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De Macondo a Región, cómo cuidar el espacio narrativo

Por Javier Morales, el 14 de enero de 2016, en concurso

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Una representación pictórica de Macondo.

Una representación pictórica de Macondo.

Comenzamos en Escuela de Escritores la primera clase teórica de este nuevo año hablando del espacio narrativo. Cuando leemos y escribimos, nuestro primer impulso es pensar en los personajes: cómo son, qué sienten, cómo actúan. No es raro que dejemos a un lado el espacio en el que transcurre nuestra narración, le restamos importancia. Sin embargo, la descripción del espacio (interior o exterior) es fundamental, nos ayuda a definir a los personajes.

En algunas novelas, incluso, el espacio se convierte en uno de los protagonistas de la historia. Pensemos en el Comala de Pedro Páramo (Juan Rulfo), el Macondo de Cien años de soledad (García Márquez) o el Dublín de Ulises (Joyce), por ejemplo.

Por tanto, cuando hagamos una descripción del espacio (sea cual sea el espacio del que estemos hablando: una habitación, un armario ropero, un paisaje tras la ventana), debemos pensar en él casi como si tuviera los rasgos de un personaje más. “Con sólo describir el interior de un armario, un escritor debería ser capaz de definir con bastante precisión al personaje que guarda allí sus pertenencias”, explica el escritor y profesor Enrique Páez. Nunca está de más —y son muchos los autores que así lo hacen— dibujar, en una hoja aparte, el mapa o el plano de los lugares transitados por los personajes: desde la distribución de las habitaciones de una casa hasta el lugar que ocupa cada comensal en la mesa durante una comida o una cena.

«Existen varios tipos de espacio. Los espacios reales, o la forma de describir dichos espacios, son herencia de los autores naturalistas, neorrealistas y objetivistas. Se trata de espacios no distorsionados que pretenden ser puramente reales y objetivos. Por el contrario, los espacios subjetivos están coloreados por las pupilas de un personaje en particular, que está atravesando por un momento especial, desde el punto de vista afectivo y personal”, apunta Páez.

Nuestros personajes también se mueven por espacios simbólicos o mentales: sótanos y buhardillas —hay que recordar aquí el de El silencio de los corderos— son reflejos del inconsciente y nada bueno podremos encontrar en el sótano de un psicópata.

Como señalábamos al principio de esta entrada, hay autores que optan por inventar un espacio propio, un universo completo donde hacer crecer a sus personajes. Son los Macondo de García Márquez, Santamaría de Onetti o Región de Benet. Y eso sin contar con los espacios míticos de El señor de los anillos de Tolkien o las bibliotecas laberínticas de Borges.

A la hora de construir un espacio, ten cuidado con los espacios demasiado tópicos, como los amaneceres de las parejas enamoradas, el campo abierto del preso recién libertado o el campus universitario que vuelve a pisar la mujer recién divorciada y al fin liberada.

Los espacios cerrados tienen que ver con las interioridades, con la parte oculta de la vida —y si son oscuros y húmedos, más todavía—. Los espacios abiertos, la luz, las cumbres de las montañas, los cielos claros y sin nubes, suelen ser expresiones del futuro feliz, despreocupación y bienaventuranzas. Hay un cuento de Borges, La casa de Asterión, sobre el Minotauro y el Laberinto donde es encerrado. Según Borges, no habría Laberinto si no hubiera Minotauro: «A la casa monstruosa corresponde un habitante monstruoso».

Describir no es sólo hablar de los elementos arquitectónicos de un edificio o detallar los rasgos de una persona. Hay tantos tipos de espacios como de personas. Son muchos los autores que dicen que el espacio es un personaje, o que hay que tratarlo como si lo fuera. Cualquier lugar, visto de modo subjetivo a través de los ojos de una persona, nos ayuda a entender su estado anímico.

No hay una sola manera de describir un espacio, sino aproximaciones más o menos acertadas. Depende de por qué, para qué y para quién hacemos la descripción: si estamos escribiendo un artículo para una revista de Historia del Arte, hablaremos de la catedral de Burgos de forma objetiva (fecha, corriente arquitectónica, detalles técnicos, materiales de construcción, etc.), pero si se trata de una novela policiaca en la que dos personajes se reúnen en su interior, tal vez la descripción subjetiva sea la más apropiada.

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