Entre los propósitos para 2020, ¿te has planteado el de escribir?

La escritora Clarice Lispector.

El comienzo de un año nuevo es un buen momento para intentar cumplir un sueño, un deseo que teníamos aparcado desde hacía mucho tiempo. Para algunas personas, este sueño pasa por adquirir un coche nuevo, ir al gimnasio o recorrer el mundo. Para otros, el sueño tiene que ver con algo más personal y tal vez minoritario, desarrollar la creatividad, por ejemplo aprender a escribir. La vida pospone nuestras ilusiones, pero llega un día en el que la gente que se alimenta de libros y de historias necesita contarlas también. Necesita escribir. ¿Cómo han contado esa necesidad grandes escritores como Toni Morrison, Clarice Lispector, Paul Auster y Luis Landero?

Pero ¿qué nos lleva a escribir? Hay tantas respuestas como escritores. Para la premio Nobel Toni Morrison, fallecida recientemente, “la literatura es un refugio, un lugar donde todo puede ocurrir, donde se puede reaccionar con violencia o sublimidad, donde es bueno sentir melancolía o temor, o incluso fracasar, o equivocarse, o amar a alguien, o desear a alguien profundamente, y no llamarlo por otro nombre, no sentir vergüenza por ello. Es un lugar para sentir profundamente”.

La escritora brasileña Clarice Lispector tenía la impresión de que escribía por mera curiosidad: “Es que al escribir me doy las sorpresas más inesperadas. Es en el momento de escribir cuando muchas veces soy consciente de cosas, de las cuales, siendo inconsciente, antes yo no sabía”.
“El hombre es sobre todo un animal narrativo”, opina el escritor extremeño Luis Landero, cuya última novela, Lluvia fina, ha sido seleccionada por una parte de la crítica como una de las mejores de 2019. “Al fin y al cabo, nos pasamos la vida contando historias: es decir, contamos lo que nos pasó ayer, lo que esperamos hacer mañana, lo que hemos pensado, imaginado o soñado, contando lo que alguien nos contó, o recordando, que también es una forma de contar”, dice.

Para Marguerite Duras, “la escritura llega como el viento, está desnuda, es la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa la vida, nada, excepto eso, la vida”.

Quizás, una de las razones de la escritura que más me gustan la dio hace tiempo Paul Auster: “A menudo me pregunto por qué escribo. No es solo para crear obras hermosas o relatos entretenidos. Es una actividad que parezco necesitar para sobrevivir. Me siento muy mal cuando no lo hago. No es que escribir me produzca un gran placer, pero es mucho peor si no lo hago”.

Con John Berger, creo además que la escritura es una de las artes que más a mano tenemos, más fácil de realizar en términos prácticos. Mientras que para hacer cine, por ejemplo, se necesita una infraestructura mínima (desde una cámara a dinero para los vestuarios o la ambientación), en la escritura nos vale con tener un lápiz y un papel. Si nos ponemos, ni siquiera necesitamos un ordenador, aunque yo soy de los que escriben casi siempre en una computadora. Necesitamos también un lugar donde nos sintamos cómodos para escribir, para que surjan las ideas, un despacho con música o sin ella, un bar ruidoso o una biblioteca donde impere un silencio monacal. Eso lo elige cada escritor.
Hay quien escribe en los aviones. Otros en lugares incomunicados, en los que no haya distracciones, como Cheever, quien escribió durante años en el sótano del edificio neoyorquino donde vivía con su mujer antes de trasladarse a las afueras (más de una vez dijo que escribía en calzoncillos). César Aira ha contado en varias entrevistas que él escribe a mano, en un café del barrio de Flores, en Buenos Aires. Una hora al día. Ni más ni menos. Así desde hace años. Otros autores, como Philip Roth, necesitaban sumergirse durante todo el día en la escritura, un caso parecido al del portugués Lobo Antunes. La vida limita el tiempo disponible para escribir, pero aun así hay que tratar de sacar un hueco para dar rienda suelta a nuestra imaginación. Quizás nos gustaría tener cinco horas por delante y la realidad es que solo tenemos media hora. Pues bienvenidos sean esos minutos.

Por suerte, la escritura ha dejado de considerarse algo exclusivo de una élite. Igual que se aprende a pintar o a tocar el piano, también se puede aprender a escribir. Basta con tener algo que contar, pasión por la lectura y dedicarle tiempo, el que pueda cada uno. Quizás no todos podemos ser Cervantes o Shakespeare, ¿pero hay algún autor equivalente en la actualidad, en todo caso? Tampoco todos los pintores pueden ser Picasso o Matisse.

En el Taller de Clara Obligado, uno de los más veteranos de España, llevamos años acompañando a decenas de escritores, les damos las herramientas para contar sus historias, y les estimulamos para encontrar su estilo. Y como asegura Richard Ford, profesor de escritura en una universidad norteamericana, en realidad los profesores no enseñamos a escribir sino a leer de otra manera.

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Impartido por Javier Morales. Comienzo de las clases: Viernes, 17 de enero.
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Comentarios

  • Lu

    Por Lu, el 23 enero 2020

    Hola. Gracias por el artículo. Si. Lo he pensado. Y lo he hecho. Y lo he presentado a concursos sin ningún éxito. Y soy Maduro para pensar que seguramente no escribo bien o no interesa a quien lee. Pero también que hay un sistema que favorece al escritor consolidado aunque su enésima obra no sea tan buena como la primera y no al novel.

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