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Lo mejor es escribir y corregir todos los días, y tirar mucho a la papelera

Por manuelcuellardelrio, el 9 de junio de 2016, en entrevistas

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El profesor de la Escuela de Escritores Alfonso Fernández Burgos.

Nuestro profesor del mes, Alfonso Fernández Burgos, periodista y escritor todoterreno, lo deja caer como una piedra: «La revolución tecnológica ha cambiado la manera de relacionarse con la lectura. Ahora es todo más breve, más efímero. El lector fuerte de otro tiempo o ha muerto o está en la UVI». Autor de la novela ‘Al final de la mirada’ (Tusquets) y del libro de relatos ‘Mujer con perro sobre fondo blanco’, entre otras obras, Fernández Burgos imparte clases en el Máster de Narrativa de la Escuela de Escritores. En la entrada de la semana pasada, este profesor nos dio las claves para participar en el Concurso Escuela de Escritores / El Asombrario, abierto a todos los lectores.

¿Cuándo empezaste a escribir ficción?

Aunque empecé en la adolescencia, lo dejé y no volví a la ficción hasta mucho más tarde, en torno a los 40 años. Antes me había centrado, sobre todo, en la columna literaria de tintes líricos, siguiendo un poco la tradición de algunos prosistas españoles como D’Ors, González Ruano y, por supuesto, Umbral. Luego, poco a poco, tuve necesidad de salir del “yo juzgador” para entrar en el “yo disfrazado” y empecé a escribir relatos y novelas.

¿En qué medida te influyó tu trabajo y formación como periodista?

En realidad fue al revés, yo tenía pensado estudiar ingeniería, pero como las lecturas adolescentes me habían fascinado hasta el embrujo, decidí ser escritor. Entonces lo que mejor encontré en la Universidad para mi deseo fue Periodismo. Pensé que allí aprendería a escribir. No fue así. De manera que el proceso fue un poco inverso.

¿Hay algún escritor a quien consideres tu maestro? ¿Fuiste alumno de algún taller de escritura?

Sí, tengo muchos maestros muertos con los que suelo quedar en la biblioteca de mi casa y tener una charla. Mis preferidos son Cela, Umbral, Céline, Proust, Benrhadt y Joyce. A veces me pongo a teclear sus libros para intentar robarles el alma. Durante un par de años, cuando decidí escribir ficción, estuve en un taller de escritura con Enrique Páez, en el que conocí a muchos de los que ahora son amigos y escritores. Pero si tuviera que citar un modelo, sin duda sería Cela, el modelo de escritor total.

¿Por qué enseñar a escribir?

A la lectura de obras literarias y a la reflexión sobre lo escrito le he dedicado miles y miles de horas en la vida (y se las sigo dedicando). En este tiempo he aprendido muchas cosas, y en un momento determinado decidí compartir estos conocimientos con aquellos que se quisieran acercar al texto literario como escritores.

Uno puede ser un buen escritor, pero un mal profesor. Los hay que son malos en ambas cosas. ¿Qué cualidades se necesita para enseñar a escribir?

El profesor de enseñanzas artísticas tiene que tener claras dos cosas: que escribir es duro y difícil y que cada alumno es un mundo distinto con un bagaje de lecturas y con un talento distinto. Esto no es sencillo. Es difícil saber defender el criterio literario y las expectativas de los alumnos (tan distintas). Lo importante, a mi juicio, es que logre que el alumno progrese respecto a él mismo en lo que dura un curso de escritura.

En los últimos años se han multiplicado tanto la oferta como la demanda de clases de escritura creativa. ¿A qué crees que es debido?

Evidentemente hay muchas razones: económicas, posibilidades de negocio, banalización del concepto de esfuerzo y otras. Pero, sobre todo, porque en un mundo muy homogeneizado siempre surge el deseo de singularidad del individuo, la voluntad de dar testimonio de algo distinto. En definitiva, de atender al deseo de crear (e incluso al de llegar a la fama).

Sin embargo, no parece que ocurra lo mismo con la lectura. Y puede parecer un contrasentido, ¿no?

Creo que es necesario entender el mundo en el que hemos entrado de una manera tan abrupta. Es obvio que la revolución tecnológica ha cambiado la manera de relacionarse con la lectura. Ahora es todo más breve, más efímero. Pero también existen más posibilidades de leer y de hacer público lo que se escribe. El lector fuerte de otro tiempo o ha muerto o está en la UVI.

¿Qué les exiges a los alumnos que van a tus clases?

Procuro no contar muchas mentiras. Eso hace que algunos se desalienten. No obstante, les recuerdo que, por ejemplo, Flaubert dedicó 8.000 horas a escribir Madame Bovary, les recuerdo que nosotros no somos Flaubert, y que si fuéramos la mitad de Flaubert terminar una novela buena nos llevaría 16.000 horas. Solo en la 16.001 tendríamos derecho honesto a la queja, al llanto, al “yo no sirvo para esto”… A eso le llamo “aritmética del desaliento”. Pero no siempre consigo que sea así, muchos se deprimen muchísimo antes.

¿Alguna vez te has equivocado en cuanto a las expectativas que tienes sobre un alumno, para mejor o peor?

Sí, claro. Cuando es para peor, suelo atribuirlo a una estrategia de enseñanza inadecuada y me sirve para la reflexión. Cuando es para mejor (casi siempre), produce satisfacción, pero teniendo en cuenta siempre que la mejora se debe al trabajo del alumno.

¿Te han puesto en aprietos los alumnos alguna vez, con alguna pregunta, un texto, un comentario?

En muchas ocasiones: lecturas que no has hecho, entusiasmo por algún autor que a ti te parece una porquería, explicaciones que tienes claras y que no hay manera de transmitir…

¿Qué te aporta la enseñanza de la escritura y qué te disgusta de ella?

Me mantiene despierto y me aporta perspectiva. De lo contrario, como la escritura es algo muy solitario, corres el riesgo de atorarte dentro de ti mismo.

¿Cuál es tu experiencia como profesor del Máster de Narrativa?

Muy positiva, porque me veo como protagonista de un sueño antiguo. Antes te hablaba de que cuando sentí el deseo de ser escritor y prepararme para ello, lo más parecido que encontré fue la Facultad de Periodismo. También estaban los estudios de Filología o de Literatura, pero allí se estudiaban textos de otros, textos, en cierto modo, muertos. No había, sigue sin haber, en la oferta universitaria un programa de estudios que se centrara en la creación literaria. Esto es una paradoja ya que en España de los ocho Premios Nobel que tenemos, seis son de Literatura (creación literaria). Por eso cuando participé en la confección del programa del Máster de Narrativa no dejaba de pensar que eso es lo que me hubiera gustado estudiar cuando decidí ser escritor: un montón de asignaturas -teóricas y prácticas- y actividades enfocadas al hecho de escribir. En estos momentos, el máster de Narrativa de la Escuela de Escritores es la única oferta seria en este sentido en España.

Eres un escritor todoterreno. ¿Hay algún género con el que te sientas más a gusto?

El relato corto me apasiona, la novela también y la columna literaria casi la llevo en la sangre. Pero el texto memorialístico aliñado por la ficción (Umbral decía que la realidad era muy mostrenca), la carta o el ensayo también me guiñan de vez en cuando un ojo. Lo importante es saber el momento emocional que requiere cada uno de los géneros.

A la hora de escribir, ¿cuál es tu método de trabajo, cuáles tus rutinas y tus manías?

Cuando tenía manías, no escribía. Lo mejor es escribir todos los días y corregir todos los días y tirar mucho a la papelera. Lo demás son evanescencias y postureo.

Un libro que odies por encima de todos.

Me pones en un aprieto, porque en mi infierno particular de libros hay overbooking. Pero los que me resultan más irritantes son los que suelen contar con el aplauso unánime y yo los encuentro llenos de trampas. Pero uno, así, de pronto…

Y uno que ames por encima de todos.

En mi cielo de los libros no hay tantos ejemplares como en mi infierno. Cualquiera de los autores que te he citado antes valdría (Ulises, En busca del tiempo perdido, Mrs Cadwell habla con su hijo…). Y de no ficción, pero que me apasionan: Hombres, tumbas y sabios y La física de la inmortalidad.

¿Qué le dirías al lector de esta entrevista que quiera convertirse en escritor?

Leer y escribir. Apuntarse a un curso y seguir leyendo y escribiendo como si en ello le fuera la vida.

¿Cuáles son tus siguientes proyectos como escritor?

Tengo una novela, un libro de memorias y un ensayo que están esperando que me meta con ellos hasta el cuello.

Concurso Escuela de Escritores/El Asombrario

En la primera entrada de cada mes el profesor de turno propone un ejercicio de escritura que sirve para participar en nuestro concurso. En la de junio, Fernández Burgos nos proponía lo siguiente. “Lo que mejor resume los cuatro diálogos del artista es el parricidio. Desde el drama griego hasta la actualidad los escritores han matado al padre en sus textos de una manera más o menos realista, simbólica o metafórica. Con este tema —matar al padre— escribe un relato que se desarrolle en el mundo contemporáneo”. La extensión máxima es de 500 palabras. Envía el texto antes del 20 de junio para participar en el Concurso Escuela de Escritores/El Asombrario. El relato ganador será publicado en estas páginas con un comentario exhaustivo del profesor del mes y el autor podrá disfrutar de un mes gratis en cualquiera de los cursos, tanto presenciales como por internet, de la Escuela de Escritores.

Para enviar tu texto y participar en el Concurso pincha aquí

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