lector a experimentar qué ocurre en los alrededores de la mujer del vestido verde que protagoniza La autómata de Hopper, qué posibles sentimientos se despertaron en el verdugo del cuadro Salomé con la cabeza del Bautista de Caravaggio o las deliciosas explicaciones de una nieta a su abuelo ciego sobre lo que ocurre en Fiesta popular de José Arrúe. Un interesante ejercicio de ficción que abre al lector nuevos imaginarios en el mundo del arte.

¿Cómo se te ocurrió comenzar a contar historias a través de cuadros?

Empezó de forma azarosa. No tenía pensada una obra grande. Empecé escribiendo el de Al otro lado del mar porque era un cuadro que me ha gustado siempre mucho, por la forma en la que retrata al personaje. A partir de este pequeño relato y la historia que creé alrededor de la mujer, empecé a buscar más cuadros y a contar más historias.

Es curioso, porque en algunos de ellos inventas las historias que hay detrás, en otros parece la realidad de cómo se construyó el cuadro…

Hay una línea fina en todos estos textos, porque en todos ellos está la realidad. Hay circunstancias reales, momentos históricos. Pero no hay que leerlo como historia, porque en todos entra la imaginación. Son ficciones con parte de verdad.

Las pinturas son de épocas diferentes, desde las cuevas prehistóricas hasta nuestros días. En todos ellos narras la historia de personajes secundarios alrededor de la obra.

Es uno de los nexos que hay en los relatos. Es verdad que algunos de los cuadros aparecen personajes históricos o personas conocidas, pero en todos los relatos se pone el foco sobre los que están en el margen. Por ejemplo, en el de la decapitación de San Juan Bautista, centro el cuento sobre el verdugo, ni la historia del profeta ni la de Salomé. En el resto de los casos pasa eso también, pongo el foco en el no tan importante.

O en el de Hopper, ‘La autómata’, cuento en el que te sales totalmente del cuadro y creas la historia al margen.

Ese fue para mí un divertimento. Se han hecho tantas especulaciones sobre esa mujer, que a mí lo que más me gustó fue pensar todo lo que estaba pasando a su alrededor sin dejarla de lado. Ahí aparecen todos los que no salen en el cuadro.

Así creas historias paralelas, ese juego de imaginación, desde aparte.

En mi caso, una de las razones por las que me gusta la literatura es por la posibilidad que te da de ver las historias que guardan. Cada uno, cuando se enfrenta a un cuadro, seguro que ve una historia distinta. En ocasiones, yo he visto una historia que está pasando a la vez, más allá de lo que está dibujado.

¿Por qué decidiste tirar por esta vía?

Fue un poco espontáneo. Me gustó cambiar un poco el orden del proceso de creación de algo. Cuando estás escribiendo, normalmente buscas palabras para reflejar una imagen que quieres reflejar en el lector. Y vas construyendo esa imagen a través de sus palabras. Aquí era al revés: coger una imagen, tomar las palabras y modificar el punto de vista del cuadro, o lo que puede sugerir.

¿Cómo fue la elección de esas obras?

Fue un proceso en el que solo intervino el azar. No son mis cuadros preferidos, aunque sí que me gustan mucho. Pero en cada uno de ellos hay algo que por la razón que fuera, me atrae: por el personaje, por la historia del propio cuadro o porque lo que está ahí pintado me lleva a imaginarme un montón de cosas. No ha habido más razón que el gusto y la historia que veía dentro.

Esa línea de penumbra, como dices al principio, es también donde en las cuevas justo no llega el sol. Esto también sucede en las historias que tú cuentas. Hay una historia escondida que no llegas a mostrar muy bien.

Me parece una forma muy bonita de expresarlo. Muchas veces me pasa cuando escribo, a veces conscientemente y otras no, que se quedan cosas que no se cuentan. La mayoría se pueden sospechar, el lector es el que pone ciertos elementos. Me gusta que haya cosas que no se digan.

Por ejemplo, volviendo al cuadro de ‘La autómata’ de Hopper, no cuentas por qué la mujer está ahí.

No se resuelve el enigma. Esa es una de estas cosas que me hacían gracia a la hora de narrar. Que no se sepa, que cada uno se imagine sus razones.

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