Eugenides, el psicoanálisis y el verdadero amor

Jeffrey Eugenides

Hablemos hoy de amor. Y de una novela que no supe apreciar en la primera lectura, pero después me ha atrapado. Hablemos de ‘La trama nupcial’, de Jeffrey Eugenides, autor de ‘Las vírgenes suicidas’. El amor como camino para construir la propia identidad, el amor frente a la libertad y el miedo.

Algunas obras merecen una segunda oportunidad. Para una reseña que debía publicar en Quimera antes del verano, leí La trama nupcial (Anagrama), de Jeffrey Eugenides. La trama nupcial es la tercera novela de Eugenides, después de su deslumbrante debut con Las vírgenes suicidas y la más compleja Middlesex. ¿Qué es lo que escribí entonces, en la citada revista, sobre La trama nupcial? Como es domingo y también tengo derecho a descansar, me van a permitir que me plagie a mí mismo.

Después de alabar sus virtudes, decía: “Y sin embargo. Y sin embargo confieso que en algunos momentos la novela se me ha caído de las manos.  En la ya célebre entrevista que le hicieron a John Cheever en The Paris Review aseguraba el narrador norteamericano que el primer principio de la estética se basa en mantener el interés y el suspense. ‘No puedes esperar comunicarte con el lector si le aburres’. Aunque son muchos los críticos que han hablado de La trama nupcial como de una novela divertida (y en una buena parte lo es), en algunas partes yo he perdido el interés por lo que le ocurría a los personajes, he tenido la sensación de que uno podía saltarse algunos pasajes (un derecho al que no deben renunciar los lectores, lo poco que aún no hemos perdido) y de que la historia no cambiaba esencialmente. Y ahí es donde creo que está el problema. La novela está contada con soltura y agilidad, con maestría incluso, pero no eran necesarias 500 páginas para descubrir la trama sentimental de Hanna, Mitchell y Leonard”.

Sin desmontar esta crítica que escribí apenas hace unos meses, el azar me ha llevado a leerla de nuevo y a matizar la lectura que hice de La trama nupcial. ¿Qué me ha hecho cambiar de opinión o matizarla, como digo? En Facebook, en el muro de Isabel Mercadé, encontré hace unos días un enlace al blog de la Casa de la Paraula, donde habían colgado una interesante entrevista a Mercedes Francisco, psicoanalista lacaniana y autora del libro Un nuevo amor (Grama), en el que la escritora se vale de la literatura y el cine para analizar cómo aproximarse al sentimiento amoroso.

Ante la pregunta de la entrevistadora:

“Hay una frase de Julio Cortázar en Rayuela que dice: “Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiera elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque la aman, yo creo que es al revés. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto”. ¿El amor es un encuentro contingente? ¿De qué depende ese encuentro?

Responde Mercedes de Francisco: “Es genial esta frase de Cortázar. Está bien planteado su cuestionamiento de la elección. Pero, claro, es tan poética que todo lo que diga a partir de ahora va a ser para destrozar esta magnífica forma de hablar del amor. Por eso me cuesta. Creo que cuando dice que no se la elige es en este sentido de creer que uno elige a alguien conscientemente, que es una elección consciente, que es el ‘yo’ el que elige. No se trata de ese tipo de elección, es una elección absolutamente inconsciente, no eres dueño de tu elección, en eso estoy totalmente de acuerdo con Cortázar. Por eso en el primer capítulo del libro, cuando comento la frase de Philippe Sollers en la que dice que “el amor es clandestino”, es en este sentido. Hay algo absolutamente no sabido en el momento que eso ocurre. El sujeto no lo tiene en su mano, ni lo puede manejar, ni lo puede elegir como quien elige comprase un iphone o un coche. Y es precisamente en esta época donde se pretende pensar la cuestión de la elección amorosa de esta manera, como quien elige un sofá. Por eso es muy interesante cómo lo expresa Cortázar: “Creen que la eligen y luego la aman, cuando en realidad es un rayo que te parte”.

Después de leer la entrevista, en la que se analiza el amor desde la experiencia psicoanalítica, me vino a la cabeza La trama nupcial, en la que las teorías de Roland Barthes y de otros estructuralistas influidos por Lacan juegan un importante papel en la novela. Ambientada a principios de los años ochenta, Madeleine Hanna es una estudiante de literatura, romántica impenitente –dedica su tesis a la obra de Jane Austen y George Elliot-, que acaba convirtiendo los Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes en su libro de cabecera, una guía de la deconstrucción (que tanto arraigo tenía entonces en la semiótica) para abrirse camino en el amor. Un amor que disputarán dos jóvenes, el brillante y desequilibrado científico Leonard Bankhead (algo así como un Foster Wallace de ficción), y Mitchell Grammaticus, estudiante de teología que intenta dar sentido a través de la espiritualidad religiosa.

Atreverse a hablar del amor -un tema tan manido y tan olvidado al mismo tiempo- como lo hace Eugenides tiene un mérito que en mi primera lectura no supe ver. El amor, por supuesto, le sirve a este potente narrador norteamericano para hablar de otras cosas, de cómo forjar la identidad cuando se es joven, de la libertad y del miedo que se siente cuando uno cree que el tiempo le pertenece y que tiene toda la vida por delante, aunque comiencen a atisbarse los primeros signos de fracaso. Al final nunca somos lo que queríamos ser y  Eugenides mira cara a cara a la depresión que padece uno de los protagonistas. En La trama nupcial hay ironía y humor, escenas emotivas y un diálogo permanente con la literatura, sin que se note. Es una excelente novela de aprendizaje, sobre el peso de las decisiones y de cómo éstas sitúan a los jóvenes protagonistas en el inicio de la edad adulta. Es cierto que a La trama nupcial le sobran algunas páginas, pero su lectura merece la pena.

Aunque hasta que dentro de ocho años llegue la nueva novela de Eugenides yo me quedo con la primera, con Las vírgenes suicidas, una obra de iniciación comparable a El guardián entre el centeno. Siempre recordaré las palabras de Cecilia en la consulta del médico tras su primer intento de suicidio.

“-¿Qué haces aquí, guapa? Si todavía no tienes edad para saber lo mala que es la vida.

Fue entonces cuando Cecilia dijo en voz alta lo que habría podido considerarse su nota póstuma, aunque en este caso totalmente inútil puesto que seguía con vida.

“-Está muy claro, doctor, que usted nunca ha sido una niña de trece años –dijo”.

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