Doce grandes fotógrafos nos desvelan cómo les inspira el Museo del Prado

Copa de agua y un clavel, 2018. Pilar Pequeño. © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018.

Copa de agua y un clavel, 2018. Pilar Pequeño. © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018.

Copa de agua y un clavel, 2018. Pilar Pequeño. © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018.

Copa de agua y un clavel, 2018. Pilar Pequeño. © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018.

Inspiraciones y obsesiones. Doce fotógrafos españoles de reconocida trayectoria han sido invitados por el Museo del Prado para enfocar de una manera muy personal sus colecciones. El resultado: 24 imágenes que pueden contemplarse en la propia pinacoteca y que fusionan las miradas actuales con esa manera de estar en el mundo de los clásicos: la que nunca pasa, la que siempre –en cada generación– aporta e influye. Zurbarán en Pilar Pequeño. Velázquez en Ballester. Tiziano en Bleda y Rosa. Sánchez Cotán en Javier Campano. Ribera en Isabel Muñoz. Patinir en Vallhonrat.

José Manuel Ballester, que ya había trabajado sobre las obras maestras del Prado en su serie Espacios Ocultos, mira de frente y con cierta desolación a Velázquez, al pasado, presente y futuro. Todo permanece menos lo carnal. Contrapone la sala de Las meninas, en el corazón del edificio Villanueva, con una vista del Salón de Reinos, futura ampliación del Prado. Ballester vacía la sala de Las meninas y vacía de personajes la obra más icónica del Prado. En esa misma línea, Pierre Gonnord también nos deja cierta desazón por el paso del tiempo en lo que está vivo con dos hipnóticos retratos que coloca frente a frente: el de un joven visitante del Prado de llamativo aspecto y el de una corneja disecada del Museo Nacional de Ciencias Naturales. A Isabel Muñoz el encargo le llegó inmersa en su serie japonesa sobre el agua, y vio en los cuerpos sumergidos aires similares a la ascensión a los cielos de los santos del Prado; así, ha convertido a un bailarín en el San Hermenegildo de Francisco de Herrera, el Mozo. Para lograr texturas y colores (impresionantes rojo y azul) que nos recuerden a las antiguas estampitas de santos, Isabel Muñoz ha cuidado en extremo la producción, realizada en Japón con técnicas y papeles artesanales, propios de otros tiempos. Sensualidad y misticismo, placer y dolor, al estilo de los grandes lienzos de Ribera.

La exposición Doce fotógrafos en el Museo del Prado  ha sido organizada por la Fundación Amigos del Museo del Prado, dentro de las celebraciones de los 200 años de la pinacoteca, comisariada por el experto en arte Francisco Calvo Serraller y patrocinada por la compañía Japan Tobacco International, ya habitual en apoyar muestras de este tipo.

Pilar Pequeño, que se declara admiradora incondicional de la sobriedad de los bodegones de Zurbarán, aporta el exquisito gusto y detalle de sus elegantes conjuntos de flores y frutas; cómo se puede decir tanto solo con dos platos de estaño, unos ajos, un clavel y una copa de agua… Javier Campano también ha optado por dos bodegones de pescado y caza a la manera antigua, con referencias a pinturas clásicas de Sánchez Cotán y también como una evocación íntima, tierna y melancólica de los recuerdos de la cocina familiar de su infancia.

Las 24 imágenes pueden contemplarse hasta el 13 de enero en la Galería baja norte del edificio Villanueva. Sí se echa de menos mayor generosidad en la producción, pero los formatos vienen dados porque próximamente se comercializará una caja con las 24 fotografías; se ha hecho una tirada de 40 ejemplares.

Como es habitual en él, Joan Fontcuberta monta una historia de tintes científicos: fotografía dos fragmentos de la vista panorámica continua de la Galería Central del Museo del Prado que realizó Jean Laurent entre 1882 y 1883; con ello fija su atención en los deterioros que evidencian el paso del tiempo y remiten a la memoria y la historia. Bleda y Rosa crean una imagen palaciega del museo al encuadrar, mediante sendas puertas, los retratos ecuestres del emperador Carlos V, de Tiziano, y del cardenal-infante Fernando de Austria, de Rubens. Fiel también a sí mismo, Chema Madoz juega con el valor metafórico y metonímico de los objetos, y se sirve de unos marcos, una escuadra y un cartabón para representar el excelso contenedor de la norma y el canon artístico. Cristina de Middel, premio Nacional de fotografía 2017, mira a la endogamia y la perpetuación del poder en las mismas manos realizando superposiciones de retratos de miembros de una misma dinastía y que dan como resultado una especie de monstruo.

Sala principal, 2018 José Manuel Ballester © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018

Sala principal, 2018. José Manuel Ballester. © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018.

San Hermenegildo, 2018 Isabel Muñoz © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018

San Hermenegildo, 2018. Isabel Muñoz. © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018.

Durante la presentación de la exposición, el pasado jueves, el director del Prado, Miguel Falomir, resaltó el valor de las colecciones como fuente permanente de inspiración para los artistas a lo largo de los siglos, y de ahí el interés en aportar miradas e interpretaciones actuales, más ahora que están celebrando su 200 aniversario. El Prado ya lleva varios años abriéndose a artistas contemporáneos como pintores y dibujantes de cómic.

Utilizando la fotografía analógica y por medio de dobles exposiciones de retazos de una misma pintura, Alberto García-Alix construye nuevos e inquietantes mundos de manos, pies, caras y calaveras en blanco y negro. Las fotografías de Aitor Ortiz muestran el espacio prefabricado como contenedor de la obra de arte y la reminiscencia de lo expuesto desde su ausencia, a la vez que nos lleva a reflexionar sobre la atemporalidad de lo efímero. Y Javier Vallhonrat sitúa la cámara a ras de suelo, donde inserta fragmentos de paisajes del Prado; los elementos vegetales generan una serie de interferencias y de planos en los que se integran los elementos pictóricos.

Todos los autores que acudieron a la presentación subrayaron la emoción de entrar y recorrer el Prado en soledad para realizar estos trabajos, y de cómo tanta obra maestra conmueve e inspira. “Me he vuelto a dar cuenta de lo modernos que son todos”, comentó García-Alix. Vallhonrat explicó el impacto que siempre le han causado Velázquez, El Greco, Goya, El Descendimiento de Van der Weyden y La Anunciación de Fra Angélico. “La memoria construye la realidad. Y yo ya no pude volver a mirar el cielo sin acordarme de Velázquez ni la lejanía de las montañas azules sin que me viniera a la mente Patinir”.

Salmonetes, 2018 Javier Campano © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018

Salmonetes, 2018. Javier Campano. © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018.

Sin título, 2018 Chema Madoz © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018

Sin título, 2018. Chema Madoz. © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018.

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Comentarios

  • Adela

    Por Adela, el 25 septiembre 2018

    He ido a ver la exposición y me ha decepcionado enormemente. Pensé que el Museo del Prado iba a hacer un guiño al arte de la fotografía pero cuál fue mi sorpresa cuando me encontré con que el espacio elegido es un pasillo estrecho dedicado a esculturas de bustos que ni siquiera se han tomado ni la molestia de retirar pero es que además las fotos están reveladas en un formato muy pequeño y colgadas muy juntas unas a las otras en un espacio con iluminación cenital de manera que según la hora luz cambia. En resumen, una manera de tratar las obras artísticasbque no contribuye a la contemplación y disfrute de unas fotografías maravillosas.

  • miguel

    Por miguel, el 26 septiembre 2018

    Agradecerles desde Buenos Aires!

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