Escalada de agresiones homófobas en Madrid #AQuéEsperan

Stop Homofobia.

Stop Homofobia.

Stop Homofobia.

Ha vuelto a suceder. Mientras escribo estas palabras son ya 52 las agresiones homófobas en Madrid en lo que va de año, en sólo cuatro meses. Y esas son solo las denunciadas. Hay quien leerá en mis palabras indicios de tremendismo. Desconfío de aquellos que ante la violencia generada por el odio a una raza, a un sexo, a una orientación sexual o a una identidad de género buscan excusas, vericuetos e indulgencias. No soy alarmista, pero tampoco me gusta obviar los problemas cuando comienzan a manifestarse. Y parece que en el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid siguen sin darse por aludidos. ¿A qué esperan?

Si algo he aprendido con el tiempo y la Historia es que ningún enfrentamiento, ningún conflicto, surge espontáneamente, como por arte de magia. Siempre hay unos antecedentes, unos indicios que fueron previamente ignorados, a los que no se les concedió su justa importancia hasta el día en que una de esas agresiones acaba en asesinato. Es entonces cuando todo son miradas cruzadas buscando a quien cargarle el muerto.

Puede que el instinto agresivo sea una característica de la naturaleza humana pero no es innato. La agresividad es una acción, una respuesta, adquirida en un contexto social. De la construcción de ese entorno somos todos responsables. Pero en la desprotección de las víctimas, existe solo una responsabilidad. De ahí que me resulte escandaloso que una ciudad como Madrid, liderada en sus dos instituciones más representativas -Ayuntamiento y Comunidad-, por dos mujeres públicamente a favor de los Derechos Humanos LGTB, continúe sin atajar este tipo de agresiones. Puede que los datos que confirman a Madrid como una de las capitales del mundo que mejor acepta la orientación afectivo sexual les haga bajar la guardia ante los ataques y cometan el error de verlas como enfrentamientos puntuales que acaban archivados no como delitos de odio, que es lo que son, sino como peleas callejeras, de esas típicas de fin de semana, alcohol y desfase. Y esto no es una pelea. Como un señor que asesina a su ex mujer no es un crimen pasional.

La violencia siempre ha sido una acción ejecutada por una minoría para someter a una mayoría. No es nada nuevo. El uso de la fuerza bruta para generar un dolor físico y emocional que cause miedo en el agredido con el fin de que solo encuentre consuelo en la sumisión. Un argumento despreciable pero muy efectivo. Por eso cuando hay que combatirla no puede uno andar con matices. Sabemos que las actuaciones violentas no representan a una mayoría, pero eso nunca ha hecho que se subestime la brutalidad de la minoría agresiva. Excepto con los ataques a gais, lesbianas, transexuales o bisexuales. Esos atentados contra nuestros derechos y libertades siempre se han justificado desde la inoperancia de la policía hasta esas opiniones, alentadas por líderes políticos y religiosos, que ven en nuestra visibilidad, en la demostración pública de nuestro afecto, una provocación.

Queda precioso anunciar en Madrid el World Pride 2017 pero me sentiría mucho más orgulloso si los dos establecimientos de mi ciudad, donde los dos agredidos del pasado viernes pidieron refugio, les hubiesen permitido entrar y les hubiesen defendido de sus agresores. Sinceramente. Hubiese preferido eso a veinte World Prides. Porque el 92% de los ataques denunciados han sucedido en la ciudad de Madrid y el 53% en el distrito de Centro, en las inmediaciones del barrio de Chueca. ¿De verdad necesitan más evidencias?

En 2014 hubo 20 agresiones (denunciadas) solo en Madrid. Al año siguiente, la cifra ascendió a 32. Y en los cuatro meses que llevamos de 2016 ya ha superado las 50. Si este dato no es alarmante, ¿cuál puede serlo? ¿El primer asesinato de dos chavales o dos chavalas que vayan de la mano y cuatro energúmenos los maten a patadas? ¿Ese sí sería un hecho preocupante y lo vivido hasta ahora no? Urge la determinación del Ayuntamiento y la Comunidad ante este tipo de agresiones. Es preciso un plan de choque para atajar estas conductas y la implicación directa de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. No es muy alentador conocer que muy pocas comisarías manejan un protocolo para saber actuar ante este tipo de vulneraciones. Hay policías que ni siquiera saben identificar un delito de odio. Solo la policía de Fuenlabrada son referente mundial en la lucha contra este tipo de delitos. Una sola comisaría.

Pero la actuación policial, la labor de legisladores y jueces y la implicación de los políticos solo son una parte del problema. La otra, la que tiene como objetivo el futuro de una sociedad más justa, tiene que ver con la educación. La agresividad, la homofobia, se aprende. Un niño que acosa a su compañero homosexual es un adulto homófobo y agresor en potencia. Solo cambiaremos eso frenando esa conducta con ilustración. El conocimiento es el único arma contra la sinrazón de la violencia. Mientras en los colegios e institutos se siga invisibilizando, por ignorancia o prejuicios, la pluralidad afectivo sexual de la población y la identidad de género, este país seguirá arrastrando violencia y dolor. Mientras la iglesia católica siga alimentando, en homilías, cartas a feligreses y adoctrinamientos en sus colegios, la discriminación y la lgtbfobia, nada va a solucionarse. Hay que empezar a sentar en el banquillo de los acusados a los líderes intelectuales de la homofobia como se sienta a los del discurso terrorista. Hay que empezar a tratarlos igual porque su objetivo es el mismo: imponer su criterio a cualquier precio. Incluido el de la vida y la dignidad humana.

La población de gais, lesbianas, bisexuales y transexuales hemos luchado por la visibilidad. Lo seguimos haciendo. Incluso en países como Rusia, donde se juegan la vida cada día. El objetivo de la violencia es lograr que el miedo a la agresión vuelva a encerrarnos en los armarios. De esa manera, los atentados contra nuestros Derechos Humanos volverán a quedar impunes porque volverán a estar invisibilizados. Por eso reivindico la pluma, las demostraciones de afecto en público, los abrazos, los besos, las caricias… Porque el día que dejemos de mostrar en público quiénes somos, qué sentimos, ese día habrán vuelto a ganar.

POSDATA: Mientras el Ayuntamiento y la Comunidad se lo piensan, el Observatorio Madrileño contra la LGTBfobia, que depende de una asociación madrileña como es Arcópoli, ha puesto a disposición de la población lgtb un teléfono, activo las 24 horas, siete días a la semana, al que llamar en caso de agresión. Ese número es el 618 54 71 66. Solo deseo que nunca tengan que marcarlo.

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