Escribir de naturaleza: más que una moda, una necesidad

La belleza de la naturaleza en la niebla de la literatura. Foto: Pixabay.

La belleza de la naturaleza en la niebla de la literatura. Foto: Pixabay.

Emerson y Thoreau, Sue Hubbell y Susan Fenimore Cooper, John Muir y Rachel Carson, Charles Foster y Joaquín Araújo… Hoy, Día del Árbol, nuestra ‘Área de Descanso’ se detiene en la ‘nature writing’, escritura de naturaleza, una vertiente literaria por la que apuestan editoriales como Errata Naturae, Capitan Swing y Volcano.

Todos los días deberían ser de los árboles, no solo hoy. Nos dan la vida. “Los árboles te enseñarán a ver el bosque”, reza el título del último libro del escritor y naturalista Joaquín Araújo, que publica la editorial Crítica. “Comprendí hace mucho que la mejor definición de Natura es todo aquello donde nadie tiene prisa ni mide el tiempo y, no menos, los lugares donde no existe ni la venta ni la compra”, asegura este campesino escritor, quien pone el dedo en la llaga de lo que ha supuesto el progreso en la vida y en la felicidad de quienes habitamos el planeta Tierra. Por su parte, la editorial Obelisco ha publicado recientemente El bosque. Instrucciones de uso, del alemán Peter Wohlleben. La premisa de este ingeniero forestal es que conocer algo es la mejor manera de amarlo.

La observación y el disfrute de la naturaleza y la preocupación por el impacto de los humanos en ella viene de los griegos, como casi todo. Pero es con la Revolución Industrial cuando algunos poetas, científicos, naturalistas, ensayistas y filósofos comenzaron a cuestionar que el llamado progreso quizás no lo fuera tanto. Los humanos también somos naturaleza y, si la destruimos, también nos destruimos a nosotros mismos, pensaban. Y empezaron a escribir sobre ello. En Estados Unidos esta corriente adquirió el nombre de Trascendentalismo y bajo el influjo de Emerson y su Nature (no se pierdan la última edición de Nórdica) creció Henry David Thoreau, quizás el escritor más importante e influyente de lo que en el mundo anglosajón (donde el género tiene un gran vigor y actualidad) se ha venido en llamar Nature Writing (Escritura de la Naturaleza).

«¿Dónde está la literatura que dé expresión a la Naturaleza?», se pregunta Thoreau en Caminar, un pequeño relato a mitad de camino entre la narración y del ensayo, como casi todo lo que se engloba en la etiqueta Nature Writing. Aunque las etiquetas limitan y estorban, lo cierto es que la escritura de la naturaleza sería aquella que además de la descripción de un paisaje o de la narración de una vida salvaje busca la conservación de la biosfera. Y lo hace con una ambición literaria, no como un mero registro de datos o el frío reporte de algunos artículos científicos. Aunque curiosamente, o no, le debemos a algunos de estos científicos y naturalistas, como el alemán Humboldt (de quien aprendió mucho Thoreau) o al británico Darwin, algunas de las páginas más bellas jamás escritas sobre la naturaleza. Uno de los libros de cabecera de mi estantería es el Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo, del autor de El origen de las especies.

El retiro de Thoreau al lago Walden durante algo más de dos años en busca de una vida autosuficiente y en contacto con la naturaleza ha servido de ejemplo a decenas de autores que han visto en la tecnificación progresiva del mundo moderno un obstáculo para la felicidad y la vida plena. Es el caso de la danesa Andrea Hejlskov. Decidió comenzar una nueva vida con su familia en un recóndito bosque escandinavo, alejados de la civilización. Lo cuenta en Nuestra casa en el bosque (Volcano Libros, 2018). Como en Thoreau, la idea de Hejlskov fue la de tratar de reencontrar la vida “salvaje”, el equilibro con la naturaleza y una existencia más auténtica. Algo parecido a lo que hizo la escritora, periodista, bióloga y activista norteamericana Sue Hubbell. Errata Naturae ha publicado Un año en los bosques. Harta de la sociedad de consumo y del envilecimiento que a su juicio conduce el modo de vida contemporáneo, Hubbell decide retirarse a los bosques junto a su marido en las montañas Ozarks, en el Medio Oeste de Estados Unidos. Pero al poco de llegar, el marido decide abandonarla y será ella quien continúe la experiencia.

Contemporáneo de Thoreau, aunque mucho menos conocida (en lo que sin duda ha influido el hecho de ser una mujer) no podemos dejar de citar a Susan Fenimore Cooper, hija del famoso novelista, y su Diario Rural, que ha publicado por primera vez en castellano la editorial Pepitas de Calabaza. Como tantos escritores de la naturaleza, Fenimore Cooper no solo se detiene a contemplar su belleza, sino que también nos alerta de su deterioro, como hizo el propio Thoreau.

Otro de los escritores visionarios fue John Muir (Capitan Swing ha publicado recientemente sus Escritos sobre naturaleza). Muir fue uno de los grandes renovadores del pensamiento ecologista y el activismo norteamericano. Botánico, poeta, memorialista, le debemos a su activismo ambiental, entre otras cosas, que Yosemite y Yellowstone fueran declarados parques nacionales por el Congreso de EE UU.

Pasan los años y los humanos nos comemos a pedazos el planeta. Contaminamos ríos y bosques. Ocupamos el hábitat de los animales salvajes. Llenamos los océanos de plástico. Soltamos a la atmósfera gases de efecto invernadero que cambiarán el clima en el que se surgió la vida, también la humana. Una de las primeras en darse cuenta del alcance de lo que estamos haciendo fue la científica Rachel Carson en su Primavera Silenciosa. La editorial Errata Naturae ha publicado Bajo el viento oceánico, un hermoso libro, el preferido por la autora, en el que Carson nos describe con aliento poético y con precisión científica la vida de los peces, las aves y los mamíferos que comparten un mismo hábitat donde se unen el mar, la tierra y el aire.

Sin duda los animales son los grandes damnificados de nuestra presencia en la Tierra. Con la intención de comprenderlos, el naturalista británico Charles Foster trató de vivir como algunos de ellos: un tejón, una nutria, un zorro, un ciervo o un vencejo. El resultado es  Ser animal, publicado por Capitán Swing. Esta misma editorial ha editado El sonido de un caracol salvaje al comer, de Elisabeth Tova Bailey, uno de los libros más hermosos que he leído últimamente y con el que más he disfrutado.

Son solo algunos títulos y autores que muestran el creciente interés de los lectores y de las editoriales por el género. Aunque son varias las editoriales que han apostado por publicar a autores nuevos o a reeditar a clásicos, sin duda destaca el trabajo realizado por Errata Naturae, quizás la editorial que más lleva incorporado en su ADN la escritura de la naturaleza. Desde una perspectiva distinta, también Capitán Swing. No es una moda pasajera, como aseguran con cinismo algunos. Su fuerza y su pujanza reside en la necesidad que tenemos los humanos de reconectar con la naturaleza.

Javier Morales impartirá el curso de verano ‘La escritura de la naturaleza’ en el Taller de escritura de Clara Obligado.

Más información: www.escrituracreativa.com

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