Escritoras a las que ponemos el burka, el caso de Elena Garro

La escritora

La editora Camila Paz Obligado. Fotografía de Myriam Cea.

El machismo ha forjado nuestra forma de ver el mundo a lo largo de la historia, y aunque sea de una manera inconsciente, las mujeres en muchos ámbitos siguen siendo invisibles para la mayoría. La literatura no escapa a esta discriminación. Una reciente lista de los 100 mejores libros en español de los últimos 25 años y la polémica faja que se eligió para promocionar un libro de Elena Garro, exclusivamente a través de los hombres con que se relacionó, nos vuelven a hacer evidente esa venda que algunos se empeñan en no quitar.

Hace poco más de un mes, con motivo del 25 aniversario de Babelia, el suplemento de cultura del diario El País, varios críticos eligieron los 100 mejores libros en español de estos 25 años. Al margen de lo subjetivo y complicado que es hacer una lista, siempre sujeta a controversias, y de otras cuestiones, como el gusto de cada crítico (y en la lista hay muchos a quienes respeto y considero excelentes lectores) o los géneros elegidos (llamaba la atención la práctica ausencia de cuentistas, por ejemplo), uno de los puntos más comentados en las redes sociales fue la escasez de libros escritos por mujeres. Si no me equivoco, 16 de los 100. Es decir, en una época (los últimos 25 años, insisto) en la que se supone que las mujeres tienen acceso a la cultura en igualdad de condiciones que los hombres, que escriben por igual, solo el 16% de los mejores libros en español fueron escritos por una mujer. Y no encontramos a ninguna escritora hasta llegar al puesto número 15.

“Si en las escuelas de escritura hay una abrumadora mayoría de mujeres, si los lectores son en su mayor parte lectoras, ¿es que las mujeres escribimos peor que los hombres?”, me preguntó –y no era una pregunta retórica– a los pocos días de la publicación de esta encuesta una alumna en clase. Mantuvimos un interesante debate. No dudo de la honestidad de los críticos y, como no creo en las teorías conspiratorias, habrá que buscar las razones para explicar la desigualdad en otro lado, argumenté. Es obvio que el machismo ha forjado nuestra forma de ver el mundo a lo largo de la historia, nuestra mirada, y aunque sea de una manera inconsciente, en las sociedades occidentales (ya no digamos en otras partes del mundo) las mujeres, en muchos ámbitos, siguen siendo invisibles para la mayoría. La literatura es uno de esos ámbitos. Y cuando no son invisibles, las visibilizamos a través de sus parejas. En el mundo de la literatura, de la escritura, a las mujeres les hemos puesto un burka.

Un ejemplo de lo que cuento –pero por desgracia hay centenares a lo largo de la historia– ocurrió esta semana con la publicación por la editorial española Drácena de Reencuentro de personajes, de Elena Garro, para conmemorar el centenario del nacimiento de la escritora mexicana. En la faja que acompaña la edición del libro los editores habían escrito: «Mujer de Octavio Paz, amante de Bioy Casares, inspiradora de García Márquez y admirada por Borges». Con muy buen tino, mi compañera de taller de escritura y también profesora Camila Paz Obligado publicó poco después en su muro de Facebook: “De Elena Garro hay que leer, al menos, Los recuerdos del porvenir, precursora del realismo mágico, antes de Gabo. Mientras tanto, os reto a encontrar una faja de libro en la que se venda a su autor por su relación con las mujeres, y nada más. Por ejemplo, en un libro de Paul Auster, una cita con letras bien grandes en la que se diga: Marido de Siri Hustvedt, ex de Lydia Davies…”.
La publicación de Paz Obligado incendió las redes sociales y enseguida fueron numerosas las voces que se sumaron a la petición de que se retirase la faja en cuestión. La editorial, finalmente, ha accedido a hacerlo.

“Los pequeños gestos pueden cambiar el mundo. Estoy emocionada. Me voy corriendo a leer a doña Garro para celebrarlo. ¡Enhorabuena a todo el mundo!”, escribió en su muro de Facebook Camila Paz Obligado tras conocer la noticia.
Es solo una anécdota que pequeños gestos pueden cambiar las cosas. También la literatura. Lo que inevitablemente pasa por visibilizar a las mujeres, por quitarles el burka, por cambiar el lenguaje, por hacerlo más inclusivo, mal que les pese a los Pérez Reverte y compañía. No se trata de llevar al absurdo lo políticamente correcto (Philip Roth retrata magistralmente sus consecuencias en La mancha humana). Más bien, la tarea de quienes nos dedicamos a esto –lectores, críticos, profesores, escritores y editores– es no perder de vista que ni la literatura (o más bien quienes deciden el canon de cada época) ni el lenguaje son asépticos, que la lengua la construyen sus hablantes y que de todos ellos la mitad, al menos, son mujeres.img_20161126_154510

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Comentarios

  • Toni

    Por Toni, el 05 diciembre 2016

    Me parece excesiva la asociación que se hace al burka para defender una idea y que además se generalize en el empeño.
    Mucho me temo que la famosa ley del péndulo esté funcionando para inclinar la balanza en pro de las mujeres y en la culpabilización de los hombres.
    Ahora parece que todos los méritos personales provienen de las mujeres y los hombres carecen o se les cuestiona si están en posesiones de alguno.
    Todavía estoy esperando que se toque el tema de las mujeres pilotos de aviación y se explique que sean una franca minoría frente a los hombres en países en los que no existe traba alguna para su incorporación en ese segmento.

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