¡Feliz cumpleaños, Emma!

Fotografía de Emma Cohen mirando el mar.

Fotografía de Emma Cohen mirando el mar. Foto: Isaac Hernández.

«Me llamo Helena de Llanos, soy nieta de Fernando Fernán Gómez y no llevo su apellido, también soy nieta de Emma Cohen y no llevo su sangre. Me gusta sentir que juntos formamos un triángulo familiar bastardo, tres puntas conectadas en el interior de la casa de mis abuelos, donde ahora vivo». Y Helena escribe hoy esta carta para recordar a sus geniales abuelos y celebrar el 70 cumpleaños de Emma, fallecida el pasado verano. «Maravilla tener una abuela 3 disfrutonga y soñadora, porque esta época tan asquerosa merece sueños. Merecemos sueños«.

POR HELENA DE LLANOS (nieta de Fernando Fernán Gómez y Emma Cohen)

Felicidades Emma, hoy cumples 70, ostras, 70. Los últimos 9 no he podido felicitarte, como el abuelo murió un 21 de noviembre, no te gustaba el gesto. Nada que celebrar ese día. Igual bromeabas. La cultura de la nostalgia y la muerte, en forma de efemérides y obituarios, nos recordaba por diversos altavoces que se cumplía un año, dos años, tres años, cuatro años de la muerte física de Fernando Fernán Gómez, y yo abría el email para escribirte ¡Feliz día como otro cualquiera!, a lo que tú respondías con corazones o besos de menta, según. Pero siempre respondías. La última vez que leí un correo tuyo fue hace unos pocos meses, y en él contestabas a una de las muchas preguntas que te hago sobre la obra y la vida del abuelo. Esta vez comenzaba preguntándote sobre la vinculación a la CNT en varios momentos de vuestra andadura. No sé cómo llegábamos al tema de las elecciones del 26 de junio, y tú escribías que somos unos caguicas. Admiro tu capacidad para diluirte en el nosotros aun sabiendo que tú de caguica tienes muy poco. Tan valiente y tan libre, maravilla tenerte al lado. Maravilla tener una abuela 3 disfrutonga y soñadora, porque esta época tan asquerosa merece sueños. Merecemos sueños. Solidaria y sabia, muy sabia. También un poco jodona, lo justo para despertarme del letargo que habitamos los hijos de los 80, años huecos, los llamas cuando me hablas, por contraste, de las décadas previas y de tus andanzas en el París del 68.

Para que esta carta llegue a destino quizá exige remitente. Me llamo Helena de Llanos, soy nieta de Fernando Fernán Gómez y no llevo su apellido, también soy nieta de Emma Cohen y no llevo su sangre. Me gusta sentir que juntos formamos un triángulo familiar bastardo, tres puntas conectadas en el interior de la casa de mis abuelos, donde ahora vivo. Soy nieta ilegítima, o mejor, nieta natural, palabra esta que tuvo que pronunciar mi abuelo a lo largo de su pelirroja infancia cada vez que le preguntaban por el nombre de su padre. Soy nieta natural, digo, de una mujer que abandonó el confortable y asfixiante nido familiar muy pronto, y que con suma elegancia y discreción supo prescindir de su herencia burguesa. A mi abuelo no lo traté mucho, con una frecuencia escasa pero constante. Solía ser sábado o domingo. Mi hermano y yo nos levantábamos contentos, excitados por el día imprevisiblemente divertido que nos esperaba en casa del abuelo y Emma. Allí Emma hacía magia subterránea y todo funcionaba, los duendes hablaban y las plantas bailaban.

Los últimos años de mi abuelo, entre trotamundismo mío e interiorismo suyo, las visitas se espaciaron aún más, pero tras su muerte, poco a poco, Emma y yo nos fuimos haciendo amigas. Las cosas se fueron dando con la naturalidad de lo que se hace por gusto, por placer propio y ajeno, por disfrutar. Y en este disfrutar y vivirnos a ratos, nos fuimos contando de nosotras lo que quisimos, riéndonos de casi todo y doliéndonos un tanto de lo terrorífico circundante. Aprendiendo yo de cada silencio, cada palabra y cada gesto que esta mujer de amor quiso compartir conmigo. Un día como otro cualquiera me dijo que la luna sería para mí, alegría grande, susto, y olvido inmediato, porque ese regalo cósmico hablaba de ausencias. La luna es como una caja de sorpresas que se abre, y de esa caja sale otra caja, y de esa caja sale otra caja, y de esa caja sale de repente otra caja llena de la obra literaria de Emma. Venía incluida en el regalo sin mencionarse, y ahora me hago cargo de ella, intento cuidarla y ponerla de nuevo en circulación porque me resulta tan inmensa como ella.

De cine, literatura, política, pintura, comida, disfrute, juego, trabajo, amor, libertad, hablamos y vivimos cuando me quedaba contigo en la luna, una luna que dio vuelo a mi infancia y que ahora me interpela desde cada recoveco de memoria y archivo. Sabes que me acostaba muy tarde, pero quizás no sepas que me dedicaba a pasear silenciosa por los rincones de una vida de dos, un espacio en el que supisteis quereros muy bien. También te dejaba notas que tú veías muy temprano. Hubo una que me costó apoyar en la mesa: EMMA, NO TE PUEDES MORIR TODAVÍA, TIENES QUE TERMINAR TU NOVELA Y TENEMOS QUE HACER LA PELÍCULA CON EL ABUELO. Por la mañana cumpliste con tus rutinarios y rutilantes placeres: saludar y alimentar a gata Miky que sólo se dejaba acariciar por ti, y a los pájaros que vienen al patio cada día a las 8:30, regar las 30 plantas, recoger el periódico que dejan a la entrada y leerlo entero, recortar alguna noticia que llama tu atención y colocarla en uno de los montones papelíferos que viven en los sillones y en las repisas, “Hallada la huella fósil en Escocia de un escorpión del tamaño de una persona”, “La revolución pierde su estratega. Daniel Bensaïd deja una obra monumental…”, “Alemania vende sus iglesias”, “El mayor mapa genético del cáncer”, “Una nebulosa con forma de ADN”, “Slavoj Žižek: el filósofo de la anarquía”, preparar el zumo morado de frutas y cereales, tomarte el mejunje de miel, sésamo y una indeterminable sustancia marrón y pastosa que huele rico. Y sentarte, como cada día, a escribir. Ennovelada estabas.

Al encontrarnos horas más tarde en la cocina no hiciste comentario alguno sobre la nota, en cambio hablaste de la novela, la tengo en la cárcel. ¿A quién? A Carmela, la prota, está en la cárcel y no sé cómo sacarla, está atascada ahí. Ya ha pasado por Nueva York, Madrid, Barcelona, París, ha viajado en el Orient Express y ha estado con la familia Trotsky, ahora está de nuevo en Madrid... Yo seguí busca que te busca por la casa, encontrando cartas, recortes, diapositivas de rodajes, así me encontré con tu corto La Chari se casa, un documental directísimo de una boda gitana a finales de los 70, notas manuscritas, casettes, VHS, hi-8, revistas, guiones, storyboards, collages. ¡Hala! ¿El abuelo hacía collages? Le metí el gusanillo y le gustó. Algunos los hacíamos a cuatro manos.

Collages de Emma Cohen.

Collages de Emma Cohen.

Collage de Fernando Fernán Gómez.

Collage de Fernando Fernán Gómez.

Ahora eres tú la que me deja notas, y aquí estamos tú y yo, somos producto de ese encanto desencantado, pero las escondes bien, en cajas, carpetas, archivadores y libretas. El mes pasado encontré una que parece bastante antigua y a la vez es puro presente encarnado en tu forma de estar y de marcharte. Aquí te la transcribo respetando mayúsculas y minúsculas:

NOVELA

Habla con los hijos que no tuvo y les explica por qué no nacieron. Vida y nada son lo mismo. Se vive si se puede llegar a la nada. Y así no se teme a la muerte.

APRENDER A VIVIR ES ENTENDER LA NADA

DE JOVEN SE DISFRUTA DE TODO ANTE EL ANTERIOR VIAJE A LA NADA, LUEGO COMIENZA EL VIAJE DE VUELTA.

Tu viaje de vuelta estuvo lleno de aventuras. La última la dejaste plasmada en una libreta de las muchas que escribiste, en la primera página dices My last adventure, gracias por todo, Helenia. Eres hermética, según tú las hermanas segundas son así, pero con las libretas te sueltas de lo lindo, ahora yo husmeo y fisgo entre tus letras que has decidido regalarme por tu cumpleaños. Feliz cumpleaños, y gracias a ti, Emma, jodía Emma, por abrirme la puerta a tantas aventuras.

Un día me dijiste, tienes que guardar un secreto, es muy difícil pero después te acostumbras y te sientes bien. Fue muy difícil, sí, y es que tu secreto es tan mágico que disculparás la alta traición y entenderás que quiera compartirlo con el resto de seres soñantes: Emma quería convertirse en un punto, y al final lo consiguió. Antes sacó de la cárcel a Carmela, la aventurera de su última novela, inédita por ahora, protagonista también de varias de sus obras anteriores. Al final la dejó encerrada en otro sitio, le entró la prisa por convertirse en punto, pero en medio Carmela disfrutó de cada instante porque se puede estar por la alegría pequeña y por la gorda, y yo estoy por la gorda. ¿Tú no?, ¿tú no estás por la alegría gorda?

Una vez te preguntaron ¿cómo te gustaría morirte? Soñando que vuelo, respondiste con palabras que salían de las estrellitas titilantes de tus ojos. ¿Adónde volaste, Emma? ¿Dónde juegas ahora? ¿Dónde hay alguien con quien jugar?

Retrato de Emma Cohen.

Retrato de Emma Cohen.

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Comentarios

  • Emma

    Por Emma, el 21 noviembre 2016

    La entiendo tan bien!

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