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La tensión de ‘Ausencias’ gana nuestro concurso de relatos de mayo

Por manuelcuellardelrio, el 27 de mayo de 2016, en concurso

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Foto: Manuel Cuéllar.

La escritora Carmen Tejeda ha sido la ganadora del concurso de mayo de la Escuela de Escritores / El Asombrario con el texto ‘Ausencias’, que se publica hoy en este blog. El profesor del mes, Ignacio Ferrando, que comenta más abajo el texto ganador, ha destacado “el tratamiento de las estrategias para generar tensión dramática” que ha logrado Tejeda. La autora podrá disfrutar de un mes gratis en cualquiera de los cursos de la Escuela de Escritores, tanto presenciales como por internet. Las bases del concurso se publican en la primera semana de cada mes, coincidiendo con la clase teórica de nuestro profesor.

‘Ausencias’

por Carmen Tejeda

La puerta de la cabaña estaba abierta. Había comida en el frigorífico y leña para todo el fin de semana. Después de revisar cada rincón de la casa, supusimos que Martin había bajado al pueblo a comprar cuchillos, porque en los cajones de la alacena no encontramos ninguno.

A la hora de cenar, Martin no había regresado.

―Tal vez se ha quedado sin gasolina en medio de la carretera ―comenté.

―¿Qué querría decirnos? ¿No os intriga? ―preguntó Susan.

En ese momento, las luces comenzaron a apagarse y a encenderse a intervalos.

―Estupendo. Y ahora el generador no funciona. Voy a ver si lo arreglo ―dijo Arnold.

―Coge el abrigo. No vayas a resfriarte ―le sugirió mamá.

Arnold salió de la cabaña profiriendo un gruñido. Entre nosotras se instaló un silencio embarazoso. Desde el accidente, en el que papá y Violet murieron, la familia se había reunido en contadas ocasiones. Y siempre procurando no hablar de ello.

Martin y yo les recordábamos a menudo. Sobre todo a Violet. Desde que nació, ambos nos habíamos volcado en cuidarla. Para nuestra madre, Violet era un ser imperfecto que Dios le había mandado para expiar sus pecados, no como su Arnold, que fue concebido cuando mis padres, después de su traumática separación, se reconciliaron.

Salí a fumar y encontré a Arnold sentado en el porche.

―¿Has podido arreglarlo? ―pregunté.

Me enseñó una foto de Violet.

―Hay muchas más. Las han clavado con los cuchillos que no encontrábamos, rodeando la cabaña.

―¿Quién ha podido hacer esto?

―¿No te das cuenta? Martin está jugando a los detectives con su propia familia. ¿Para qué iba si no a invitarnos a este lugar?

―Martin no es así.

―¡Claro! Martin y Sara, siempre juntos, siempre protegiendo a Violet.

―Deja en paz a los muertos.

―Y por qué no se lo dices a tu querido Martin.

Escuchamos un grito en el interior y entramos precipitadamente. La casa estaba a oscuras.

―No vas a conseguir tu propósito, Martin. ¿Me oyes? ―gritó Arnold

La luz se encendió. Encontramos a mamá y a Susan desmayadas en el sofá.

―Hemos visto a Violet ―farfulló Susan.

―Vuelve para atormentarme. Por no haberla cuidado, por no haberla protegido ―sollozó mamá.

―Tranquilízate. Es cosa de Martin ―le pidió Arnold.

Pero mamá no le escuchaba.

―La tarde del accidente, sorprendí a vuestro padre besando a Violet en nuestra cama. Él, al verme, la tomó entre sus brazos y salió de la casa, sin mirarme. Violet, nuestra Violet, estaba dormida.

Susan, consternada, exclamó:

―¡Por eso siempre decía que Violet era un espíritu puro!

―¿Te lo has callado todo este tiempo? ¡Cómo has podido!

―¿Por qué no intentaste detenerle? ―preguntó Arnold, zarandeándola.

Jamás olvidaré esa noche. Los llantos de Susan, los gritos de Arnold, las turbadoras disculpas de mamá. Nos marchamos al día siguiente, envueltos por una densa niebla, que apenas nos permitía ver la carretera. A pesar de los augurios de Arnold, Martin no apareció. Soy la única que continúa buscándole.

 

Comentario del profesor, Ignacio Ferrando:

En primer lugar, me gustaría destacar del texto el tratamiento de las estrategias para generar tensión dramática. Ese era el objetivo de esta semana. El relato ganador se sustenta en la sensación continua y sostenida de que las cosas “pueden terminar mal”, y eso, de algún modo, impele al lector a “querer saber más”, a llegar al final. Por otro lado, el texto está lleno de vacíos que no llegan a explicitarse hasta la parte final. ¿Dónde está Martin?, ¿por qué no ha regresado todavía?, ¿en qué condiciones murieron Violet y el padre?, ¿tuvo algo que ver la madre en el asesinato?, ¿es la aparición de Violet real o solo algún tipo de representación de la culpa? Se agradece mucho esa oferta hacia el diálogo con el lector, que debe rellenar —cuando no interpretar— los huecos que hilvanan el sentido último de la historia. También se agradece que el texto comience con naturalidad, sin vocación de explicar toda la información de planteamiento. Al contrario, la va dosificando poco a poco, a través de las diversas escenas. Y, por último, la tensión dramática se ve reforzada por la atmósfera inquietante (el detalle generador que se estropea, por ejemplo) que incentiva, aun más, el suspense del texto.

Otro de los elementos formales que resaltaría es la vocación de resolver el conflicto a través de escenas dialogadas. Esto refuerza la visualización del texto. El lector percibe lo que sucede, no como le gustaría al narrador (matizado por sus intereses) sino mostrado y, por tanto, interpretado por el lector. En este sentido, no es lo mismo un narrador que dice “entonces, los hermanos se sentaron desconcertados a la mesa”, que ver cómo Susan, Arnold y los demás se sientan a la mesa y el lector debe decodificar qué es exactamente lo que traducen esos rostros y diálogos. Estos últimos son breves, creíbles y rápidos, y ayudan a dinamizar la lectura.

Si tuviera que ponerle alguna objeción al texto, seguramente estaría en la parte final. Es aquí donde el texto resulta (quizá) demasiado explícito y el autor trata de cerrar herméticamente el texto (su interpretación) de un modo unívoco y recurriendo a una trama un tanto difícil de creer. Si al encenderse las luces, la madre y Susan dijeran que habían visto a Violet y diéramos algún pequeño indicio sobre la relación padre-Violet sería más que suficiente para que el lector sospechase sobre la naturaleza de la relación padre-hija y la probable implicación en el accidente de la madre. El hecho de que precisamente esta última explique con cabos y señales lo que ocurrió en el pasado tiene un propósito conclusivo. Si lo ha mantenido oculto tantos años, si como parece dibujarse, algo ha tenido que ver en ese crimen, ¿por qué lo cuenta ahora? Si no lo explicamos y nos ceñimos a un final más abierto, estoy seguro de que el lector hubiera llegado a conclusiones muy similares sin plantearse este tipo de interrogantes.

En todo caso, mi enhorabuena y felicitación a la autora.

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Comentarios

Hay un comentario

  • 21.07.2016
    Pilar Uruñuela Aransay dice:

    ¡Enhorabuena! a Carmen Tejada. Ella sabe escribir y llevar al lector hasta el final manteniendo la tensión en cada momento. Pienso, además, que se respira en la autora un gran amor-odio a la familia y en ese relato corto lo ha plasmado.
    Gracias por concederle el premio. Se lo merece.

    **Por cierto. Su apellido es «Tejada» (Está equivocado)

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