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Aprende cómo se construye un personaje

Por manuelcuellardelrio, el 3 de marzo de 2017, en concurso

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Foto: Pixabay.

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Karla Suárez toma el testigo de Lola Vivas como profesora del mes del blog de la Escuela de Escritores. En esta primera entrada, en la que se explican las bases para participar en el concurso, nos habla de un tema de capital importancia a la hora de escribir, la construcción de un personaje.

Un aspecto que suele preocupar a los alumnos en los cursos de escritura es cómo construir un buen personaje, porque son estos quienes van a conducir al lector a través de la historia. Y son quienes vamos a recordar siempre, incluso cuando olvidamos los detalles del libro al que pertenecen, porque los buenos personajes son como gente de verdad que nos despiertan sentimientos y nos producen esa sensación de realidad. Yo, por ejemplo, estoy convencida de haber conocido a Jean Valjean de Los miserables, de haber tenido largas conversaciones con mi querida Anna Karenina y alguna que otra discusión con Horacio Oliveira de Rayuela. Estos son tan solo tres de mis mejores amigos, aunque hay muchos más, lógicamente.

A todos nos gustaría construir personajes inolvidables. ¿Pero cómo hacerlo? Por supuesto que no es lo mismo uno para un cuento que para una novela. En el primero, a veces basta con resaltar tan solo el aspecto físico o psicológico del personaje que determina algo en la narración. Ya sabemos que en un cuento todo lo que no aporta nada a la historia simplemente sobra. En la segunda, sin embargo, los personajes son más complejos, suelen ser muchos, entre principales y secundarios, e interactúan todo el tiempo. Además, la escritura de una novela es un proceso largo, por tanto el autor pasa mucho tiempo junto a los mismos personajes, pero ellos cambian, evolucionan, y hay que ir conociéndolos poco a poco. Todo esto implica un mayor trabajo.

No existen reglas para construir un buen personaje. Cuando empezamos a escribir nos sentimos un poco perdidos, pero no hay que asustarse. Sabemos que el lector tiene que poder ver al personaje, tiene que sentir que existe, que está vivo y para esto el personaje tiene que estar bien caracterizado. Y si bien no existen reglas, sí existen algunos trucos para caracterizarlos y presentarlos de manera que resulten reales.

¿Cómo caracterizarlos?

Vamos a probar a crear el personaje principal de una novela. Un buen ejercicio es hacer una caracterización de éste, digamos, en frío. Si nos cuesta trabajo, entonces podemos probar primero a hacerla con una persona que conocemos.

Por ejemplo, imaginemos que quiero describir a mi hermano. Tomo una hoja de papel y empiezo a escribir todas sus características. Comienzo por su identidad: cómo se llama, qué edad tiene, de qué país es, en qué ciudad nació, cuáles son su profesión y su estado civil, o sea, todos esos datos que normalmente están en un documento de identidad. Luego voy a su descripción física, que puede incluirlo todo, si suda mucho, si es de esos que llaman “de lágrima fácil”, si estornuda porque es alérgico, si tiene algún tic, si fuma, si cojea o si usa objetos o accesorios que lo hacen distinto de los otros, pienso por ejemplo en espejuelos de miope, bastón, sombrero, cosas así (cualquier detalle que lo vuelva particular puede ser muy útil). Continúo con la descripción psicológica: cómo es su carácter, cómo se comporta, qué le gusta y qué no le gusta, qué música escucha, etc. Por último, voy a su situación de vida: sobre su presente me interesa qué es lo que está viviendo, en qué situación se encuentra y sobre su pasado, los aspectos importantes que de algún modo hayan determinado su manera de ser o que lo hayan llevado al punto en que se encuentra en estos momentos.

Una vez hecho esto con mi hermano, que es alguien a quien conozco más o menos bien, voy a probar a hacerlo con un personaje de ficción. Claro, como ya tengo el trabajo hecho con mi hermano, se me ocurre que puedo partir de ahí y empezar a modificar sus características. Digamos que mi personaje se llama Z. Mi hermano entonces será “el molde” del Señor Z que iré creando y ajustando según mi conveniencia. De este modo, poco a poco, el Señor Z va ir tomando cuerpo y haciéndose real ante mis ojos, lo que luego puede provocar el mismo efecto en el lector.

Ahora bien, este ejercicio es válido para familiarizarnos con el personaje, para conocerlo y, una vez que lo tengamos visto, para poder hablar de él con mucha más facilidad y coherencia. Pero es importante comprender que en nuestra novela no tienen necesariamente que salir todas las características del personaje, tan solo las que nos interesen para lo que estamos narrando. Lo que sabemos de él es como un iceberg, pero en la novela por lo general sólo va a emerger una parte de él.

Una vez que ya tenemos “visto” a nuestro personaje toca entonces presentárselo al lector, aunque esto no tiene que hacerse de una sola vez. En una novela, los rasgos de los personajes pueden irse mostrando poco a poco. De hecho, es así como ocurre en la mayoría de los casos, el lector va conociendo al personaje a medida que las páginas avanzan.

¿Cómo presentarlo?

El narrador, el mismo personaje u otro personaje pueden presentar al protagonista de manera directa, o sea diciendo sus características ya sean físicas o psicológicas («Se llamaba Señor Z, era muy bajito, de hombros anchos y nariz larga»). Estas descripciones pueden estar hechas por uno o por todos de manera que los diferentes puntos de vista, ya sea el del narrador, el del mismo personaje o el de otro personaje, den un retrato más amplio («Yo solía hablar muy despacio para que repararan en mí, porque siempre me pareció que las personas no miran a los que somos de baja estatura»).

El personaje también puede ser presentado de manera indirecta, dando elementos a partir de los cuales el lector pueda sacar sus propias conclusiones. O sea, sin necesidad de decir “era así o era asá”, podemos poner al personaje en plena acción, o podemos reflejar lo que está pensando o lo podemos poner a hablar con alguien. De este modo el lector estará asistiendo a la escena y se irá dando cuenta de cómo es el personaje.

Tomo pues a mi Señor Z y voy a colocarlo en el cine a ver una película junto a una mujer que le interesa y con quien sale por primera vez. En la película hay una escena muy intensa y el Señor Z no puede evitarlo, siente que una lágrima se le acaba de salir. Entonces inclina ligeramente la cabeza hacia un lado y, con disimulo, se pasa un dedo por la cara. Sin necesidad de que nadie se lo diga, el lector se da cuenta de que el Señor Z es un sentimental, un hombre muy sensible pero, además, el lector descubre que Z no quiere que esa mujer, a quien él aún conoce poco, piense que es un sentimental.

Puedo hacer que el lector descubra las características del personaje usando también sus propios pensamientos. Por ejemplo, siguiendo con la misma situación. El Señor Z está en el cine junto a esa mujer que le interesa, llega la escena intensa, a él se le escapa una lágrima y piensa. Sus pensamientos podemos mostrarlos: Lo que me faltaba, qué idea se va a hacer de mí esta mujer si me ve llorando como un niño en el cine, pensó el Señor Z. O podemos contarlos: El Señor Z pensó que no le gustaría que aquella hermosa mujer descubriera que, en el fondo, él era un sentimental y que ciertas películas lo emocionaban demasiado.

Por último, de manera algo parecida a como hacemos con el pensamiento podemos hacer con el lenguaje. En un diálogo se presentan las palabras de los personajes y estas pueden decir mucho de lo que cada uno es. Tanto los silencios, las cosas no dichas, como las dichas nos permiten ver de algún modo al personaje. También en este caso se puede mostrar el discurso, o sea escribir el diálogo tal cual se produce. O se puede contar, como le contamos a un amigo la conversación que tuvimos con otra persona. Esto es útil sobre todo para agilizar la narración, porque nos ahorramos muletillas o intervenciones que en sí no aportan mucho.

En fin, hay muchas maneras de presentar a nuestros personajes pero lo más importante para comenzar, creo yo, es conocerlo bien, saber quién es, escucharlo, dejar que vaya tomando cuerpo en nuestras cabezas hasta que sintamos casi que podemos tocarlo, porque él existe. Y eso le transmitiremos al lector para que no lo olvide.

Concurso Escuela de Escritores / El Asombrario

Os propongo escribir una escena de unas 500 palabras donde el protagonista esté con otro u otros personajes. Lo que interesa es presentar al protagonista. Podéis hacerlo de una de estas maneras:

Directamente: a través de su descripción física o psicológica (hecha por él mismo, por el otro personaje o por el narrador).

Indirectamente: poniendo al personaje en acción.

Indirectamente: a través de sus pensamientos.

Indirectamente: mediante un diálogo que mantenga con otro.

De estas cuatro formas posibles, elegid una y ¡a crear al personaje!

Enviad el texto antes del 20 de marzo. El ganador podrá disfrutar de un mes gratis en cualquiera de los cursos de la Escuela y el relato se publicará en estas páginas, con el comentario del profesor.

Para participar en el Concurso pincha aquí.

Todos los cursos de la Escuela de Escritores.

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