Fucking Cáncer. Mi hermana y yo

Proyecto Fucking Cáncer. Foto: Cristina Bezanilla.

Proyecto Fucking Cáncer. Foto: Cristina Bezanilla.

Proyecto Fucking Cáncer. Foto: Cristina Bezanilla.

Proyecto Fucking Cáncer. Foto: Cristina Bezanilla.

Como supongo que os parecerá fuerte el título de la columna de este mes, aclaro que no es mío, sino de las Bezanilla: dos hermanas que han titulado así un libro, editado por la editorial Sial Pigamalión, que muestra una selección de las miles de fotos que Cristina —artista plástica— le ha hecho a su hermana, Arancha, durante más de un año en el que, cual paparazzi, retrató cada instante de su lucha contra su segundo cáncer de mama. Las fotos no esconden la dureza del proceso, pero tampoco se regodean en ella, porque las Bezanilla no son así. Desde que las conozco, hace más de 40 años —que se dice pronto—, son dos terremotos que llenan de aire fresco y de risas cualquier lugar que visitan, aunque este sea la sala de espera de la Unidad de Oncología del hospital de la Paz.

Confieso que el primer día que vi a Arancha sin pelo, porque ella nunca escondió su calva —más bien la convirtió en un grito de guerra—, me dio un vuelco el corazón; pero, a medida que se acercaba a mí, su sonrisa recolocó mis latidos y, con una naturalidad pasmosa, mientras la besaba, me sorprendí diciendo: “Arancha, ¡qué guapa estás!, aunque la verdad es que siento que voy de paseo con el pequeño Yoda”. Ella se rio y empezamos a andar sin dar importancia a las miradas furtivas de los transeúntes que se cruzaban con nosotras. Solo necesité unos pasos —y unas pocas palabras— para comprender que su cabeza pelada no era lo único que le acercaba a Yoda, porque, en un momento de la conversación, me pareció escuchar un: “hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”. ¡Y vaya si lo hizo! El pasado 19 de octubre, Día Mundial del Cáncer de Mama, presentaron juntas —¡cómo no!— su libro.

Fucking cáncer es un grito de guerra, es transformar la desgracia en un reto para dotarla de sentido, es una muestra de amor, es hablar de esperanza sin ocultar las miserias, es no esconder la cabeza a pesar de las miradas furtivas de quien no quiere saber, es hacer visible lo invisible, es registrar con una cámara aquellos momentos que otros no quieren recordar, es llenar de bromas una sala de espera saturada de temor, es un reto al destino, es reivindicar el derecho al cabreo, es la negación a rendirse, es una vía de escape, es permitirse ser frívola y añorar una melena, es ganar el derecho a ser caprichosa, es elegir quién debe estar a su lado, es un juramento, es reírse de uno mismo, es una declaración de principios, es un canto a la vida, es decir en inglés lo que no te atreves a decir en español: jodida, puta, maldita enfermedad.

En fin, solo me queda añadir que espero acompañar pronto a las Bezanilla en la inauguración de una exposición que recoja esta magnífica obra, con la que millones de personas nos sentiríamos identificadas. Porque, desgraciadamente, el jodido cáncer no perdona.

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