Esmeralda Berbel, el dolor de una ruptura tras 25 años juntos

La escritora Esmeralda Berbel. Foto: laboratorioescuela.es

La escritora Esmeralda Berbel. Foto: laboratorioescuela.es

La escritora Esmeralda Berbel. Foto: laboratorioescuela.es

La escritora Esmeralda Berbel. Foto: laboratorioescuela.es

‘Irse’, el bellísimo nuevo libro de Esmeralda Berbel (Badalona, 1961), es muchas más cosas que un diario sobre el dolor en torno a la ruptura de una larga relación (25 años) con su pareja, que aunque no lo llama por su nombre es el actor Eduard Fernández. Es la pasión sanadora de las amigas y es también el abismo del sexo que se busca cuando el corazón no nos sirve para estar vivos.

El dolor es un microcosmos en el que mueren a diario, y por distintas razones, un sinfín de hombres y mujeres. No es fácil respirar cuando tu cuerpo y tu memoria son señalados por él. Y sin embargo hay personas que respiran, aunque el aliento duela mientras se escapa de la carne. Esmeralda Berbel es una de esas personas, y su bellísimo libro, ‘Irse’, es como uno de esos pájaros dispuestos a morir cada día porque los lugares a los que migrar, ahora que el cambio climático es un hombre más que señala cada calle, son pequeñas ruinas, extensas mortajas de inesperados dedos largos. Un brutal análisis de la inercia, un diario de piel tersa en el que el dolor es como un hermano incontrolable para el que se busca la mejor salida. Tiene pedazos que dejan sin aliento y pedazos que añaden beneficiosos párrafos a tu propia biografía. Es un bosque que de pronto se convierte en desierto. La demostración de que la paz y la guerra se parecen cuando el silencio y los espejos son quienes escriben los epílogos de los amores perdidos. Es el desamor como una religión de la que aún no conoces la oraciones, como ese momento en que la hostia consagrada cae sobre tu boca por primera vez y sabes que estás masticando un cuerpo distinto del tuyo, un cuerpo cuya existencia depende solo de ti.

Pero es muchas cosas más que una oda al dolor útil, si es que en alguna ocasión puede serlo. Es la pasión sanadora de las amigas, el abismo del sexo que se busca cuando el corazón no nos sirve para estar vivos. Dos escapatorias que insuflan o ahogan a la protagonista hacia una deriva productiva, dos contradicciones de pulso incansable que tapan los vacíos de un hombre cuyo egoísmo no se nombra en estas páginas. Cuyo nombre es un secreto de aliento largo, la sombra que deja quieta a la protagonista, que la desorienta y provoca en ella una úlcera que ningún médico podrá vislumbrar. Es un diario en el que la protagonista se renombra dentro de otras bocas y cita a María Zambrano y amanece por persona interpuesta, y acepta el bautismo que esa resurrección impone:

«Entre la nada y la verdad hay un intermedio: el amor. Y es él quien dispone y conduce la vida de verdad»

Y cita también a Borges (pensando que es el único hombre inofensivo al que aferrarse mientras escribe) para que nombre su abismo y este se haga más grande y sus pareces sean lisas y la salida esté más cerca que la muerte de la razón:

«Nuestro hermoso deber es recordar que hay un laberinto y un hilo».

Y sigue a rajatabla este mandato y restriega sus palabras contra la oscuridad. Es una Ariadna sin nictofobia, una mujer lúcida que no maldice al héroe sino que busca para él ese trozo de sombra que le mantenga intacto a pesar de su huida:

«Bloquéalo, me dice una amiga, no recibas más mensajes de él. Yo no puedo hacer eso. Hazlo. No, no tengo esa fuerza, esa clase de fuerza».

Berbel es íntegra en su destrucción y en su reconstrucción. No hay trucos que la lleven a la victoria. El duelo que alimenta este libro es una verdad sin nombres propios. El respeto más absoluto frente a la familia que ya es un espejismo de columna blanda:

«Estamos juntos, ¿verdad, mamá?, me preguntaste hace algunos meses. Sí, respondí, juntos para ayudarnos».

No hay venganza en ninguna de sus páginas, porque cuando el dolor agarra la lengua de quien narra para moverla a su antojo, la narradora escoge la poesía como materia de defensa y enuncia versos incontestables que acaban con la fortaleza de cualquier músculo que quisiera alimentar su ira:

«Que la palabra sueño sea casa.

Que la palabra casa sea yo.

Que la palabra yo sea sueño».

Irse es un espléndido manual de supervivencia, el alfabeto con el que referirse al futuro, un cúmulo de escenas hermosas, un túnel cerrado a determinado público o un circo de mil pistas en el que buscar la luz. Es el sonido del mar cuando el mar se cansa de estar quieto. Es un libro sin reproches, lleno de lucidez, lleno de palabras que ya no sirven y, aun así, se tiene la generosidad de pronunciar.

Es un libro de una sinceridad inesperada, de una sinceridad útil. Es tener la mente ocupada con los aciertos de los demás. IMPRESCINDIBLE.

‘Irse’. Esmeralda Berbel. Editorial Comba. 188 páginas.

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