Fantasías y retos de los ‘nuevos señores del espacio’ (que no son Brad Pitt)

Un fotograma de la película Ad Astra.

El actor Brad Pitt protagoniza la película ‘Ad Astra’.

La película ‘Ad Astra’, con un estupendo Brad Pitt, ha vuelto a poner de moda las carreras espaciales. Al hilo de su éxito recogemos el libro ‘Los señores del espacio’, escrito por el periodista Christian Davenport: una entretenida crónica sobre los retos, fantasías, gustos, locuras, éxitos relativos y estrepitosos fracasos de los multimillonarios que se han lanzado, a golpe de talonario, a viajar al espacio y buscar ‘otros mundos’. Desde Jeff Bezos, fundador de Amazon –primer puesto en los más ricos del planeta, según ‘Forbes’–, y Elon Musk, cofundador de Tesla y PayPal, a Richard Branson, creador de Virgin, y Paul Allen, que ideó Microsoft junto a Bill Gates. También quieren la Luna.

La película Ad Astra, estrenada recientemente, nos devuelve a ese espacio de ficción donde los viajes a través de él parecen resueltos. El astronauta Roy McBride (Brad Pitt) llega hasta los límites del sistema solar. El cine, ya sabemos, es la mejor fábrica de sueños. Pero para algunas personas los sueños están para cumplirse, cueste lo que cueste.

En los últimos tiempos estamos asistiendo a todo un despliegue de posibles misiones encaminadas a volver a la Luna y, por qué no, llegar a Marte. Si antes la carrera espacial estaba copada por dos superpotencias, EE UU y la desaparecida Unión Soviética, ahora nuevos países quieren entrar en el club con desigual resultado.

La enigmática China nos devolvía este año el mito de la Luna llegando a su cara oscura con un vehículo denominado Yutu 2 (Conejo de Jade 2) con la misión Chang-e 4. El programa prevé tomar muestras con Chang-e 5 y 6, y exploraciones sistemáticas del polo sur y de las tecnologías necesarias para la construcción de una base con Chang-e 7 y 8.

Israel, con una iniciativa privada, y la India, con Chandrayaan-2 y la sonda Vikram, han intentado aterrizajes controlados este mismo año. Los fallos muestran las inmensas dificultades tecnológicas, pero también la voluntad por acceder a los recursos lunares.

El módulo Vikram de la misión Chandrayaan 2 se estrelló contra el satélite, igual que le sucedió a la sonda israelí Beresheet cuando este país intentó ser el cuarto en llegar a la Luna. El vehículo indio hace honor al padre del programa espacial indio Vikram Sarabhai, fallecido en 1971. De él tenía que salir el pequeño rober bautizado Pragyan (sabiduría en sánscrito).

Las iniciativas no acaban aquí. La agencia espacial europea tiene sus planes en programas internacionales. Y como hay que recuperar el prestigio y el liderazgo, EE UU tiene anunciado para 2025-30 el programa Artemis, con primeras misiones a la Luna ampliables más tarde a Marte, además con el marketing de que haya una mujer pisando suelo lunar en el primero de ellos. Recursos, e intereses comerciales, como si de un nuevo colonialismo se tratase, están en juego.

Israel cuenta con empresas privadas para sus planes, y privadas son también las estadounidenses Blue Origin y SpaceX que llevan años anunciando sus planes, incluido el turismo espacial. Detrás de ellas, Jeff Bezos y Elon Musk, y si alguien sabe de negocios son estos nuevos señores del espacio, persistentes en sus sueños a pesar de dificultades y errores.

Recientemente, Malen Ruiz de Elvira informaba en Público que un error en su sistema de comunicación interno es lo que alegaba SpaceX para explicar por qué sus técnicos no respondieron a la petición de mover uno de sus pequeños satélites cuando así se lo pidió la Agencia Europea del Espacio (ESA) que estaba a punto de chocar con otro suyo mucho mayor, el Aeolus. El fundador de Tesla ya había lanzado otros 60 para dar cobertura a Internet. Tanto tráfico sobre nuestras cabezas está poniendo el grito en el cielo y nunca mejor dicho, para que se regule todo este mercado.

Los inconvenientes y las controversias no parecen echar nunca atrás a Musk. Al menos así se desprende del libro recientemente editado en España por la editorial Deusto y escrito por Christian Davenport Los señores del espacio; pero tampoco a Jeff Bezos, fundador de Amazon; a Richard Branson, creador de Virgin, y Paul Allen, que ideó Microsoft junto a Bill Gates. Ellos son a golpe de talonario los que encarnan los sueños de una generación post aterrizajes lunares de llegar otra vez a la Luna y más allá.

Andy Bell, fundador también de una compañía aeroespacial y un personaje también milmillonario, que perdía y ganaba dinero en Las Vegas, opinaba que sólo los países podían financiar programas espaciales y que la perspectiva de éxito era remota para el sector privado, pero Davenport le atribuye esta idea: “¿Cuál es la mejor forma de hacerse millonario con el espacio? Empezar siendo millonario”. Él lo fue, pero el genio de las matemáticas fracasó.

No era esa la intención de Musk, que funda en 2002 su empresa SpaceX. “Desde el principio, el mantra de SpaceX era marcarse objetivos audaces, casi imposibles, no dejarse disuadir. Concentrarse. Avanzar con determinación”, escribe Davenport. Musk ha batallado contra la NASA, Boeing y Lockheed Martin. Más tarde, la NASA financiaría alguno de sus proyectos. Los cohetes fueron los primeros objetivos de Musk y Bezos, pero Bezos tenía otra filosofía: la lentitud en obtener sus objetivos no era un problema, no en vano la tortuga era la mascota de Blue Origin, creada por Bezos en 2000.

El empresario Richard Branson. Foto: Chatham House.

Richard Branson, otro multimillonario, también es objeto del libro de Davenport. “Branson llama a su empresas Virgin, porque él y sus cofundadores eran vírgenes en los negocios”, cuenta Davenport, y, cómo no, su compañía para la aventura espacial se llamó Virgin Galactic. Para Branson esta compañía se convertiría en la primera línea comercial aeroespacial del mundo. Prometió un vuelo inaugural en 2007 y que volarían 3.000 personas en los primeros cinco años. Esta temeridad fue contagiada a Paul Allen. La maquinaría publicitaria se puso en marcha. Para él los vuelos espaciales estaban a la vuelta de la esquina; su objetivo era la frontera del espacio, no la Luna. A los primeros en inscribirse se les llamaba fundadores, nos cuenta Davenport, y mientras que a los demás titulares se les permitía dejar un depósito del 10%, ellos tenían que pagar los 200.000 dólares por adelantado. En 2007 Virgin emitió una nota de prensa donde decía que Sir Richard Branson se entrenaba para el vuelo. Con él estaba James Lovelock, científico y escritor al que admiraba y al que Branson le ofreció un billete, a lo que Lovelock contestó que, camino de los 90, no lo veía factible.

La carrera de egos estaba servida, pero cada uno a su estilo. Los fracasos no han minado la moral de estos pioneros e innovadores. Después de experimentar distintos cohetes, SpaceX ha estado lanzando el Falcon 9 y la nave espacial Dragon a la estación espacial, pero el 28 de octubre de 2014 algo se torció: estalló el cohete. La explosión lo incineró y los 2.200 kilos de carga que iba a transportar a la Estación, arrasó la plataforma de lanzamiento y provocó un cráter de nueve metros de profundidad y 18 de diámetro, cuya reparación costó 15 millones de dólares. Mayor fue el agujero que dejó en los planes de la NASA de depender fuertemente del sector comercial. “Pero él había tomado una decisión: seguir adelante”, y Musk dijo: “Como hemos visto éxitos, no tememos tanto al fracaso”, nos cuenta Davenport.

2014 no fue un buen año, el SpaceShiptwo de Branson presentaba una anomalía, un piloto murió y el otro resultó gravemente herido. Fue su segundo accidente mortal del programa, el primero se produjo en 2007. El programa Today le preguntó: “¿Puede Virgin Galactic sobrevivir a la imagen que se ha visto en todo el mundo del vehículo haciéndose pedazos a 13.000 metros?”.

Pero su fascinación por el turismo espacial permaneció. En 2016, Branson presentaba su nueva SpaceShiptwo; Harrison Ford estaba en la presentación, pero la estrella fue Stephen Hawking. Branson siempre ha alardeado de todo, y también de las palabras del físico: “Sería un honor volar en su nave espacial”…, pero no pudo ser.

En 2015, Bezos tuvo su gran éxito: su cohete el New Shepard aterrizaba perfectamente después de un trabajo de una década. Esta vez Twitter fue el protagonista de la alegría de Bezos y de las ironías sobre este acontecimiento de Musk. La “tortuga” y “la liebre” seguían en la carrera espacial y Twitter recogía sus trifulcas.

Después de los grandes titulares con los gigantes millonarios enfrentados, vino la calma. Según Davenport, Bezos expresó que cuantos más en la carrera espacial, mejor. “Quiero que Virgin Galactic tenga éxito. Quiero que SpaceX tenga éxito. Quiero que United Launch Alliance tenga éxito. Quiero que Arianespace tenga éxito. Y, por supuesto, quiero que Blue Origin tenga éxito. Y creo que todas pueden”. Resultó que la rivalidad era el mejor combustible para los cohetes, afirma Davenport.

Musk continúa soñando con Marte a pesar de que la cronología no le acompañe. 2018 era el año para los primeros vuelos con el Falcon Heavy. Pero los 225 millones de kilómetros de distancia de la Tierra no lo ponen fácil: de las 43 misiones con robots a Marte intentadas por cuatro países y no por empresas, solo 18 se consideran un éxito. Así que críticas y preguntas sobre su financiación se suceden cuestionando sus proyectos; dudas que también originan los proyectos de la NASA para la década de 2030, que algunos especialistas también califican de “viaje a ninguna parte”. Tal vez por todo esto Musk puso su foco en la Luna como impulso a Marte, cuyo horizonte es 2022-2024.

Este verano, Musk lanzaba otra vez su Falcon 9, desde donde despegó el Apolo 11 que llevó al hombre a la Luna hace ahora 50 años. También Musk ha compartido en su cuenta personal de Twitter la construcción del modelo de prueba del Starship. Se trata de un cohete con un aspecto muy distinto al que tienen los otros cohetes de SpaceX: una versión algo más pequeña de lo que será el Starship final, con el que pretende llegar a Marte. Muchos han bromeado con que se parece al cohete de Tintín.

Así que la Luna se convierte en objetivo tanto para Bezos como para Musk. Cuando Armstrong paseó por la Luna, Bezos tenía 5 años. Musk no había nacido.

Los sueños de los señores de espacio siguen moviendo dinero y también marketing. Bezos como Branson y Musk nos venden experiencias fantásticas del espacio a los viles mortales. Y siguen queriendo crear la infraestructura para un futuro espacial, con colonias incluidas.

Para los que les guste el desafío de conquistar el espacio y sus actuales protagonistas, los hombres más ricos del planeta Tierra, Los señores del espacio nos los da a conocer. Escrito con amabilidad por este periodista de The Washigton Post, del que es dueño Jeff Bezos, fascina por los detalles sacados de múltiples entrevistas con los retratados. El libro de Davenport transcurre dentro de una normalidad megalómana que no estamos acostumbrados por estos lares. Los retratos que Davenport realiza están llenos de anécdotas que definen sus personalidades y nos hablan de sus mitos, además de qué es lo que les impulsa a convertir su fantasía en realidad.

Quien sí llega a la Luna, Marte y Júpiter es Brad Pitt. Para eso está el cine. Ad Astra, dirigida por James Gray, hace un gran despliegue visual que seguro que es del gusto de los señores de espacio, como era Star Trek o La guerra de las galaxias. No en vano Musk bautizó a sus cohetes Falcon, en honor del Halcón Milenario de Han Solo.

Pero el último golpe de publicidad de Jeff Bezos tiene que ver con la Tierra, al declarar a The Washington Post: “Es el único planeta bueno del sistema solar. Y tenemos que cuidarlo”. El hombre más rico del planeta ha prometido que cumplirá los objetivos de reducción de emisiones del Acuerdo de París  en sus empresas para 2040, diez años de los objetivos marcados por ese gran acuerdo mundial para intentar frenar el cambio climático.

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