Emergencia ecosocial y memeces de la ultraderecha

La activista Greta Thunberg. Foto: Andrers Hellberg.

La activista Greta Thunberg. Foto: Parlamento Europeo.

La activista planetaria Greta Thunberg ha viajado en barco a EE UU para decirle al hombre más poderoso de la Tierra que vivimos en una emergencia climática, mientras la ultraderecha española juega con fuego al negacionismo. Revisemos uno de esos libros esclarecedores sobre la crisis ecosocial en que estamos inmersos: ‘¿Vivir como buenos huérfanos?’ (Los Libros de la Catarata), de Jorge Riechmann: “Vivimos en el Siglo de la Gran Prueba”.

La joven activista sueca Greta Thunberg ha viajado a Estados Unidos para hablar sobre cambio climático, para que los políticos y mandamases del mundo se dejen de cháchara y empiecen a tomar medidas concretas y urgentes. Por coherencia (a pesar de su edad, cuando inició hace unos meses los viernes por el clima decidió rehuir de los aviones, un movimiento que se ha extendido en Suecia)

ha viajado en un barco de vela.

Por lo que leo en algunos medios y en las redes sociales (en su versión más ponzoñosa), hay quien piensa de esta joven idealista, y por tanto práctica, que no es más que una niña pija, un bluf, una maniobra de distracción de los progres que quieren cambiar el mundo. Creo que hay mucho paternalismo y machismo detrás de esas opiniones, mucha ignorancia e inseguridad, pero este es otro tema.

Thunberg le dirá a Donald Trump que el cambio climático es una evidencia científica, que no es una opinión discutible. Los datos está ahí. Y en contra de lo que piensa mucha gente, yo creo que Donald Trump lo sabe, que el cambio climático que vivimos existe y que lo ha provocado la desmesura de los humanos, pero es un hombre de negocios en el peor estilo y carece de escrúpulos. El deshielo, los efectos del calentamiento global, abrirán nuevas rutas y recursos naturales resguardados durante miles de años por el hielo (como lo fue el petróleo en su día en el subsuelo), y ahí puede haber negocio. Y el business es el business. Sus discípulos españoles de Vox (que el otro día tumbaron en el Senado una declaración sobre el incendio en Gran Canaria porque aludía al calentamiento global y eso era ideología) sí que creen de verdad que el cambio climático no existe, de la misma manera que creen que los humanos venimos de Adán y Eva o que la homosexualidad (y no digamos ya la transexualidad) es una enfermedad, que tiene cura, eso sí.

Thunberg es un ejemplo de que hay jóvenes que no se resignan al mundo que les hemos dejado, que les estamos dejando. Es cierto que a lo largo de la historia de la Humanidad ha habido crisis, guerras, pero lo que diferencia el momento actual es que por primera vez nuestra supervivencia en la Tierra (no la vida, que ya se las arreglará, o la del propio planeta) está en peligro. Tenemos que actuar y debemos hacerlo ya, quizás ya no para evitar el desastre (que parece inevitable), pero al menos para aminorar sus efectos. Vivimos en el Siglo de la Gran Prueba, nos viene advirtiendo el filósofo y poeta madrileño Jorge Riechmann desde hace tiempo, el siglo en el que los humanos daremos la medida de nuestras posibilidades: si abrazamos la desmesura, la tentación de convertirnos en dioses, o por el contrario apostamos por un cambio radical de modelo que evite la crisis ecosocial y ahonde en lo que nos hace también humanos, como la empatía, el amor por todos los seres vivos y la solidaridad.

Deberíamos poder vivir en un mundo donde releer un libro fuera posible, nos dice Riechmann en ¿Vivir como buenos huérfanos? (Libros de la Catarata). Este verano yo he aprovechado para releer este ensayo, uno de los mejores del autor en mi opinión, y que debería ser de lectura obligatoria. Como en libros anteriores, Riechmann retoma el reto de abordar la crisis ecosocial que está a punto de colapsar el mundo, pero en esta ocasión se adentra además en territorios más metafísicos, como el sentido de la vida o la importancia de la religión/espiritualidad (en sentido amplio, no como institución organizada).

El poeta y filósofo construye este ensayo a partir, entre otros, de la obra de dos pensadores fundamentales del siglo XX como Albert Camus y Manuel Sacristán. De este último, a quien considera su maestro, toma su ecosocialismo y su capacidad para cuestionar algunos malentendidos de la izquierda tradicional, como el sentido del progreso como crecimiento ilimitado o el rechazo a la espiritualidad/religión (hay un capítulo interesantísimo dedicado a este tema). Aparte de entrelazar el socialismo con la ecología, Riechmann establece puentes con otras formas de organizar y entender la vida, como las religiones orientales (el budismo, por ejemplo). ¿Queremos aspirar a ser dioses y transhumanos como predican algunos, con los resultados que se han visto sobre la biosfera y la sociedad, o buenos huérfanos, integrados en la naturaleza, como uno más?

Pesimista (el pesimista es un optimista bien informado, aseguraba José Saramago) y contrario a una suerte de positivismo tontorrón (wishful thinking) que invade nuestra sociedad, Riechmann cree sin embargo que, ante el ecocidio, hay que seguir dando la batalla y resistir. Hay que mantener la esperanza, no tanto porque se vayan a conseguir nuestros anhelos de construir una sociedad más justa, sino casi como obligación moral. “Yo no veo la esperanza como un cielo luminoso, la veo como una vela encendida en la tiniebla”, aseguraba Berger, a quien alude Riechmann en el libro en varias ocasiones.

Tenemos una cita para mantener encendida esa vela el próximo 27 de septiembre, en la huelga mundial por el clima. Podemos mirar para otro lado, comportarnos como si no pasara nada, o salir a la calle y exigirles a los gobernantes que actúen ya. Naciones Unidas apenas nos da 12 años para evitar lo peor. A eso ha ido la joven Thunberg a Estados Unidos, a recordarles a quienes mandan lo evidente.

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Comentarios

  • Emilio

    Por Emilio, el 01 septiembre 2019

    Creo que ni Trump ni VOX, ni nadie en su sano juicio niegan la evidencia del cambio climático. La cuestión en discusión no es esa sino cuáles son las causas fundamentales y si la mano de los políticos pueden pararlo. La comunidad científica, en su inmensa mayoría, dice que no solo es el CO2 el causante sino que hay otros aspectos que se desconocen (cambio de rotación de unos grados el eje). Por cierto, Greta está siendo utilizada también por interés capitalistas (del lado opuesto). Nada es lo que parece en este juego: hay más incendios en Africa que en Brasil, la foto que sacó Macron sobre estos incendios era de hace más de 20 años…pero Trump y VOX tienen la culpa del cambio climático.

  • Manuel López Lobo

    Por Manuel López Lobo, el 02 septiembre 2019

    Es evidente que los grandes consorcios capitalistas no ignoran con qué andan jugando. Ellos saben perfectamente que vamos al caos, a un mundo de evolución imprevisible del sistema climatico que puede hacer colapsar la civilización en menos de un siglo. Saben que CAPITALISMO Y VIDA SON INCOMPATIBLES. Pero a estas alturas de la historia parece como si ya les diera igual. Hunden el barco con toda la humanidad dentro y sonríen ante el Apocalipsis. El glorioso espectáculo final.
    Pues el sagrado deber de los pueblos del mundo es la justa rebelión contra tamaña irresponsabilidad
    La huelga del 27 de septiembre ha de ser sólo el comienzo de una revolución verde mundial contra este desproposito de los poderosos.

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