Europa ante los trenes de la muerte, los barcos de la muerte

Ilustración del libro Oh amo a mi gueto.

Portada del libro 'Oh gueto mi amor' de Eduardo Halfon.

Portada del libro ‘Oh gueto mi amor’ de Eduardo Halfon.

El drama del barco Aquarius, lleno de pobre gente engañada que busca un futuro, con una Europa que no sabe ni cómo reaccionar (un aplauso al gesto de dignidad del nuevo Gobierno español) me lleva a releer el cuento ‘Oh gueto mi amor’ (Páginas de Espuma ), del guatemalteco Eduardo Halfon, uno de los escritores más interesantes hoy día en español. Como ocurrió hace un siglo, en Europa avanza la extrema derecha y vuelve a adoptar su peor versión, su peor rostro, el rostro de la muerte.

Hace más de 70 años, por el centro de Europa circulaban trenes de mercancías cargados con seres humanos. Eran los trenes de la muerte. Trenes rigurosamente vigilados, que diría el escritor checo Bohumil Hrabal. Cuando paraban en las estaciones, muchos sabían lo que había dentro, pero preferían no mirar, preferían no saber. A veces se vive mejor en la ignorancia voluntaria.

Hoy, el Mediterráneo se ha convertido en una enorme estación de tren. Una estación salada que se traga a muchos inmigrantes que soñaron con la posibilidad de un futuro. La acogida española del Aquarius, que como ciudadanos nos ha hecho a muchos sentirnos orgullosos de nuestro Gobierno, ha dejado en evidencia no solo a Italia sino a toda la política migratoria europea. De nuevo, como ocurrió hace un siglo, en Europa avanza la extrema derecha y se ha instalado ya en varios gobiernos. En los años 70, si alguien hubiera dicho que Europa volvería a adoptar su peor versión, su peor rostro, el rostro de la muerte, nadie lo habría creído. Y aquí estamos. ¿Qué identidad queremos?

Pienso en todo esto después de releer el cuento Oh gueto mi amor (Páginas de Espuma), del escritor guatemalteco Eduardo Halfon, con ilustraciones de David de las Heras. Digo releer porque Oh gueto mi amor era el relato que cerraba Signor Hoffman, publicado por Libros del Asteroide, que leí en su momento. Como en el resto de su obra, en Oh gueto mi amor Halfon indaga en la memoria, en la búsqueda de una identidad que en parte nació el día en que su abuelo polaco le contó el significado de unos números grabados en su brazo. No eran el número de su teléfono, como le había dicho con benevolencia, sino su marca de Auschwitz, su número de res. Allí lo habían condenado después de pasar por otro campo de concentración cerca de Berlín, después de que lo sacaran junto a sus hermanos de Łódź, la ciudad polaca donde vivía. Gracias a los consejos de un boxeador polaco con quien habló su primer día en Auschwitz, a las palabras que le dijo que tendría que pronunciar en el juicio que le harían al día siguiente, el abuelo de Halfon logró salvar la vida. Sin ese boxeador polaco Eduardo Halfon no habría existido. Las palabras pueden salvar una vida. Y sobre ese hecho, sobre la indagación en la identidad y en el pasado, en la casualidad, ha erigido su mundo literario Halfon (nieto de un judío polaco y de un libanés), uno de los mundos más interesantes del actual panorama literario en español.

Ilustración del libro ‘Oh, gueto mi amor’.

Todo empezó, pues, con ese boxeador polaco que da título a uno de sus libros de cuentos, publicado en Pre-Textos. Halfon transita con brillantez por eso que se conoce como la autoficción, un género del que se ha abusado recientemente. No todos los escritores son interesantes, no todos tienen algo que contar en primera persona y no todos saben contarlo. Halfon sabe hacer todas estas cosas y en cada uno de sus libros (novelas, cuentos o reportajes) escarba en el pasado, en el presente de sus viajes que siempre acaban remitiéndole a otra época, para poder entenderse a sí mismo. Y de paso nos ayuda a entendernos a nosotros, los lectores, a comprendernos, que es uno de los placeres de la buena literatura. Su escritura es híbrida, como su propio origen, fronteriza (nació en Guatemala pero muy pronto se fue a Estados Unidos), y sus libros son siempre breves, algo que yo siempre agradezco, pues como dice Aira, son un gesto de cortesía hacia el lector.

En Oh gueto mi amor Halfon viaja a Łódź para visitar el lugar donde nació su abuelo, donde nació todo. De la mano de una mujer enigmática, madame Maroszek, Halfon irá conociendo algunas claves de su pasado, de una ciudad rehabilitada sobre la ceniza de los muertos. De nuevo Halfon encontrará la salvación en las palabras, en las historias. Las ilustraciones de David de las Heras (que se exponen en el Centro Sefarad de Madrid) en esta preciosa edición de Páginas de Espuma, que hacen que un libro sea algo más que un libro, no solo dialogan con las palabras de Halfon sino que ensanchan la historia, añaden nuevos matices, multiplican el significado. Leer a Halfon es como estar escuchando a un amigo en la barra de un bar, atento a su historia, con ganas de saber siempre un poco más.

Puedes leer aquí el relato El boxeador polaco.

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Comentarios

  • Jaime Huérfano

    Por Jaime Huérfano, el 17 junio 2018

    Me gustaría seguir leyendo sus escritos, pero se abrió un bache abismal: esa diferenciación entre las acciones de gobierno de derecha, da como un hecho que los gobiernos de izquierda si hacen lo correcto. Caramba,señor. me gustaría que mirara hacia Venezuela donde los trenes de la muerte se pasean todos los días imperturbables; sin medicinas, sin alimentos, con terror en cada fibra de cuerpo de los que quedamos vivos y con responso apabullante.

  • orgullosamentesudaca

    Por orgullosamentesudaca, el 18 junio 2018

    He leído el cuento El boxeador polaco, el que me ha emocionado y conmocionado. Cada vez que leo relatos o veo películas sobre el Holocausto no puedo dejar de hacer un paraleo con nuestra historia reciente de mi Argentina de los ’70. Historias que duelen y desgarran el alma. Gracias por acercarnos a este autor que era desconocido para mí.
    En cuanto a los inmigrantes, ojalá que Europa se convierta otra vez en un continente humanitario, que no olvide que sus hijos también necesitaron de la solidaridad de otros países que los cobijaron sin preguntarles de dónde venían.

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